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  • Vaya vayaaaaaa. Boom Fayaaaah ¡Boom boom bap!

    Vaya vayaaaaaa. Boom Fayaaaah ¡Boom boom bap!

    Entramos a escena como buscando, con la mirada perdida en el vacío negro desde el que el público nos observa. Dolor en nuestra mirada. Les vamos a compartir nuestra herida.
    HIP HOP: del Bronx a Ciudad Quetzal

    Subo los cerros y la ciudad perdida entre el humo
    Me trae el vago rumor de sirenas aullando.[1]

    Durante el año 2014 se realizó el montaje de la obra de teatro “La Eskina” una obra colectiva bajo la dirección de Kamé (Ángel Cañas). Participamos artistas de la escena Hip Hop. Estamos llevando la calle al teatro. Representamos a esos jóvenes que usted ha visto sentados en la banqueta durante las tardes compartiendo poemas escritos en cuadernos, a los que practican pasos de baile que se quiebran, a los que pintan las paredes con su nombre, a los que sacan las bocinas y hacen retumbar la calle con sonidos que no sean de balas.

    Tal vez usted nos ha tenido miedo porque vestimos ropa floja, porque hablamos nuestro propio idioma, porque volamos por los aires, porque hacemos música con la garganta mientras hacemos ritmos con palabras. 

    Tal vez usted nos ha tenido miedo porque en las notas rojas hablan de nuestra muerte como si fuera nuestra culpa. Porque hemos aparecido en barrancos, nuestro cuerpo desmembrado, y nadie quiere buscar a los culpables.

    Nosotras, nosotros, no le hacemos daño a nadie. Sólo queremos demostrar que existimos. Lo único que queremos es ser libres y volar.

    Yo canto porque no puedo eludir la muerte,
    porque le tengo miedo, porque el dolor me mata.
    Soledad de soledades, yo sé que si es triste todo olvido
    más triste es aún todo recuerdo, y más triste aún toda esperanza.
    Porque el amor y la muerte son las alas de mi vida,
    que es como un ángel expulsado perpetuamente
    .

    Karim es el personaje principal de “La Eskina”, recita estos versos que cito mientras tira papeles y se esconde en un tonel. Para él todas las noches son la misma noche. Está sucio, despeinado, con la mirada perdida. Como esos locos que habitan la ciudad, con una historia que les cambió la percepción de la realidad.

    Nos adentramos a través de este montaje escénico a la mente y los recuerdos de Karim. Seguimos en la esquina de una calle que podría ser la de cualquier barrio, Ciudad Quetzal, Alioto López, Mezquital, el Milagro, el Paraíso, Ciudad Peronia. Un grupo de jóvenes se reúne en una esquina: Wicho, Ángela y Karim. Entre ellos hay magia.

    -Vaya vayaaaaaa.

    -¡Boom Fayaaaah!

    Es su saludo. Su manera de abrazarse. Se reúnen aquí todas las tardes un rato, entre estudios y trabajo, se encuentran aquí desde pequeños porque en su casa no había nadie. En la esquina no se está en soledad. Aprendieron a acompañarse y a pasar el tiempo rapeando, bailando, haciendo música. Aquí aprenden a volar.

    Pero el reloj da las 8:00 pm y es momento de entrar a las casas. En este barrio a esa hora empieza un toque de queda y las calles deben quedar vacías. A veces pueden seguir bailando o rapeando un rato, y salir huyendo cuando se acercan a aprehenderlos, pero hoy no ha ganas de quedarse porque cuentan que hace dos semanas desaparecieron a tres jóvenes. Los metieron a un carro polarizado y ya no se supo más de ellos.

    Salgo a la calle
    y la gente me mira con ojos distraídos
    como se mira a un perro vagabundo
    nadie se da cuenta que me estoy desangrando
    que me estoy desangrando
    que me arranco por dentro.

    Y abajo, muy abajo, la tierra ahogada, aplastada por el cemento y la miseria.
    El sol cotidianamente cae sobre nuestros sueños.
    Transeúntes obligados de las calles de concreto.
    Siempre, tras la persecución de la muerte.

    [frasepzp1]

    En la obra de teatro el tiempo transcurre en espiral. Una metáfora del tiempo en la mente de la locura de Karim: recuerdos que se repiten y nos van mostrando la cotidianidad de este grupo de amigos.

    No, no son vagos como la gente suele pensar.

    Estudian de noche, trabajan de día, ayudan en las tareas del hogar. Y aún buscan tiempo para ir a la esquina a practicar Hip Hop. En medio de toda esta rutina encontrarse con la familia que han ido construyendo en las calles es su momento de liberarse y expresarse. Utilizan su cuerpo.

    Utilizan su cuerpo.

    En el montaje, utilizan su cuerpo como una lengua, como una boca.

