Etiqueta: John Kelly

  • Kelly versus Valladares: los ajedrecistas

    La crisis política desatada por el intento del presidente Morales de expulsar al comisionado Velásquez posee un sustrato geopolítico que no debe ser pasado por alto.

    Y dentro de ese sustrato existen operadores varios que han buscado influir en los acontecimientos nacional e internacionalmente. Sin embargo, está claro que el mayor desafío geopolítico de la coyuntura es el vínculo entre los Gobiernos de Guatemala y Estados Unidos.

    Las diferencias de poder económico, militar y político entre ambos países y Gobiernos son enormes. Pero, en el marco de las relaciones cordiales y pacíficas entre Estados, es posible que los acontecimientos políticos permitan que los conflictos se diriman en escenarios donde la rivalidad sea menos dispareja de lo esperado. Y está claro que Estados Unidos no piensa utilizar su fuerza militar o su peso económico para lidiar con Guatemala. Así las cosas, el terreno diplomático y político parece ser el único espacio donde se ventilarán los intereses de sus respectivos Gobiernos.

    Al frente de la estrategia de Guatemala, como asesor principal del presidente Morales en esta coyuntura, se encuentra el embajador Acisclo Valladares. Se trata de un político y diplomático de larga presencia en la vida pública nacional, que ocupó notoriamente hace varios años la silla en la que hoy se sienta la fiscal general Thelma Aldana.

    Del lado de Estados Unidos operan diversos actores. Pero los acontecimientos han provocado una singularidad histórica al colocar en la silla del jefe de gabinete de la Casa Blanca al general retirado John Kelly, sin duda la autoridad política que mejor conoce Guatemala dentro de la administración Trump. Su conocimiento de nuestro país y de la región lo adquirió principalmente como jefe del Comando Sur entre el 2012 y el 2016 y luego como secretario de Seguridad Interna en los primeros seis meses del presente año, al frente de la política migratoria y de seguridad de fronteras de Estados Unidos.

    Valladares es un hombre muy inteligente y muy astuto en sus estrategias.

    Hablemos primero de la estrategia del embajador Valladares para el Gobierno de Guatemala. Como asesor del presidente y del canciller, ha orientado la marcha de los acontecimientos de los últimos días de manera decidida. El embajador posee vínculos estrechos con la Secretaría de Estado del Vaticano (y consecuentemente con el nuncio apostólico y con algunos obispos nacionales), así como con grupos empresariales y políticos de nuestro país (así como con diversos grupos políticos desde la centroizquierda hasta la extrema derecha). Estos vínculos pueden explicar acciones tan disímiles como la llegada sorpresiva del presidente a la sede de la Nunciatura el martes pasado, la coordinación por debajo de la mesa entre la Presidencia y líderes de la extrema derecha en su discurso anti-Cicig o el repentino estrechamiento de las relaciones diplomáticas entre Guatemala y Taiwán (el embajador Valladares ha representado en diversas ocasiones los intereses de Taiwán en nuestro país).

    Valladares es un hombre muy inteligente y muy astuto en sus estrategias. Todos los que lo conocemos personalmente guardamos un gran respeto por su talento político, por su agudeza de análisis y por su versatilidad táctica. En el actual contexto, sin duda ha sido una pieza vital, primero, para apoyar al presidente Morales a navegar las aguas turbulentas de la semana pasada hasta culminar en la reunión con el secretario general de la ONU en Nueva York y, segundo, para asesorar al presidente Morales luego de la acusación del MP y de la Cicig por financiamiento electoral ilícito el pasado viernes. Es difícil evaluar hasta qué punto pudo incluso haber influido en la decisión de declarar no grato al comisionado Velásquez. Pero lo que sí parece bastante creíble es que, una vez anunciada esa decisión, el embajador Valladares haya sido clave en el manejo de la crisis.

    ¿Qué busca el asesor del presidente en este contexto? Conociéndolo, sin duda se encuentra muy preocupado por la enorme influencia que han asumido la Cicig y el MP en la definición de quiénes deben enfrentar procesos judiciales. Probablemente considera que se han cometido abusos en las acusaciones de los últimos años, ya que incluso creyó firmemente en la necesidad de preservar la presidencia de Otto Pérez hasta sus últimas horas. El embajador ha sido un abogado vinculado con las élites de nuestro país, por lo que debe percibir con claridad los riesgos de una estrategia de persecución penal que no respeta ni el pedigrí ni los acuerdos entre la clase política y la empresarial. No es un amigo de la corrupción, pero tampoco cree que se deban judicializar la política y los negocios. Y es un guardián de las viejas tradiciones y del statu quo, tarea que realiza con mucha elegancia.

