Hacía mucho calor. Me dejé vencer por la tarde y me acosté a mirar la televisión abriendo un par de cervezas heladas. Buenas noticias: Honduras contra todo pronóstico le ganó en el fútbol a España y Ana Sofía Gómez, la gimnasta guatemalteca, pasó primera de su grupo.
Vaya forma de cambiarte un domingo. Me vi la participación entera de la guatemalteca, narrada por unos cubanos, mientras seguía sofocado, asiéndome a las botellas. Y claro, como era de esperarse, todo el mundo feliz con el evento.
El deporte tiene ese efecto. Es capaz de inspirar. No porque uno crea que puede ir a hacer equilibrio en las vigas de esa manera, sino porque te hace pensar que todavía puedes dar más, como el esfuerzo que seguro le pone Ana Sofía a su carrera.
Y ahí viene el contraste. Por otro lado Teodoro Palacios Flores, una leyenda deportiva, una gloria nacional, sufría el abandono y el olvido, como lo relata una nota de El Periódico. Le fue concedida una pensión mínima, que luego aumentó por el descontento general. Pero vamos, el asunto es que ha vivido todos estos años al margen, a la sombra, como si su trabajo al final no hubiera servido para mucho.
Es lo que te hace sentir la manera en que este país trata a sus atletas, a sus artistas, a sus intelectuales. Toda esta gente que se esfuerza por dar más. Por entregar mucho de sí, a cambio de llevarnos a nuevas fronteras, hasta donde creíamos no poder llegar.
Supongo que es más fácil recordar un asesino que un héroe. Basta nombrar la cantidad inmensa de monumentos erigidos en la ciudad a generales y dictadores, o los pasos a desnivel, con nombre de tiranos.
Ni hablar de las pensiones que cobran los ex presidentes. Es mucho más rentable destruir que construir. Quizá esa sea una fotografía del país macho que somos, como dice Martín. Un grupo que se impulsa a la violencia y cercena toda actividad que no sea de ella. Como el deporte, como el arte.
Puedo citar innumerables casos de deportistas que he visto pasar de la gloria a la desgracia. Como los galgos y los caballos cuando después de haberles sacado provecho, los abandonan como si no valieran nada. Basta con mirar las noticias de hace dos décadas y preguntarse dónde están los protagonistas de las victorias. Ni hablar de las derrotas.
Vamos, que obligadamente me recuerda a la historia de los animales usados en las carreras. Sobre cómo les abandonan de inmediato y les dejan morir, o impunemente les envían a los mataderos. Triste. Sobre todo porque el país entero sostiene una deuda con su trabajo.
Ni hablar de la gente que se dedica a la ciencia o al arte. El otro día como un ejercicio triste, sumé el dinero que he ganado escribiendo durante los once años que llevo de hacerlo y se me publica. Podría pagar la renta de un mes y comprarme una lata de frijoles. Es todo.
Y claro, no es que uno espere hacer fortuna escribiendo. Siempre lo supe, por eso estudié otra carrera relacionada que me asegurara un ingreso. Pero con ello el desfase: escribir es un oficio que consume mucho de mi energía, de mi tiempo.
Imagino la enorme cantidad de horas que entrena un atleta como Ana Sofía para llegar ahí. A qué hora podrá sostener sus estudios. O lo que mis amigos, invierten en hacer una obra, o investigar un problema de ciencia.
Eso ya es un trabajo, pero somos incapaces de reconocerlo. Es como si dijéramos que para ser artista, científico o deportista, hay que tener una fortuna; lo cual es igual que decir que quien es pobre no tiene derecho a manifestarse ni deportivamente, ni artísticamente, ni en la ciencia. Que vaya a hacer fortuna primero y luego venga a decirnos lo que tenga que decir.
A veces me pregunto qué dirán los libros de historia del 2112 sobre la literatura. Sobre toda esta gente que ahora está creando contra la corriente, sobreviviendo en algunos casos con muy poco, mientras que a su trabajo le sacarán provecho muchos.
Yendo un poco más cerca en el tiempo, ¿qué será de Ana Sofía cuando tenga la edad de Teodoro Palacios? Habrá un estadio con su nombre, uno en el que no puede entrar. Se hablará de sus logros, como si después de ellos hubiese dejado de existir, como los galgos, como los caballos de carrera. O se hará justicia y se retribuirán sus esfuerzos por hacernos sentir que podemos ser mejores, que podemos triunfar a pesar de todo, que nuestros límites son nada, si ponemos el corazón.
Que la gente haya protestado por la pensión de Palacios Flores me parece un buen inicio. Que el gobierno haya escuchado la protesta me parece mucho mejor. Habrá que dar los siguientes miles de pasos que faltan para que esto no quede ahí.