    Hay una escena en que la policía comienza a perseguir a los jóvenes, y es una coreografía que incluye elementos de parkour, ese expresivo arte de origen francés que consiste en desplazarse por cualquier entorno, pero especialmente la urbe, mediante las destrezas del propio cuerpo. En estas escenas se demuestra la habilidad, el equilibrio y la fuerza muscular que implica también el breakdance.

    Existen dos momentos más muy poderosos pues son los cuerpos los que hablan.

    Nuestros personajes se transforman y simulan autómatas.

    Revisan el teléfono.
    Revisan el reloj.
    Revisan el teléfono.
    Revisan el reloj.
    Como máquinas programadas.
    Se van convirtiendo en engranajes de una línea de ensamble en una fábrica.
    Se van transformando en campesinos rompiendo la tierra con piocha.
    Se van transformando en esclavos dándole vueltas al motor de una caja de música que se rompe.
    Y gritan dolorosamente.

    ¡El mercado de la mano de obra obra nuestras vidas y nos cobra!

    Se convierten entonces en enemigos unos de los otros. Hay pocos recursos y los empobrecidos son muchos. Un buitre los mira desde las alturas y se deleita viendo cómo se van asesinando.

    Somos hijos
    de los hijos de esclavos.
    Obreros, hijos de obreros.
    Nacimos en este jardín de huesos.
    De arriba nos vino la guerra, de arriba nos vienen las armas.
    Somos el motor de la industria.
    Nos arrulla el miedo, nos golpea el miedo, nos impulsa el miedo.

    Hip
    Hop
    Los jóvenes quieren bailar

    Quizá usted no vaya a creer la historia que le voy a contar, pero así ha pasado de generación en generación. Ellos (nosotros) lo han ido aprendiendo poco a poco. Escuche:

    El Hip Hop es una fuerza que vino a salvar a las juventudes necesitadas de esperanza.

    El Hip Hop es eso.
    Juventud.
    Fuerza.
    Esperanza.

    Del Bronx a Ciudad Quetzal la historia ha sido parecida.

    Nació en las calles del Bronx, década de 1970. Los jóvenes latinos, caribeños y afros comenzaron a organizar fiestas en las calles, emulando los sound system de Jamaica. En aquel solar de violencia, buscaban espacios de diversión. Los crearon. Ámbitos libres, liberados.

    No era solo eso.

    Segregados en complejos habitacionales al margen de la cultura blanca, y en medio de una de las peores olas de desempleo, esta generación era heredera de las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos. No se puede hablar de un momento fundacional del Hip Hop sin tomar en cuenta todos los procesos de resistencia y expresión artística que en aquellos momentos se gestaban alrededor las luchas de los oprimidos.

    The Last Poets utilizaban la palabra hablada, la spoken word, y recogiendo el grito callejero de las Panteras Negras para liberación negra, empezaron a hacer poesía sobre ritmos de percusión. Ciertos locutores de radios tomaron el estilo, y se popularizó en las calles como una forma improvisada de interactuar a través de la palabra. Ritmo y poesía: Rythm And Poetry: RAP.

    Los jóvenes quieren vivir, quieren bailar. Pronto empezaron las fiestas en los barrios. Los DJ o deejays se encargaron de poner la música y de ser maestros de ceremonias: MC o emcees que van manejando el ánimo del público rimando palabras, acoplándolas al ritmo musical.

    Los jóvenes quieren bailar.

    Pero sucede algo extraño, casi extravagante.

    Es precisamente cuando el cantante deja de cantar y la música sigue que los muchachos se tiran al piso y comienzan a mover su cuerpo al ritmo del boom boom bap. Lo notan los deejays: que bailan en los breaks. Le aplican un estilo nada clásico a los pasos, que asemejan movimientos de karate o capoeira pero a la altura del suelo. Muy pronto empiezan a batallar entre barrios por ver quién tiene mejor estilo y se adapta mejor al ritmo de la música con sus movimientos. Las otrora batallas entre pandillas ahora se instalan en la pista de baile. Cada crew, o clica, tiene su propia forma de vestir, sus propias coreografías, y se preparan para derrotar a sus contrincantes desde la habilidad de sus cuerpos.

    Luego vino la posibilidad, la necesidad de abandonar el anonimato y esa forma de invisibilidad que significaba tener piel oscura. Los jóvenes comenzaron a escribir su nombre en todos los rincones de la ciudad. Sobre todo era un reto poner el nombre en gigante sobre los vagones del tren: el graffiti. Los writers o escritores, como se les comenzaba a conocer, dieron en reunirse para mostrarse unos a otros sus libros con letras y dibujos. Competían en caligrafía, aspiraban a un estilo que combinara colores, sombras, 3D, y que se hiciera en lugares osados y no en los tranquilos lienzos. Había, naturalmente, un punto de transgresión. De instalar la señal del oprimido en lugares vedados por el opresor. Las autoridades de Nueva York en ese entonces comenzaron a identificar el graffiti como crimen puesto que violaba lo inviolable: la propiedad privada. Arrojaron a la policía a las calles, con nefastas consecuencias: varios asesinatos, violencia policial exacerbada.