    A pesar de las virtudes personales y profesionales del embajador Valladares, es claro que su asesoría tiene un corolario lamentable: debilitar la lucha contra la corrupción y contra la impunidad en Guatemala. Y es en ese punto donde encuentra su némesis en el jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly.

    El embajador Valladares es un maestro de las negociaciones locales, y en eso su ajedrez lo coloca en ventaja frente a la estrategia de Estados Unidos.

    Kelly estructuró la política de Estados Unidos para Guatemala y la región siendo secretario de Seguridad Interna. La reunión en Miami del Plan Alianza para la Prosperidad en el mes de junio se celebró bajo su tutela y dirección, en la cual se estableció un matrimonio claro entre políticas de seguridad y de fomento económico. Sus objetivos son más simples y claros que los del embajador Valladares: disminuir los flujos migratorios hacia Estados Unidos a través de políticas de desarrollo socioeconómico y de represión a las redes de coyotes, así como desmantelar el poder de las redes del crimen organizado que han ido controlando el territorio y las instituciones centroamericanas. Para eso es clave el fortalecimiento de la persecución penal y de las instituciones de seguridad y justicia bajo el gran mantra de la consolidación de un verdadero Estado de derecho.

    Para Kelly, la Cicig es una pieza clave de su estrategia. Todo lo que debilite la comisión es una amenaza para la estrategia global de Estados Unidos en la región, y todo lo que contribuya a fortalecerla se recibe con los brazos abiertos. En este contexto, la asesoría del embajador Valladares y su influencia en la estrategia del presidente Morales no pueden ser vistas con buenos ojos. Menos aún si dentro de esa misma estrategia se incluyen operadores diplomáticos locales de alto nivel como el nuncio apostólico (dicho sea de paso, muy diferente a la posición de la Conferencia Episcopal, decididamente a favor de la Cicig).

    El embajador Valladares es un maestro de las negociaciones locales, y en eso su ajedrez lo coloca en ventaja frente a la estrategia de Estados Unidos. Pero ese país controla otros hilos de poder decisivos, y sus intereses no pueden ser dejados de lado de ninguna manera. La solución a la crisis actual pasa, por lo tanto, por un balance entre ambas estrategias, algo que no será fácil de alcanzar, dada la contradicción en los objetivos que persiguen a corto plazo.

    El juego de los ajedrecistas puede terminar en un empate (tablas, según el lenguaje de los maestros de esa disciplina deportiva). Pero lo que no es deseable es que la lucha contra la impunidad y la corrupción se debilite en este contexto. Por eso, en esta partida, y a pesar de mi amistad y mi afecto por el embajador Valladares, yo le apuesto al triunfo del general Kelly.

     

    Nota de edición: Después de publicada esta columna, el accionista principal de Tigo, Mario López, se comunicó con el autor para decirle que su impresión de que entre él y el embajador Valladares existen vínculos estrechos es incorrecta. López dijo que su relación se limita estrictamente al hijo del embajador, que trabajó en Tigo. Carrera solicitó que se introdujera esa enmienda en el cuerpo del texto (29/08/17 a las 14.00)

    notoriamente con Mario López, accionista principal de Tigo

  • El fracaso de las élites

    La reciente visita del señor John Kelly a Guatemala cumplió con todo lo programado: dijo al oído lo que a gritos se le ha estado diciendo a México.

    Vino como ministro del Interior estadounidense. Quiere decir que vino a hablar a Guatemala considerándola otro estado de la Unión Americana, menos libre que Puerto Rico, aunque tal vez más asociado que este.

    El señor Trump, que de manejo de los gestos y de los dobles mensajes sabe tanto como de demagogia, decidió dejar claro que el papel que a Guatemala se le ha asignado es el de una provincia molesta a la que hay que tener bajo control. Su canciller viajó a México, donde junto con el señor Kelly presentó al Gobierno mexicano lo que su presidente quiere que se haga con los centroamericanos.

    Kelly dejó claro que los migrantes, que tanta plata les traen a las élites económicas chapinas y tan pocos beneficios reciben, ya no podrán entrar a trabajar duro para enviar remesas. Allá ya están llenos. Y como el modelo económico estadounidense está haciendo aguas por todos lados, hay que hacer como que se hace algo para que los más sacrificados con las políticas neoliberales crean que ahora sí les puede tocar algo. El enemigo, les han dicho, no son los ejecutivos que se han quintuplicado los ingresos en empresas que solo reparten dividendos en la cúpula. Los enemigos son los hambrientos que, sin qué comer en su país, huyen a rifarse la vida porque al menos así tienen un hálito de esperanza, esa que en su país, Guatemala, está perdida.

