Comenzó su viaje hace 10 años y no hace más de cuatro días posó a Philae, un vehículo robótico, sobre el núcleo del cometa 67P/ Churyumov-Gerasimenko. Uno de los hitos más grandes de la humanidad.
El siglo XX tuvo la distinción de ser el de los avances científicos, cien años atrás, inimaginables para el hombre. De volar no más de 100 metros en el primer intento del brasileño Santos Dumont, el hombre surcó la estratósfera, llegó a la Luna y colocó productos tecnológicos en Marte. De realizar cirugías casi como se practicaba la disciplina quirúrgica en la Edad Media, en tan solo veinte años se pasó a la era anestésica y antibiótica disminuyendo la mortalidad operatoria y postoperatoria. De correos primitivos a pie y a caballo, se llegó en los lugares más recónditos del planeta a la telefonía inalámbrica y móvil.
Ya en el siglo XXI, se ha alcanzado el espacio interestelar con la Voyager 2 y se ha conseguido posar un robot en un cometa.
Contraste de contrastes.
¿Cuánto habrá costado semejantes proyectos? ¿Podríamos en los países de Tercer Mundo cuantificar a ciencia cierta el monto de semejantes hazañas? Yo creo que no. Empero, sí podemos cuantificar a las personas que mueren de hambre cada día, tener indicadores de la pobreza extrema que nos agobia y datos certeros de la prevalencia mundial del VIH. Por ejemplo: «Se estima que 22,5 millones [20,9 – 24,3 millones] de personas que viven con el VIH, o el 68% del total mundial, corresponden a África subsahariana. En la actualidad, ocho países de esa región contabilizan alrededor de la tercera parte de todas las nuevas infecciones por el VIH y las defunciones por sida en todo el mundo».
El proceso del mal llamado aterrizaje del robot se completó en siete horas. Ya tomó fotos de la superficie, está haciendo análisis de gases y como si fuera poco, también analizará la estructura interna del cometa.
Contraste de contrastes.
En Guatemala, país de Tercer Mundo pasando a Cuarto, nos toma a veces cuatro horas atravesar la capital sea en transporte público o vehículo propio, no sabemos qué tipo de gases respiramos e ignoramos en qué zona o calle se abrirá el próximo agujero similar al del Barrio San Antonio, tragándose como agujero negro, cuanta cosa y ser vivo esté en la circunscripción de su diámetro.
Rossetta llevaba y lleva un rumbo exacto, un objetivo exacto y la misión de «ayudarnos a comprender mejor el origen y la evolución del sistema solar e investigar la relación de los cometas con la aparición de la vida en la Tierra».
Contraste de contrastes.
En nuestro país ignoramos completamente nuestro origen, tenemos una historia trasegada y, honestamente, no sabemos hacia dónde vamos. La nefasta clase política y el tipo de gobernantes que hemos tenido nos han conducido a una especie de Gargantúa cuyo espacio posterior es incierto y quizá caótico.
Pero, sea cual sea nuestro ser y estar en Guatemala, insisto: país de Tercer Mundo pasando a Cuarto, debemos —como humanas y humanos que somos— alegrarnos del éxito alcanzado por la Misión Rossetta dirigida desde la Agencia Espacial Europea. Indudablemente, estamos viviendo una era diferente a la época en que nacimos quienes rebasamos los 50 años.
Valdría la pena sí, aunque sea utópico, pensar cómo podría lograrse un mejor equilibro entre el opus humanum y el opus servile.
¿Querrían los países de Primer Mundo embarcarse en la aventura de trabajar para mitigar el sufrimiento humano? (opus humanum). ¿Estaríamos los países de Tercer o Cuarto Mundo en condiciones de aceptar ese opus al servicio del bien o, utilizaríamos esa ayuda perversamente? (opus servile). De momento, tengo mis dudas.
Como sea, en cuanto la Misión Rossetta, bienllegada sea la humanidad al espacio interestelar y a la superficie de los cometas.