    Son estos elementos combinados en las calles y en los barrios de Nueva York lo que comenzó a conocerse como Hip Hop. Toda esta cultura vinculada con la necesidad de los jóvenes de organizarse en pandillas para defenderse, para liberarse, por lo que la violencia, tácita o explícita, sufrida o infligida, siempre ha sido una constante en sus formas de expresarse y organizarse. Y aun así, esfuerzos muy poderosos, como el de Afrika Bambataa con Zulu Nation, predicaron paz, amor, unidad y diversión como la guía para esta nueva cultura. El movimiento no tardó en difundirse. Primero de un barrio a otro en Estados Unidos. Después, debido a las deportaciones y a su creciente presencia en los medios de comunicación, sobre todo musicales, llegó a América Latina y el resto del mundo. Lo primero que se aprendió en cada lugar al que migró fue a practicarlo, pero poco a poco con la acción colectiva y comunitaria, se empezó a comprender. Así surgió el Hip Hop en el Bronx y así surgió también, más o menos, en Guatemala. Olvidemos por un momento que solemos concebir y contar el tiempo como una progresión lineal, y que entre un hecho y otro hay una brecha de 20 años. Yo creo que el tiempo es espiral. Ni Wicho ni Ángela ni Karim sabían nada de esto cuando empezaron a practicar Hip Hop, y tampoco su creador, Kamé, pero eso no quiere decir que, inconscientemente, de manera intuitiva, no se sintieran en comunión con su historia y su significado.

    Bronx —> Ciudad Quetzal

    Kamé es uno de los a.k.a. que ha tomado Ángel Cañas en su camino por el Hip Hop. Se encontró con esta cultura en la pandilla de la que fue parte, muchos de los integrantes veteranos de la clica venían de Estados Unidos y escuchaban rap en inglés. A mediados de los 80 pudo ver a jóvenes herederos de la pandilla de los breaks practicando breakdance en las esquinas. Luego casi desapareció. Había mucha represión policial. Él empezó a practicarlo a los diez años, a inicios de los años 90, y algunos años después ya rapeaba. Al principio, lo ignoraba todo: desconocía los fundamentos y la filosofía del movimiento. Solo miraba a los otros y creía que él podía hacer lo mismo. Comprenderlo le tomaría más tiempo.

    Esto ocurrió en un grupo de teatro del que forma parte en el asentamiento Alioto López en Villa Nueva. De las conversaciones y las prácticas colectivas nació su entendimiento de la construcción de comunidad y la transformación que expresar la opresión utilizando el cuerpo y la palabra implica en lo individual y grupal. Su grupo teatral pronto se vincularía con movimientos sociales y otros jóvenes que utilizaban el arte como forma de denuncia política.

    Quizá por eso la música que compuso por aquella época con su hermano Plenno tiene una fuerza y potencia de emancipación. Mucha rabia también. Digna rabia. Ellos mismos nos cuentan algo de su historia en la canción “¿Qué pasó?”

    Antes de “La Eskina”, Kamé ya había escrito y dirigido “La danza de la vida”, que plantea cómo nuestra historia está atravesada por la continuidad inquebrantada de la violencia, y describe la importancia de la cultura Hip Hop para las actuales generaciones. Sobre todo para aquellas de los barrios marginados y zonas rojas.

    “Durante el conflicto armado interno”, dice Kamé, “el ejército, la policía y los paramilitares cometieron muchas masacres. Tras los Acuerdos de Paz la violencia continuó, solo que transformada. Ante esa continuidad, se desarrollan formas de expresarla. Esta época de posguerra es un nicho perfecto para el Hip Hop. En el 86 u 87 hubo un pequeño brote de Hip Hop en los compadres que hacían break, locking, poppin o mortales. Incluso había un poco de rap. Pero estaban desorganizados. Luego, cuando las redadas del ejército o la policía, todo este movimiento se desvaneció y se queda ligado solamente a las pandillas. Pero en el 96, cuando se firma supuestamente la Paz, se abre un nicho perfecto para todos estos chavos que antes habían visto o probado algo, y además de toda una generación que necesitaba decir algo, que necesitaba gritar. Era un grito que estaba contenido, y cuando pasa eso, el grito fluye. Allí el Hip Hop se empieza convertir en una forma de pertenecer, de estar y de participar.”

    Según Kamé, a pesar de que se comunica a través de las pandillas, las migraciones o la tecnología, el Hip Hop se aprende a practicarlo por instinto. Se empieza a practicar y luego se empieza a comprender. Y para comprenderlo hay que dejarse transformar por el boom fayah, el fuego interno, la energía de vida que el Hip Hop representa. Me cuenta que “muchas de las cosas del Hip Hop las fuimos encontrando las fuimos descubriendo por instinto sin saber que casi de la misma forma otros chavos en un contexto muy parecido lo habían descubierto hacía 40 años”.

