Etiqueta: Cristina Siekavizza

  • Cinco años de agonía

    Han pasado 1 830 días desde el 6 de julio de 2011. Esa noche fue la última vez que alguien vio a Cristina Siekavizza con vida. Desde ese trágico día, el dolor, la angustia y la frustración se instalaron en el entorno familiar y social de la joven mujer, esposa de Roberto Barreda de León, sindicado por su muerte, un hombre que es hijo de dos poderosos jueces con fuertes lazos con el poder político que procura impunidad.

    Las cortes nacionales han mostrado ser, en este caso, la peor rémora que en la búsqueda de justicia pueda enfrentar cualquier persona. Al dolor que representa la desaparición de su hija, los padres de Cristina han tenido que sumar el brazo de la impunidad y la corrupción. La familia Barreda de León consiguió que un tribunal de familia prohibiera en julio de 2011 que los abuelos maternos se acercaran a los hijos de Cristina. Así lograron iniciar el cerco que culminó con la fuga del agresor, Roberto Barreda de León, quien logró documentos falsos con registro auténtico en Migración para huir del país y secuestrar a sus hijos.

    Durante más de dos años permaneció en el sur de México, disfrutando del apoyo que desde Guatemala enviaban familiares y amistades. Los mismos que lo ayudaron a destruir la escena del crimen, en su casa de habitación, así como a deshacerse de la evidencia: el cuerpo de Cristina. Merced a los contactos de la madre de Roberto, Ofelia de León de Barreda, exmagistrada y expresidenta de la Corte Suprema de Justicia, el perpetrador logró fugarse y evadir la justicia. Ahora, encarcelado, aún sigue disfrutando de la impunidad sin que los tribunales avancen en el conocimiento de este crimen, que debe llenarnos de vergüenza.

    Cristina Siekavizza está desaparecida, como lo están más de 14 000 mujeres desde 2003. Ni ella ni las desaparecidas son una cifra más. Son personas, mujeres, cuyas vidas han sido marcadas por la violencia de género, a la cual abona la impunidad estructural. Procurar justicia para Cristina es procurar justicia para cada mujer que es agredida.

    Acompañar a la familia de Cristina es una necesidad social que debe trascender divisiones de cualquier tipo. Eso lo ha entendido a la perfección la Fundación Sobrevivientes, la cual desde el inicio ha sido un destello de consuelo para la familia de Cristina, así como para los miles de mujeres que apoya en su quehacer. Los diez años de existencia de la entidad iniciada por Norma Cruz llegan de la mano de los cinco años de reclamo por la vida de Cristina.

    Un esfuerzo que hace que tanto la fundación como la familia se enfrenten a la arquitectura de la impunidad y de la corrupción. Los tentáculos de los Barreda de León trascienden los límites del Organismo Judicial y alcanzan unidades de la Policía Nacional Civil, así como del mismo Ministerio Público. Son tan extensos que han llegado también a los servicios de seguridad presidencial de dos gobiernos, así como a contactos estructurales con la misma presidencia de Otto Pérez Molina, hoy procesado por ladrón.

    De esa suerte, si alguien quiere entender cómo operan las estructuras de impunidad y de comportamiento criminal en el Estado, solo necesita adentrarse en este caso. Una joven mujer, madre de dos niños, vivió sometida a violencia de género por parte de quien fuera su esposo y el padre de sus hijos. A tal grado que toda la evidencia apunta a su asesinato como corolario de una práctica de agresión constante. Un crimen cuyo perpetrador, en complicidad con sus padres, familiares y amigos, pretende que quede sin sanción.

    Pero la agonía de los padres y amigos de Cristina ha de concluir no solo con la justicia que merecen, sino con la ubicación del cuerpo de su niña. Esa es también la llama de esperanza que llega y debe mantenerse encendida con la compañía y el reclamo social por que se alcance.

  • Cristina y el pasado

    Roberto Barreda y su madre, Ofelia de León, fueron enviados a juicio por la desaparición de Cristina Siekavizza. Esto supone un logro vital, pues este es un caso insignia, como lo son todos los que representan a muchas víctimas que jamás serán juzgadas. Es un violín que chilla esperanzadoramente en un cuarto solitario.

    Este tipo de proceso supone una gran labor debajo, que no se mira cuando escuchamos o leemos las noticias. Son decenas de personas detrás reconstruyendo una historia con datos fidedignos para convencer al juez de la probabilidad de una condena.

    Además de los fiscales e investigadores, este logro es de un grupo de mujeres que con verdadero compromiso se han metido de lleno a la búsqueda de la verdad. Se creó Voces por Cristina con liderazgos notables como el de María Fernanda Gallegos o el de Tanya Lizárraga, mujeres valientes que no han cesado, que han acompañado a la familia Siekavizza en este laberinto escabroso que conlleva la desaparición de un ser querido.

    ¿Se imaginan esa angustia? ¿La incertidumbre de no saber, de no querer perder la ilusión de que un día milagroso la persona entre por la puerta y de que todo haya sido una pesadilla de mal gusto? ¿Y el transcurrir de los años? La vida pasa a dedicarse por completo al caso, a los expedientes, a hablar con la prensa, a ir a los tribunales, a forjar una coraza invencible. Brota una flor de la pura necesidad de resiliencia.

