He escuchado y leído críticas a la Asociación de Estudiantes Universitarios Oliverio Castañeda de León (AEU).
Con frecuencia se escucha que son unos «muchachitos», que «la AEU ya no es lo que era antes», que son de la izquierda «rosalila» y, por una actividad propuesta (ya no realizada) con la Embajada de Estados Unidos en el marco de las celebraciones del orgullo LGBT, que son unos «vendidos» y que ya tienen ¡visas y trabajo en la embajada!
La AEU se defiende sola, pero quisiera hacer alguna observación en torno a los ataques que se le hacen, sobre todo en cuanto al que se refiere a que la AEU y el movimiento estudiantil ya no son lo que eran. Y en lugar de lamentarlo, quiero celebrar que, en efecto, son distintos.
El movimiento estudiantil y la AEU de hoy rompen con un largo período de 17 años en el cual las mafias se adueñaron de la AEU y, sobre todo, en los últimos años, de la ilegal Comisión Transitoria. Lo que había allí eran estudiantes/delincuentes que lucraban de muchas maneras con la institucionalidad, que amenazaban y violentaban a los estudiantes que se les oponían y que servían de fuerza de choque para intereses oscuros (que continúan en la USAC). Robos y agresiones eran parte de lo que hacían, mediante los cuales usurpaban la representación estudiantil.
Con las elecciones de 2017, en las que ganaron Frente y Lenina García como primera mujer elegida como secretaria general, se pone fin a lo que constituía una tremenda vergüenza para toda la USAC. Dicho triunfo se debió al trabajo de muchos estudiantes de distintas asociaciones, que se esforzaron en ello pese a amenazas y dificultades. No en balde las mafias aglutinadas en la Huelga de Dolores todavía siguen aferrándose a sus privilegios ilegales y atacando a este nuevo movimiento estudiantil.
Ese es uno de los aspectos centrales que, me parece, no se le perdonan a la AEU actual: que ya no vive en una lógica de militancia revolucionaria.
Además, la AEU y el movimiento estudiantil actuales son distintos a los existentes durante la guerra. Tienen que serlo. Las condiciones ya no son las mismas. Para bien y para mal, el movimiento estudiantil universitario estuvo ligado al movimiento revolucionario y a las condiciones de guerra existentes. Ello les proporcionó estructura y proyecto político, aunque a un costo muy alto, de tal cuenta que cientos de estudiantes fueron asesinados por su doble militancia, estudiantil y revolucionaria, incluyendo a Oliverio Castañeda de León.
Ese es uno de los aspectos centrales que, me parece, no se le perdonan a la AEU actual: que ya no vive en una lógica de militancia revolucionaria. Por supuesto que tiene una herencia y una tradición: desde el nombre de la agrupación (Frente) hasta su proyecto de la Casa Oliverio Castañeda de León lo dejan ver.
Pero ya no actúa bajo la lógica existente durante el enfrentamiento. Sus integrantes pertenecen a otra generación, con otros retos y desafíos. Puede ser que encuentren dificultades para encontrar un horizonte político o que no sea el que uno quisiera. En todo caso, lo que se puede buscar es entablar un diálogo sincero, abierto a críticas y discrepancias.
Una AEU fuerte es buena para el movimiento social y popular, para la resistencia política, como lo demuestran las protestas de 2017 y 2018, así como el jalón de orejas a la administración de Murphy Paiz y al Consejo Superior Universitario cuando los fueron a interpelar porque comían tranquilamente en La Estancia (y, ojo, la administración universitaria dista mucho de haberse corregido).
Lo que creo es que hay muchas críticas injustas provenientes del entendimiento de una tradición estudiantil perteneciente a otro momento histórico, ligado a las organizaciones revolucionarias. No advertir el cambio y creer que todos los tiempos anteriores fueron mejores son fuente de error en el juicio y la apreciación del momento que corre.