    Así le sucedió a él y al grupo que se inició con él en el teatro Hay incluso quienes dicen que fue justo allí en Alioto López que el Hip Hop en Guatemala comenzó a nacer como movimiento. Sin embargo aquí sólo germinó una semilla. Muy pronto empezó a crecer el movimiento en otros barrios, así, de cuadra en cuadra. Ahora somos miles.

    Bernardo Euler Coy

    Zupa (Karim) y Picho (Wicho) son actores y b-boys en “La eskina”, y también cultivadores y divulgadores de la cultura Hip Hop en Ciudad Quetzal. Su experiencia es similar. Cada uno de los que ahora forman el Quetzal Crew empezó a bailar por su lado. Vieron el breakdance en videos musicales y sintieron curiosidad por aprender. Buscaron personas que ya estuvieran practicando o lugares donde se hiciera. Luego les prestaron un salón en la iglesia católica, donde además de bailar lograron comprender.

    Dice Zupa: “Nosotros lo conocimos en la práctica, nos dimos cuenta que no era sólo bailar por bailar. Era hacernos el paro, era estar allí a pesar de tener diferencias. Las palabras ‘Hip Hop’ no se sentían tan ajenas, ni sus valores. Aprendimos que el Hip Hop es un asunto integral para uno y para el grupo. Pude haber pensado en la religión, o la política, o ser científico y darle racionalización a la vida conforme a eso, pero nel: el Hip Hop se sentía más natural.”

    Más allá de practicar alguno de sus elementos artísticos, hacer Hip Hop es hacer comunidad, es construir familia.

    El Hip Hop es una tribu de tribus, el crew se convierte en tu referente más cercano de vivencia de la filosofía. He aquí la importancia de esta cultura: estamos transformando la convivencia comunitaria a través del arte, estamos ocupando el espacio público, estamos perdiendo el miedo.

    Quizá por esto muchos jóvenes que practican el Hip Hop han sido golpeados y hasta secuestrados o asesinados.

    ¡Ya son las ocho!
    ¡Ya son las ocho, las ocho en punto!
    Que las calles queden vacías de pasos, de amores, de risas.
    Que las puertas y las bocas se cierren con llave.
    A esta hora vuelven los jinetes de la persecución con la noche y sus fantasmas.
    ¡Ya son las ocho, las ocho en punto!

    ¡Por seguridad!
    Habrá un guardia en cada puerta.
    ¡Por seguridad!
    Más muros y más rejas.
    ¡Por seguridad!
    Represión, persecución, ejecución, pena de muerte y largas condenas.
    ¡Por seguridad!
    Estado de sitio.
    ¡Por seguridad!
    Limpieza social

    Nuestra locura es seguir creyendo en el Hip Hop como fuerza transformadora.

    Esta es la crítica fundamental que subyace en “La Eskina” y que también tuvo lugar en “La danza de la vida”: las fuerzas de seguridad están asesinando jóvenes.

    La continuidad de la violencia de la guerra nos sigue golpeando.

    Han sido muchos los colegas de la cultura Hip Hop asesinados.

    En enero de 2014, en Ciudad Quetzal murieron 4 jóvenes que tenían entre 14 y 19 años. Escuchaban música en la caseta del parque central escuchando música cuando desde una motocicleta les rociaron a balazos. Esta caseta era uno de los lugares en que los jóvenes se reunían a practicar breakdance.

    “¡¿Hasta cuándo?!” es la pregunta con la que termina “La Eskina”. Nosotros sólo queríamos ser libres y expresarnos. Sólo queríamos volar.

    ¡¿Hasta cuándo?!

    Es difícil para mí describir el amor que encontré siendo parte del elenco de “La Eskina”. Yo entré, en realidad, cuando estaba a punto de presentarse: no fui parte de todo el proceso. Pero me atrevo a decir que fue amor a primera función. En realidad siempre me ha gustado el breakdance y este montaje me dio la oportunidad de experimentar un poco con el baile, y también de compartir el rap y el gusto por la improvisación. Pero, sobre todo, me encontré con que allí donde existe amor por el Hip Hop, y donde nos reunimos en su nombre, la magia ocurre.

    El 27 y 28 de diciembre de 2014 el Quetzal Crew organizó por segundo año el evento “B de B-boy” en Ciudad Quetzal. El primer día se ocupó una calle con apoyo de los vecinos para hacer batallas de crew contra crew, y un concierto de rap en el que compartí escenario con los compañeros de Alito Loko formado por Kamé y Plenno. Luego nos fuimos a una casa en la cual empezamos compartiendo la cena, y un taller de breakdance que duró hasta la media noche. Al día siguiente empezamos compartiendo desayuno y más tarde un taller de rap que impartí junto a Plenno. Terminamos con batallas de breakdance de uno contra uno.