    Lo repitió en todos los encuentros con palabras dulces y melosas. Y si bien su presidente decía allá a la misma hora que la operación de perseguir migrantes era ya una tarea militar, acá su emisario doró la píldora, pues, al final de cuentas, los trabajadores estadounidenses lo que leen son los periódicos en inglés, y en esos la cuestión de lo militar fue resaltada.

    Para rematar, el visitante hizo hincapié en el apoyo a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) y al Ministerio Público (MP) en la persecución no solo de los corruptos, sino de todos los que en épocas pasadas victimizaron a la población civil indefensa.

    Las élites económicas guatemaltecas y todos los que, como ellas, piensan que los gobernantes conservadores estadounidenses los aman, no tanto por su tez blanca, sino porque han sido y seguirán siendo sus aliados naturales, no saben ya para dónde mirar. Ellos, que lo apostaron todo a míster Trump y le hicieron novenas, rogativas y hasta cooperachas para su campaña, no entienden cómo no les retiran de inmediato al molesto embajador y cierran de una vez por todas la Cicig. Ellos, que en sus comunicados hacen profesión de fe fascista y afirman que «combatieron junto con ellos la amenaza soviética», se miran en silencio y no saben ya qué decir.

    De estas y otras extravagantes afirmaciones los estadounidenses se ríen a carcajadas, pues, si les retiraron el apoyo económico y político a los militares y a las élites desde el gobierno de Carter (1979), los ocho años de Reagan no fueron de amores y besos, como se puede confirmar con las quejas que Benedicto Lucas y Ríos Montt les hicieron en sus respectivos momentos. Los estadounidenses supieron desde antes que, más que combatir la guerrilla, el Ejército, con el beneplácito de las élites económicas, masacraba y torturaba a civiles y opositores desarmados y conformaba desde entonces una red de estructuras corruptas que apenas ahora comienzan a desmantelarse.

    Estados Unidos fue de los primeros en presionar a Guatemala en la cuestión de los derechos humanos y el combate de la corrupción, cuestión que, en su analfabetismo histórico, los liderazgos empresariales y sus asesores no logran entender porque, luego de proclamarse aliados, han creído que tienen mano libre para hacer con los ciudadanos de a pie todo lo que les plazca.

    Pero resulta que Estados Unidos ha vivido una evolución política y económica desde que en 1954 se lanzó a defender su empresa frutera, que era, además, de electricidad y de ferrocarril. Si en esa época se fueron con la finta de que acá imperaba el comunismo, pasados los años descubrieron que con esa cantaleta las élites económicas vivían sin trabajar ni invertir y los altos mandos militares no solo robaban al erario, sino que masacraban y torturaban. Lo que aquí se repite como denodados combates contra comunistas allá se conoce como masacres contra civiles desarmados. Y hay harta información para ratificarlo.

    En la actualidad no hay en Guatemala empresas o industrias estadounidenses de envergadura. Donde el movimiento social y popular tiene mayores críticas (los casos de la minería, las hidroeléctricas o los monocultivos agroindustriales), el capital extranjero es de otras nacionalidades, aunque opere con bancos situados en Estados Unidos. Esto ha permitido que los estadounidenses vean los problemas del país desde otra perspectiva, lo cual los ha hecho mucho menos conservadores y reaccionarios que lo que sus aliados locales esperarían.

    Si sostuvieron a Pérez Molina hasta el final fue porque temían una ruptura institucional que les produjera incertezas. Y si lo apoyaron con todo para llegar al poder era porque se habían tragado la píldora de que era el general de la paz y de la honestidad.

    Es por ello que continúan apostando y apoyando a la Cicig y al MP y hacen oídos sordos al bullicio histérico de quienes quieren poner a Iván Velázquez de patitas en la calle. Guatemala no es Siria, Israel o Afganistán, donde deben tragarse a los corruptos y apoyar sus ejércitos sanguinarios porque allí tienen intereses económicos y geoestratégicos.

    Y eso lo tienen cien por ciento claro los actuales gobernantes estadounidenses. A ellos lo único que les importa es que a su frontera no lleguen trabajadores que les compliquen su discurso interno de la estabilidad y el trabajo para los blancos. Ellos quieren dosificar el volumen de inmigrantes y de drogas, en números manejables y redituables, por lo que todo exceso o liberalismo será duramente castigado.

