¿Habremos tocado fondo?

Autor: Luis Mack luismack@gmail.com

Un día después de las elecciones generales 2011, la sensación que invade a muchos guatemaltecos es la del desaliento: una vez más, la maquinaria del dinero, la descalificación y la propaganda vacía de contenido, triunfó de nuevo, haciendo que tengamos muy pocas razones para celebrar.

En el “recuento de los daños”, diría una canción de Gloria Trevi, no termino de visualizar qué es lo peor: si es el hecho de que los candidatos del primero y segundo lugar rompieron todas las reglas electorales como las de la regulación del monto de campaña y la obligatoriedad de no hacer campaña anticipada, o si es el hecho de que en segunda vuelta tenemos que escoger entre un candidato terriblemente malo y uno mucho peor, o si es que me molesta más que estamos obligados a seguir oyendo las promesas vacías de contenido, las cancioncitas pegajosas y los debates sin sentido durante dos meses más.

En el resto de las elecciones de 2011, la situación es igual o peor: hay una larga lista de diputados y alcaldes reelectos, o de familiares o incondicionales de quienes se reeligen, que tenemos como “premio” a la campaña electoral 2011 una gran lista de personajes políticos poco idóneos que tendremos como «autoridades» que hay que soportar durante cuatro años.

Ante la abrumadora evidencia que los partidos políticos son inexistentes, y que su estrategia de triunfo se basa en obtener grandes sumas de dinero de dudosa procedencia y estrategas que solo venden “fantasías” que cumplen su función de engañar, la conclusión es que la pregonada “democracia” guatemalteca necesita una refundación desde sus cimientos. Sin embargo, la mayor paradoja es que quienes tienen el poder de cambiar las reglas, son precisamente quienes menos les interesa cambiarlas; además, los mismos actores sociales están más preocupados con la aprobación de otras leyes, de manera que la reforma del sistema electoral no es la prioridad de nadie: todos se olvidan de las elecciones, hasta que empieza la campaña electoral y de nuevo vuelven a manifestarse con fuerza los problemas de la democracia electoral.

No nos engañemos: mientras no obliguemos al sistema a entrar en un debate serio, mesurado y profundo sobre las reglas electorales, las posibilidades de construir un mejor país son prácticamente nulas.

  • Luis Mack

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    Luis Mack luismack@gmail.com
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