    Durante todo el evento, recordamos a los jóvenes asesinados. En la edición del año pasado, la primera, ellos estuvieron allí desvelándose, bailando y cantando, como nosotros lo hacíamos ahora.

    “La Eskina” no es ficción.

    Nuestra locura es seguir creyendo en el Hip Hop como fuerza transformadora.

    “B de B-boy” fue posible gracias a la magia del Hip Hop. Como todos los eventos que ocurren en cada barrio de Guatemala y cada barrio del mundo. Donde empezamos a encontrarnos por instinto con formas de expresarnos que nos pasan por el cuerpo y se plasman en movimiento, en lírica, en pintura, en ritmo. Y esa búsqueda nos lleva a encontrarnos con un amor que transforma la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos y con la familia que vamos formando.

    Paz, amor, unidad y diversión, esto es Hip Hop.
    Graff, deejays, emcees y break, esto es Hip Hop.

    No dejes que la mala muerte te despierte
    la larga noche se termina tienes suerte
    cierra las ojos y disfruta lo que tienes
    que el corazón te guíe hasta el infinito celeste.
    Siente la sangre que te fluye en la venas
    y sin pena baila canta grita haz lo que tu quieras
    no tenemos nada por eso queremos darlo todo
    de tus alas sacude el lodo.
    Tú puedes volar
    extiende ya tus alas y atrévete a soñar
    convierte lo imposible en posible
    pero hay que luchar.

     

    Bernardo Euler Coy

    ______________________________________

    [1]Los textos en cursiva son parte del guión de La Eskina, idea original de Ángel Cañas.

  • Flor que escupe piedras

    Flor que escupe piedras

    “… nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos…”, escribió Virginia Woolf, en 1929, en “Una habitación propia”, el ensayo en el que plantea la necesidad de que las mujeres tengan un espacio propio para crear, para hacer que se escuche su voz. En esta serie, Plaza Pública reanuda la pregunta: ¿Cómo construyen su habitación propia las mujeres guatemaltecas? Aquí responde la socióloga, poeta y rapera feminista Rebeca Vargas / Rebeca Lane.

    No soy tan joven ni tan vieja
    pero vivo con la nostalgia de una vieja que añora la joven que se sentía anciana
    por una melancolía que arrastraba de su reciente recuerdo de un pasado que no entendía
    absurdamente atada a una tristeza que me precede
    alimento, sin embargo, de esta obsesión enfermiza por la palabra
    salvación de mi vida terrenal
    condena de mi alma
    por ser muerta y parida en los ochenta
    perdida y encontrada
    con el rostro marchito en alguna pared del Centro
    y la voz amarga cantando dulces melodías para redimirme
    posmoderna de la posguerra apropiándome del grito rítmico de la calle
    rechazada por ser flor que escupe piedras
    imperdonable desertora de la comodidad ignorante de la clase media
    aún no me acostumbro a los entierros de mi generación 

    I

     Es terrible nacer en un cuerpo que no es de una. Hasta que se recupera. Se convierte entonces en un campo de batalla. Hay que defenderlo del mundo y de una misma. Del menosprecio de fuera y de dentro. Porque en la cabeza se nos instala un inquilino, poseedor de la culpa, portador del deber ser.

    Ser mujer es eso que el inquilino nos dice que debemos ser. Por eso a veces me siento tan lejos de esa categoría, como la extranjera visita incómoda. Por eso, desde que mi útero comenzó su ciclo terminó mi etapa de niña obediente. Lo cuestioné todo. Recuperé a esa edad la memoria de un recuerdo que se me había obligado a olvidar. Y comencé a pelear mi propia guerra.

    II

    Rondaba los 12 años cuando se firmaron los Acuerdos de Paz. Ese 29 de diciembre de 1996 fue llanto. Nos habían traicionado, eso entendí. Porque la tía que ese día cumpliría años no volvería nunca. No, no estaba en los Estados Unidos. Había sido secuestrada y desaparecida desde 1981 por haber sido militante guerrillera. Rebeca Eunice, la poeta que me había legado su nombre. Sentí entonces que la semilla de mi ombligo había sido regada con lágrimas.

    Recuerdo haberme indignado por ignorar la verdad acerca de tantas cosas, no sólo en mi familia sino en el país. ¿Cómo era posible que en el colegio nunca hubieran mencionado que vivíamos en guerra? Por mi cuenta comencé a investigar qué había pasado y devoré todos los libros que encontraba del tema, que no eran muchos. A mis 15 años ya sabía que fuera de mi burbuja había toda una sociedad masacrada, violada, enterrada clandestinamente como XX, sin derecho a luto. Sólo silencio.