    Paradójicamente, Guatemala, la de los pobres, la de los defensores de los derechos humanos y la de la lucha contra la corrupción, tiene en Estados Unidos un aliado. Aun ahora, cuando lo gobierna un megalómano populista. Y tal parece que eso no lo han entendido la élite económica ultraconservadora y perezosa, los militares corruptos y perpetradores de crímenes contra la humanidad y todos los que aún creen que el mundo entero se detuvo en 1954.

  • Ante las locuras fascistas de Trump

    Las esperanzas de que Trump actúe con sensatez y de que prevalezca la fortaleza institucional de los Estados Unidos de América (EE. UU.) están desvaneciéndose.

    Conforme Donald Trump continúe moviendo su país hacia un régimen fascista, las esperanzas de que la institucionalidad democrática de los EE. UU., basada en un equilibrio estable entre pesos y contrapesos en las cuotas de poder, están demostrando ser una falacia amarga. Los paralelismos entre los EE. UU. de Trump y la Alemania nazi de Hitler son cada vez más intimidantes.

    Las órdenes ejecutivas recientemente firmadas por Trump rayan abiertamente en el fascismo puro y duro, agresivo, racista, xenófobo, nacionalista fanático y populista. Trump prometió deportaciones millonarias, a lo que muchos reaccionaron con incredulidad. Pero por algo está allí la historia. Y si la Alemania de la década de 1930 pudo hacerlo, incluyendo el Holocausto, definitivamente con menos recursos que los que hoy tienen los EE. UU., deberíamos considerarlo un riesgo muy real.

    Las esperanzas son cada vez más precarias. Por ejemplo, algunos esperan que el nombramiento de John Kelly como secretario del Departamento de Seguridad Nacional sea un motivo de esperanza. Esto, porque cuando este exmilitar estadounidense estuvo a cargo del Comando Sur conoció las realidades de la región y porque además él ha expresado opiniones que ponen en duda medidas como la del muro en la frontera sur, por lo cual podría prevenir que Trump implemente locuras para Centroamérica. Pero, como me dijo un amigo estadounidense, semejante esquema es más motivo de preocupación porque «antes exigíamos que los militares se supeditaran al poder civil, pero con Trump la esperanza es que los civiles sigan las indicaciones de un militar como Kelly». ¡Vaya esperanza!

    En todo caso, en la región deberíamos estar implementando medidas de impacto inmediato y reformas estructurales para prepararnos lo mejor posible en caso de que ocurra lo peor. Sin embargo, esta necesidad urgente contrasta con las estupideces que está profiriendo Melanie Müller, a la sazón la flamante nueva secretaria de la Comisión Nacional de Atención al Migrante de Guatemala (Conamigua). En lo personal, desde ya denuncio y rechazo el nombramiento de Müller para la que es ya una posición de la más alta importancia y responsabilidad.

    En lo estructural, las cifras muestran que el modelo económico prevaleciente de privilegiar las exportaciones y la inversión extranjera directa no funcionó, no está funcionando y ciertamente no es lo más adecuado para enfrentar las políticas fascistas de Trump. De hecho, este modelo demostró favorecer la marginación y la exclusión socioeconómicas al punto de que son quienes fueron expulsados, las hermanas y los hermanos migrantes, quienes desde hace ya muchos años sostienen el sector externo de las economías de los países del Triángulo Norte centroamericano.

    Por eso el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi) hizo un llamado a cambiar este modelo económico promoviendo diálogos democráticos que hagan reflexionar sobre esta realidad con el objetivo de impulsar pactos sociales y fiscales que aumenten la integración centroamericana, al tiempo que se ponen en marcha sistemas económicos y fiscales más democráticos y comprometidos con el desarrollo, el crecimiento económico endógeno y el bienestar social.

    Creo que los riesgos son de la mayor gravedad y que Trump ha demostrado que tiene toda la intención de cumplir sus más agresivas ofertas de campaña electoral. Esta situación reduce drásticamente el margen para errores. En lo estructural tenemos décadas de atraso. Y en lo inmediato, la flamante nueva secretaria de la Conamigua demuestra que los nombramientos y las decisiones clave están más al servicio de la vieja política que de la sensatez y la responsabilidad.

    Con temor y preocupación solo espero que la tragedia que se avecina no alcance la magnitud de lo que el fascismo causó hace 85 años.