    Porque el camino ha sido espinoso. Fueron años de búsqueda de Barreda, de su huida a México con los niños, de que fuera hallado, de lo que decían las computadoras, de que se cambió el nombre, de que la jueza anterior dijera que sin el cadáver no se comprobaría el femicidio, de que la madre de Barreda, por haber sido presidenta de la Corte Suprema, tenía tentáculos por todos lados… Hasta que se llegó a esta audiencia puntual y dejó un sabor generalizado de justicia.

    Recuerdo cuando este año fui a un coloquio en el cual se abordó este tema, el de la falta de independencia judicial, el del litigio malicioso, el del rol de la víctima en los procesos. Y llegó alguien de Voces por Cristina que cuando habló, luego de escuchar a quienes después de 30 años persistían en la búsqueda de sus familiares desaparecidos en el conflicto armado, dijo que los entendía, que el sentimiento era el mismo.

    Atajó en el salón de ese hotel un rayo que rompió el tiempo ideológico, las ropas, incluso las lenguas, pues muchos de ellos hablaban en su idioma maya natal. Nació una conexión de realidad a partir del sufrimiento y de la indignación de conocer en carne propia el paredón de la impunidad construido por quienes viven del poder.

    Allí se ve que, con resoluciones como la que emitió el juez Miguel Ángel Gálvez este jueves, esa enorme tapia de concreto que sostiene a tantos criminales ha perdido fuerza. Fue un piochazo más para rajar la estructura que ha consentido la desaparición de Cristina y de tantos otros.

  • El judicial: otro sistema a depurar

    Estos cuatro años pueden haberles parecido siglos. Es la carga emocional que para una familia representa la búsqueda de una persona desaparecida. Ha sido el peso que la familia Siekavizza ha llevado sobre los hombros en busca de respuestas sobre el paradero de Cristina, una mujer, hija, hermana, esposa y madre víctima de la violencia de su esposo y del sistema.

    Del sistema, ya que los lazos familiares del perpetrador, Roberto Barreda de León, le facilitaron el encubrimiento del crimen en los primeros días. Le permitieron los pasos para la fuga y el secuestro de los hijos de la pareja y han mantenido el proceso judicial trabado en un cuello de botella. La madre, Beatriz Ofelia de León, expresidenta de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), pervirtió el juramento como profesional y como funcionaria al buscar los vínculos que ayudaron al crimen y a su encubrimiento.

    Dos gobiernos, dos administraciones judiciales, y el caso continúa en el parqueo, estancado a voluntad de un sistema que vuelve a victimizar a Cristina al negarle la justicia que merece y merecemos. Sí, que merecemos porque, como sociedad, nos golpea la violencia contra cada mujer. Contra Cristina o María o Mindi. Y es una violencia que se multiplica cuando la institucionalidad llamada a proteger o reivindicar solo funciona para dotar de impunidad a los responsables.

    Retomar el caso de Cristina es también demandar la depuración del sistema que ha sido disfuncional para la sociedad y para las víctimas. Si, como señala Norma Cruz, hay involucrados personeros en el Ejecutivo y en el Legislativo, a lo que se suma la inacción del Judicial, en efecto se trata de un crimen de Estado, de un crimen en el cual se ponen en evidencia las redes de corrupción e impunidad que tanto daño le han causado a Guatemala.

    Ya se dijo antes. A diferencia del juez de la dignidad, César Barrientos, Ofelia de León no dudó en utilizar sus nexos para procurar que su hijo se librara de la justicia. De ahí que también surjan dudas en torno al papel de Blanca Stalling, magistrada de la CSJ, respecto a la situación de su hijo, ligado a proceso por el caso de corrupción en el Seguro Social. Stalling únicamente ha pedido un mes de permiso, pero no es suficiente. Y no lo es por cuanto ella misma aparece mencionada en los elementos de prueba que ya han sido presentados.

    La familia, las amistades y las Voces por Cristina no deben quedarse solas en su reclamo de justicia. Además de la demanda por la limpieza y sanación del sistema, es menester enarbolar la bandera por este caso, que desnuda de cuerpo entero el andamiaje de la podredumbre y de la cañería de la corrupción que hace falta destapar.

    El juez Barrientos ofrendó su vida como única salida dejada por colegas que buscaron cercarlo mediante el chantaje con el caso de su hijo. Por el contrario, la jueza De León utilizó sus redes para proteger a su hijo del proceso por el crimen contra su esposa. La jueza Stalling, hasta ahora, amparada por sus colegas, se toma un mes de permiso, como si el proceso judicial contra su hijo o ella misma se dirimiera en 30 días.

    El sistema de justicia se encuentra también en entredicho. Es necesario que avancen por buen camino todos los casos, tanto los de corrupción y pillaje contra el Estado como aquellos relacionados con crímenes como la desaparición y el casi seguro asesinato de Cristina. Si el movimiento social ha sido implacable con sus reclamos al Ejecutivo, que ni el Legislativo ni el Judicial se duerman en sus laureles porque el cansancio es general contra el sistema que los incluye.