    Pero mi espíritu no nació para callar. Seguí los pasos de mi mamá montaña adentro, en el 79 ella fue a “Operación Uspantán”, en el 99 yo fui a “Juventud Misionera” que, dada la guerra, había tenido que cambiar de nombre. Éramos niñas de colegio católico llevando alfabetización a comunidades que nos enseñaban mucho más de lo que nosotras dábamos. Realidad a sorbos grandes. Mi burbuja se agrietaba. Los libros y la experiencia me abrían los ojos de la mente. Ya no era la señorita inocente destinada a ser obediente esposa. Ese molde me quedaba muy pequeño.

    Habiendo estudiado para ser maestra, en mi último año de carrera di clases en la Escuela Primavera en El Milagro y me confronté con las propias limitaciones que me imponía mi pompa de clase media. Más allá del conocimiento y la experiencia, mi visión de la sociedad estaba condicionada por ser mestiza, clase media y urbana, y eso me frustraba. Mis alumnos apenas tenían seis años menos que yo, impartí clases en 6º primaria, ellos tenían 12 y yo 18. Pero, se enfrentaban con problemas que yo a mi edad no había experimentado aún. Una alumna me contó, por ejemplo, que su hermana había abortado introduciendo un gancho de ropa en su vagina, como lo hacía la mayoría de vecinas. Había un alumno que siempre llegaba golpeado cuando lo mandaban a traer el pan porque la panadería quedaba en el territorio de una pandilla contraria a la de su cuadra. Y una vez tuve que confiscarle una pistola a otro, durante el tiempo que duraban las clases, porque habían amenazado con matarlo, y tuvo que terminar el año escolar haciendo sus tareas a distancia.

    III

    En el 2004 la burbuja terminó por reventar cuando un policía  me tiró una bomba lacrimógena que me impactó en el brazo ―que quedó al doble de su tamaño durante casi un mes―. Durante una semana, antes de que se aprobara el CAFTA, los jóvenes fuimos los primeros en salir a las calles a protestar. Y justo cuando lo estaban aprobando acordonaron el Congreso con policías antimotines que nos reprimieron brutalmente.Recuerdo haber escuchado una canción de Control Machete a todo volumen cuando la bomba me golpeó y caí al suelo. 

    Otro compañero me levantó y me llevó a una banqueta donde, quién sabe por qué, me echaron limón en la herida. También me cubrieron la boca y la nariz con un pañuelo empapado en vinagre para ayudarme a respirar y evitar el efecto del gas. No fue la última vez que las bombas me quitaron la respiración. La paz era ficción y nosotros queríamos demostrarlo. Hijos e hijas de la guerra nos sentíamos en deuda con quienes tomaron las armas y se levantaron una generación antes. Nacimos con el espíritu de una bala, pero el campo de batalla era otro.Y fuimos a buscarlo.

    En el campo aumentaban desalojos violentos a comunidades campesinas que ocupaban tierras para no morir. Pero igual los mataban, porque legalmente vale más un título de propiedad que un colono expulsado del feudo en pleno siglo XXI. Varias organizaciones de jóvenes formamos el Bloque Antiimperialista y tomamos ―“a 50 años de la intervención yanqui en 1954”― una casa abandonada, otrora propiedad del Club Americano y antigua sede de migración, sobre la 8ª avenida y 12 calle de la zona 1. Queríamos que nos desalojaran para llevar hacia la ciudad lo que estaba ocurriendo en el campo. Pero no lo hicieron. Y la Casa Tomada se convirtió en una pequeña comuna de activistas políticos, anarquistas, marxistas, exguerrilleros y artistas. Un refugio para quienes sentimos que habíamos nacido tarde.

    Archivo de http://cpr-urbana.blogspot.com/

    Allí empecé a hablar por primera vez acerca de la historia de mi familia.Descubrí que no era la única, que muchos de los que allí resistíamos habían perdido a su madre, padre, hermanos, o que habían salido al exilio. Me sentí por primera vez parte de algo. Allí no era extraña. Imprimí la foto y saqué el nombre de mi tía Rebeca a las calles y comencé a pedir que en mi familia no se guardara más silencio. Mi abuela Martita era la que más necesitaba hablar. Callar había sido la forma en que lograron seguir con vida luego de que se la llevaran.

    Creo que tomé demasiado personal la tarea de revivir a Rebeca. No negaré que en muchas ocasiones me supe en peligro, en nombre de la recuperación de la Memoria Histórica. Teníamos los teléfonos intervenidos, nos vigilaban y amenazaban constantemente. Y el miedo que se había guardado también en silencio comenzó a salir: “Te puede pasar lo que le pasó a tu tía”.

    Luchar en este país nunca ha sido tarea fácil. Sentía miedo, pero también me sentía acompañada. Nos solidarizamos con la lucha de los campesinos en la finca Nueva Linda, con las marchas del CUC y las veces que ocuparon el Parque Central, con estudiantes de educación media en lucha, con ocupaciones campesinas en las Verapaces, en el cauce de Río Dulce. La resistencia en el área ixil a los megaproyectos… No, la guerra no había terminado, ni había cambiado de lugar, sólo nos habían ganado en volverla invisible.

