Adela contra Sandra

Autor: Alejandro Flores alejandro@plazapublica.com

Varias pueden ser las hipótesis para analizar el actuar de la candidata por el Partido Acción de Desarrollo Nacional (ADN), Adela de Torrebiarte, en el pleito contra Sandra Torres.

Analicemos solamente dos alternativas.

A: La primera hipótesis consiste en asumir que es cierta la intención de la candidata para que se haga respetar la ley, su preocupación por fortalecer las instituciones y el Estado de derecho en Guatemala.

B: Como segunda hipótesis propongo considerar que el sentido de sus acciones deriva directamente de su pobre papel en la contienda electoral y la urgencia por capitalizar votos de donde sea posible. Si bien varias de las candidaturas más significativas del partido han sido ocupadas por finqueros criollos de rancio pedigrí (exceptuando, claro, a los demócrata-cristianos recientemente adheridos), los ansiados financiamientos de campaña nunca llegaron, debido, más que nada, al deficiente desempeño mostrado en las encuestas (nunca salió del último lugar). Ante eso, el cálculo de Torrebiarte habría consistido en una estrategia para apoderarse del caudal pasivo de votos anti-Sandra (Sandra funge como un chivo expiatorio de todos los males del país basado en una mezcla de racismo, sexismo y resentimiento de clase reproducido por sectores medios identificados con los criollos), que en ese momento estaban siendo monopolizados por el Partido Patriota. La reflexión es, entonces, evidente: si de Torrebiarte se convierte en la punta de lanza del odio anti-Sandra, podrá acumular votos suficientes, por lo menos, para que la primera elección de ADN no fuera el nacimiento de un muerto. De esa cuenta, la interrogante es: ¿ganaría de Torrebiarte, mediante la capitalización de ese caudal electoral, el favor de los criollos de la élite económica?

Sobre la hipótesis “A” (del fortalecimiento del Estado de derecho y la defensa de la Constitución), se podría pensar que pudo haber sido plausible a lo largo del trabajo que de Torrebiarte realizó con Madres Angustiadas; sin embargo, se torna problemática desde el momento en el que es analizado su pobre actuar en el Ministerio de Gobernación, cuando no hizo absolutamente nada para combatir seriamente la impunidad estructural en la última parte del gobierno de Oscar Berger. La ahora candidata entró al Ministerio inmediatamente después de una de las más significativas crisis nacionales en materia de seguridad, tras haber quedado evidenciado que agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) participaron directamente en el asesinato de los diputados salvadoreños al Parlamento Centroamericano y el robo de varios millones de dólares que llevaban en el carro (dineros que “nadie sabe” adónde fueron a parar). No había más duda de la penetración de estructuras paralelas (vinculadas a poderes económicos “legales”) en la PNC.

No fuimos pocos quienes en ese momento pensamos que, a partir de ese hecho, se daba la coyuntura ideal para llevar a cabo una reforma radical de la Policía guatemalteca, que se acompañaría de la urgente lucha contra la impunidad. Fueron alentadores indicios, el voto de desconfianza emitido por el Congreso de la República para retirar de su cargo al ministro de gobernación, Carlos Vielmann, así como del exdirector de la PNC, Erwin Sperisen.

Sin embargo, de Torrebiarte no mostró la mínima preocupación por depurar la institución policial que mostraba haber sido penetrada por redes paralelas de poder que, aparentemente, derivaban directamente del Cacif (no hay que olvidar que Vielmann y Sperisen eran de sus piezas más importantes en ese período de gobierno, debido al trato violento que dieron a campesinos en desalojos de fincas ocupadas).

De esa cuenta, la hipótesis “A” queda seriamente cuestionada y, por lo mismo, es poco plausible. ¿Por qué hoy sí le interesa a de Torrebiarte que se cumplan las leyes (en el caso de la “shuma” fea de Sandra), mientras le valió un comino cuando tuvo todo a su disposición para hacerlo (en el caso de los finos canchitos Vielmann, Sperisen y sus secuaces del Cacif)? Siento mucha hipocresía y oportunismo de poca monta en todo esto.

Sobre la hipótesis “B” (aprovecharse del odio antisandra), no tengo aún argumentos que contradigan; al contrario, al ser ella la única candidata en efectuar esa “noble labor” las evidencias la confirman. ¿Usted qué piensa: son “A” o “B” correctas? En el caso de que escoja la segunda opción (que es la que yo apoyo), surgen más interrogantes: ¿se estará preparando Adelita para llegar a ser la candidata pura sangre de los criollos para el 2016? De ser así, ¿les interesará a los demócrata-cristianos ser parte de una alianza con los sectores más reaccionarios y nefastos del país?

Yo no estoy interesado en ir a votar, ya he dado mis razones en otras columnas (mi decisión no es coyuntural sino estructural). Hago esta reflexión, sin embargo, como una contribución para aquellos que crean aún en el voto consciente o que apuestan por la participación en los partidos. 

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