Un mes atrás fue presentado en nuestro país el Informe del Estado de la Región 2011, iniciativa dirigida por el Programa Estado de la Nación, con sede en Costa Rica bajo la tutela de los Rectores de las cuatro universidades públicas y la Defensoría de los Habitantes de la República, de ese país centroamericano.
Investigadores de IARNA-URL hemos contribuido en los dos últimos informes y en esta ocasión –el informe 2011–, lo hicimos en torno al capítulo que aborda el “Desafío de Enfrentar el Cambio Climático” en la Región. Traslado los principales hallazgos.
Como síntesis del punto de partida para el análisis, el Informe expone. “El cambio climático plantea una situación contradictoria: el Istmo es responsable de menos del 0.5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), pero es reconocido como el “punto caliente” más prominente de los trópicos; es decir, la zona del mundo potencialmente más vulnerable a sus impactos. Aunque se trata de una factura en gran parte ajena, la región también ha aportado degradación ambiental y deforestación, usos insostenibles de energía y desorden urbano, que no la eximen de responsabilidad global. Sin descuidar las acciones para disminuir esos aportes, prepararse para mitigar las repercusiones de este fenómeno es el desafío más apremiante para la débil institucionalidad y la escasa capacidad de adaptación de Centroamérica”.
Los hallazgos relevantes que expone el Informe son. “(i) El cambio de uso del suelo genera el 74% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la región; (ii) Guatemala y Honduras son responsables del 76% de las emisiones en la región, principalmente como resultado de cambios en el uso del suelo y la quema de hidrocarburos y leña; (iii) De acuerdo con las proyecciones, el calentamiento global estaría asociado a aumentos o reducciones de la precipitación en diversas zonas y estaciones en Centroamérica, con los consecuentes problemas para la gestión de los recursos hídricos; (iv) Los huracanes serán más intensos en toda la región, con vientos de mayores velocidades máximas y precipitaciones más abundantes; (v) Estudios realizados en Costa Rica y Panamá reportan descensos en poblaciones de anfibios y reptiles, así como un menor crecimiento de especies forestales, debido a cambios en las variables de temperatura y precipitación en los bosques; (vi) En los escenarios más pesimistas de cambio climático, se espera que para el año 2050 casi un millón de kilómetros cuadrados del territorio mesoamericano (México, Centroamérica y República Dominicana) habrá sido afectado en cuanto a las condiciones que hoy sustentan la biodiversidad y los ecosistemas; (vii) Bajo el supuesto de que el nivel del mar habrá aumentado un metro a fines del siglo XXI, se estima que todas las costas de Centroamérica, tanto del Pacífico como del Caribe, serían afectadas, con impactos particularmente severos en las ciudades y puertos ubicados en esas zonas; (viii) Escenarios proyectados al año 2050 muestran una significativa reducción en el área disponible para la producción de café en Nicaragua; (ix) Centroamérica está entre las regiones del mundo con mayores problemas de seguridad alimentaria ante el cambio climático; (x) Los cultivos más sensibles al cambio climático son caña de azúcar, yuca, maíz, arroz y trigo (maíz, frijol y arroz son los cultivos más importantes en Centroamérica); (xi) La vulnerabilidad regional afectará directamente a cerca de dos millones de pequeños productores de granos básicos, con una alta concentración en agricultura de subsistencia y cultivos vulnerables al cambio climático; (xii) El índice de riesgo climático (calculado para 176 países entre 1990 y 2008, con base en fenómenos meteorológicos extremos) ubica a Honduras y Nicaragua entre las naciones en mayor riesgo (tercera y quinta posición, respectivamente); (xiii) Aunque no se ha establecido una relación clara con el cambio climático, desde las décadas de los ochenta y noventa se registra un notable crecimiento en el número y la magnitud de los daños y pérdidas asociados a los desastres de origen hidrometeorológico en la región”.
Los estudios de IARNA-URL, específicamente para Guatemala, fundamentados en los escenarios de emisiones de gases con efecto invernadero establecidos por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático y en el Modelo de Circulación del Clima Global, elaborado por el Hadley Center del Reino Unido; prevén que para el año 2050 cambien las condiciones bioclimáticas de más del 50% del territorio nacional. Entre los principales efectos de esos cambios a nivel de los ecosistemas, se prevé la expansión de los bosques secos y muy secos, desde una superficie actual de no más del 20% del territorio, hasta un 40% en el año 2050. La transformación del territorio tiene profundas repercusiones en las dinámicas sociales y las estrategias de provisión de bienes y servicios.
Es reconocido que en Guatemala persiste un peligroso atraso en la compresión de estos elementos y consecuentemente en el diseño y puesta en marcha de acciones concretas para la adaptación al nuevo contexto. Bajo la premisa que nuestros esquemas de gestión del desarrollo han sido deficitarios en equidad social y gestión ambiental, el mayor desafío es adaptar la institucionalidad para liderar la discusión e implementación de nuevos esquemas de producción que sean sostenibles, equitativos y consecuentes con las previsiones mencionadas. El punto de partida pueden ser las experiencias exitosas ya presentes en varios territorios, las cuales deberán ser ampliadas en escala a través de políticas públicas de largo alcance.
El cambio de Gobierno presenta un momento político inmejorable para establecer las bases de una nueva forma de administrar el país. Una forma que eleva la altura política de los asuntos ambientales como factor estratégico del desarrollo humano sostenible.