    IV

    Botas con punta de acero, jeans y playeras flojas. Ese era mi vestuario la mayor parte del tiempo. La voz fuerte en las asambleas, planteamientos incuestionables. Así como eran los compañeros, me había vuelto yo. Sin demostrar miedo, en la línea de frente pateando antimotines, demostraba que no era “mujercita” burguesa. Me convertí en uno de ellos para ser aceptada, hasta me tomaba los mismos litros de chela que ellos. Sepa de dónde me saqué la testosterona, pero de mí ya no quedaba rastro de la niña buena de colegio católico. No me gustaba ser mujer porque había muchas desventajas. Y me perdí a mí.

    Eso de ser rebelde siempre es una bendición y un riesgo. Rompés cadenas con tanta fuerza que no te importa lastimarte en el proceso. Rechacé tanto la enseñanza de señorita puritana que recibí en el colegio que me convertí en una alcohólica de izquierda. Me descubrí con odio por mi enemigo y mucho resentimiento. Con muchas heridas y pocas ganas de sanarlas. Como si el dolor me volviera más valiente y comprometida, qué se yo. Los conflictos internos siempre ayudan a encontrar otros caminos, aunque una se quiebre.

    Archivo dehttp://cpr-urbana.blogspot.com/

    Y, entonces, por motivos laborales tuve que ponerme tacones y falda, maquillaje y esas cosas de “mujer”. Salí de mi zona de confort y no se sintió mal. Me encontré trabajando desde lo institucional para mujeres desde un grupo de mujeres y no se sintió mal. Obviamente con nuevo look y nuevas ideas sentí eventualmente que ya no pertenecía a mis grupos de activismo. No digamos para ellos, las tribus urbanas tienden a ser bastante cerradas si una se sale del uniforme. En Guatemala hasta la disidencia es conservadora. En realidad yo tenía ganas de sanar, de luchar con alegría y sobre todo: ser yo misma. A veces femenina, a veces masculina, tierna y terrible, todo en equilibrio.

    Y fue un terremoto. Me salí del activismo de calle, me descubrí feminista, luché conmigo misma, me replanteé el deseo, desmitifiqué la heterosexualidad y el romanticismo. Todo en muy poco tiempo. Cometí muchos errores por no tener mesura y aprendí mucho de mí misma.

    Y una cosa hermosa fue descubrir mi propia voz en la poesía. La poesía no era la poesía comprometida con la lucha que había heredado de mí tía. Era el mapa de mi caos. Miss PennyLane, me nombraron mis compinches, y con ese seudónimo nació mi blog Mujeres de bolsa grande y zapatos bajos, con la libertad de firmar con un nombre sin historia. La historia de mi etapa irreverente en texto. Y como la vida no es fiesta, por mucho que una intente exacerbarla, existe la resaca, y ¡oh! qué resacas las que me ayudaron a vomitar tanto dolor acumulado. La noche insomne fue testigo del desgarrador proceso de desnudarme ante el espejo, y calcar en papel el nombre de mis cicatrices.

    V

    En el 2008 se llevó a cabo en la USAC el Foro Social de las Américas y allí me encontré con una de mis pasiones. En uno de los espacios donde se presentó teatro vi la puesta en escena Dentro del closet dirigida por Jany Campos. Ver una obra de teatro donde dos mujeres se amaban me conmovió profundamente. Ya ni siquiera recuerdo cómo sucedió, pero eventualmente empecé a asistir a un grupo que ella dirigía para entrenar teatro. Empecé tocando percusión para una danza africana y terminé como actriz para una obra de teatro que montamos en un grupo con mayoría de mujeres ―sólo había un hombre―.En los montajes que realizábamos empezamos a compartir reflexiones feministas y fue entonces que comprendí que el arte podía utilizarse para plantear temas políticos para las mujeres, no sólo en lo discursivo sino en la propia transformación que implica interpelarse a una misma y atreverse a hacerlo públicamente. Hicimos un proyecto para un laboratorio de creación escénica con el Centro Cultural de España  y realizamos la obra de teatro Las Profanas donde tocábamos temas de manera sarcástica, como la “oenegización”? “onegeización” de los discursos políticos de “género”, la diversidad sexual entre mujeres, la religión como opresión, la internalización de la culpa, la necesidad de hacer algo. Así de diversas éramos. Luego, junto con Sofía Arévalo y la dirección de Jany montamos El Juego , en la que planteábamos el poder como una serie de relaciones sadomasoquistas entre dominante y dominado. Un juego en el que se podía pasar a cualquiera de los dos lados con el uso de la violencia y manipulación.

    El teatro –bendito teatro– tiene la capacidad de romper los aprendizajes que tenemos en el cuerpo. Al fin y al cabo vamos a prestarlo para darle vida a un personaje, y muchas veces ese personaje nos exige quebrarnos. Fue sin duda una experiencia que me ayudó mucho a cuestionarme la construcción de mujer que había asumido y también una oportunidad para empezar a posicionarme políticamente lejos del bochinche, pero siempre desde la calle.

    VI

    Rebeca Lane nació por azares del dolor. Comenzó, así de banal y posmodernamente, a raíz de un cambio de nombre en feisbuc. Coincidió con que en ese momento comencé a trabajar como gestora cultural en un centro de investigación social y no quería que mis puntos de vista personales se vincularan con el mundo académico. Además de un hecho que aún me tiene astillada el alma. El 17 de mayo de 2010 fue asesinado mi bróder Repo (Jorge Dubón) en un bus de la ruta de Peronia a manos del guardia de seguridad privado Eugenio Jiménez Polanco, de la empresa TAURUS. Repo es uno de los compinches que me había bautizado como Miss PennyLane, así que me puse Rebeca Lane, y años después le dediqué Primavera Marchita.

    En ese entonces estaba cursando los últimos semestres en Sociología en la escuela de Ciencia Política de la USAC cuando empecé a interesarme por los estudios culturales. Tengo la dicha de haber sido alumna de Mario Roberto Morales, que además desempeñó un papel crucial para mí: cuando le mostré mi poesía, me animó a publicarla. Desde los estudios culturales comencé a analizar la cultura Hip Hop en la Ciudad de Guatemala, que me cautivaba y alrededor de la cual había estado orbitando durante mucho tiempo como espectadora. Empecé a escribir lo que observaba desde fuera y poco a poco me fui adentrando. Empezaron a invitarme a eventos como el Festival Internacional de Hip Hop, a moderar conversatorios sobre el tema, y también al programa de radio “Rap con Clase” en www.da-radio.com. Sucede que congenié muy bien con quienes dirigían la radio, tanto así que para el 2012 lancé mi propio programa, titulado “Políticamente Incorrecta”. La idea era combinar los mundos que me habitaban: el activismo, la poesía y la música. Por ese entonces ya era parte de la escena poética irreverente, ya había publicado poesía en algunas revistas y compilaciones tanto nacionales como internacionales. Pero lo más importante: estábamos haciendo lecturas colectivas desde lo que a una ciudad colonial aún le parece tabú.

    El programa de radio se emitía desde Oustanding, un estudio de Hip Hop en el cual empecé a conocer y convivir con raperos y productores musicales. Fueron ellos quienes al escuchar mi poesía rítmica empezaron a animarme a escribir mis letras sobre bases instrumentales. Y, como todo en la vida, comencé a implicarme sin saber que terminaría siendo tan importante para mí. Formamos un crew (nuestra tribu) que nombramos Última Dosis y con el cual empezamos a convivir en la tribu de tribus que llamamos Hip Hop.

    En realidad nunca pensé que alguna vez fuera a ser “rapera”. Yo grabé una canción para Colectiva Urbana, una compilación en la cual las mujeres que a finales del 2012 estábamos rapeando intentamos unirnos para promover nuestro trabajo. Digo intentamos porque trabajar colectivamente entre artistas siempre es un reto en el que hay que domar el ego propio, sin perderlo, claro. Luego me fueron invitando a eventos para los cuales trabajaba y estrenaba nuevos temas que parecían gustar; de allí, a los festivales nacionales e internacionales en los que ser “rapera feminista” de repente empezó a tener significados políticos para grupos organizados, pues son muy pocas las artistas que se nombran desde esta identidad 

    Ahora, dos años después, escribo este texto que empezó en los descansos entre fronteras por Centroamérica y concluye en el Distrito Federal de México. Me he acercado al trabajo de mujeres feministas a través de mis letras, no sólo interpretando mis temas sino también compartiendo mis saberes a través de talleres de rap con metodología feminista. He tenido oportunidad de compartir con mujeres en Guatemala y Centroamérica de la cultura Hip Hop con las cuales tratamos de abrir brecha en una escena musical dominada por hombres. Ha sido a través de esta cultura y esta forma de expresarme que he descubierto cómo equilibrar mis energías “femenina” y “masculina” en una síntesis que en escena me hace sentir éxtasis. Y también que tomar un micrófono, tomar la palabra o bailar en un cypher es un acto de valentía que me ha sacado a mí, y a muchas, del silencio y del rol de oprimidas para transformarnos en guerreras, en luchadoras.

    Nunca hago planes a futuro porque nunca se sabe a dónde me llevará la palabra y este don de portar la voz de muchas. Sólo sé que quiero seguir caminando y construyendo al lado de otras guerreras, espacios donde podamos darnos amor y fuerza, para abrirnos brecha en ese mundo donde a las mujeres nos han asignado papeles secundarios. La idea es romper ese libreto y ser las protagonistas principales, atrevernos a hacer, de una vez y por todas, la única revolución que aún no ha sido hecha. La nuestra.