Refugiados climáticos: nueva categoría migratoria

Autor: Vicken Kayayan avickenk@gmail.com

Existen diversas formas de establecer quién es un migrante. Stephen Lubkemann dice que un migrante es toda persona que viaja de su país natal a uno extranjero, o incluso dentro de su país, para residir en el lugar de destino durante un período generalmente largo (que puede ser temporal o definitivo).

En este caso, el autor identifica dos tipos de migrantes: los voluntarios y los involuntarios. Cuando habla de migrantes voluntarios, se refiere a todas las personas que deciden salir de su país o región natal para instalarse en otro lugar con el propósito de mejorar sus condiciones de vida en términos económicos (básicamente, migrantes que parten en busca de mejores trabajos para enviar remesas a sus países de origen). En el caso de los involuntarios, Lubkemann no solo hace referencia a los refugiados políticos o de guerra, sino también a una categoría que ha ido en aumento en los últimos años, los refugiados climáticos[1].

Según el reporte anual Global Estimates, del Consejo Noruego para Refugiados, del 2008 al 2013 ha habido en promedio 27.5 millones de refugiados climáticos por año en todo el mundo[2]. Estas son cifras realmente alarmantes, que lamentablemente continuarán aumentando con el paso de los años. No podemos ignorar el hecho de que existe una clara correlación entre el aumento de refugiados climáticos y el crecimiento demográfico. Hoy en día somos un poco más de 7 000 millones de seres humanos sobre la Tierra, y se estima que para el 2050 seremos 9 000 millones. La población mundial ha aumentado en un 100% desde 1970, y la población urbana, en un 300%. El fenómeno urbano mueve a las personas con pocos recursos a instalarse en zonas de riesgo como laderas o sitios cercanos a las costas. Estas, obviamente, son las zonas más afectadas cuando ocurren desastres naturales: hay una alta exposición a riesgos y una baja capacidad de resiliencia frente a los desastres, razón por la cual son zonas de alta vulnerabilidad. No está de más recordar que muchas veces los desastres naturales tienen causas antropogénicas: el calentamiento global, la deforestación, la superexplotación de los recursos naturales, la contaminación y la pérdida de biodiversidad tienen como base el aumento poblacional desmesurado, la sobreproducción industrial, el consumo irresponsable y la falta de regulación y apoyo por parte de los Gobiernos[3].

Algunas cifras indican que en el 2013 se contabilizaron alrededor de 22 millones de refugiados climáticos (estamos hablando de casi tres veces más refugiados climáticos que de refugiados por conflictos políticos). De estos 22 millones, 19 millones son asiáticos: solo el tifón Haiyan, en las Filipinas (noviembre de 2013), provocó el desplazamiento de más de cuatro millones de personas. Otros países como China, Pakistán, Bangladés y Nigeria han visto a cientos de miles —y a veces millones— de personas desplazarse por causas meteorológicas (tormentas, huracanes y tifones) en los últimos cinco años[4]. Sin embargo, los refugiados climáticos en el mundo no se ven afectados únicamente por causas meteorológicas, sino también por desastres hidrológicos como inundaciones. Por ejemplo, en las islas de Papúa Nueva Guinea, varios pequeños islotes —poblados por miles de personas— comienzan a hundirse por el aumento del nivel del mar. En su mayoría, son islotes en los que se asientan poblaciones muy pobres que simplemente no tienen adónde ir. Es gente que ve cómo sus tierras de cultivo se vuelven cada día más pequeñas por un mar que cada vez está más cerca de las puertas de sus hogares[5]. Y es que esta es la otra cara de la moneda en el sistema neoliberal actual: los que menos tienen la culpa son los que más sufren las consecuencias.

El hecho de que la mayoría de los refugiados climáticos en el mundo se encuentren en la costa pacífica del continente asiático no significa que nosotros, en Guatemala, podamos estar tranquilos. De acuerdo con Germanwatch, entre 1994 y 2013 Guatemala ocupó el noveno puesto en la lista de los 10 países más afectados por el cambio climático. No está de más mencionar que Honduras y Nicaragua ocupan el primer puesto y el cuarto, respectivamente[6]. Esto evidencia que el problema es regional y que es posible que en algún momento los refugiados climáticos centroamericanos también comiencen a moverse regionalmente.

El problema va para largo. Unos estudios de la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos indican que, en el tema de la exposición (la naturaleza y el grado de exposición de un sistema frente al cambio climático, teniendo en cuenta como variables la vulnerabilidad y el contexto socioeconómico), Guatemala ocupa el puesto 164 de 180: tenemos uno de los índices de exposición al cambio climático más altos en el mundo[7].

Se sabe que en 1998, a causa del huracán Mitch, hubo aproximadamente 750 000 afectados. De igual manera, se calculan 55 000 personas que permanecieron en albergues porque sus casas quedaron totalmente destruidas[8]. Para la tormenta tropical Stan, alrededor de tres millones y medio de personas fueron afectadas y 140 300 fueron albergadas hasta 15 días después[9]. Si comparamos, hubo casi tres veces más personas que necesitaron de un albergue. Para el Agatha, en el 2010, de nuevo la cantidad de refugiados era bastante alta. Esta vez llegó a casi 65 000 personas. Ahora bien, el problema es que estas cifras no nos informan del seguimiento dado a los refugiados climáticos en Guatemala. ¿Qué pasó con todos ellos? ¿Adónde se fueron?

Se sabe que la Asociación Vivamos Mejor se ha encargado de relocalizar a refugiados climáticos tras varios desastres naturales. Su trabajo se ha centrado, sobre todo, en el departamento de Sololá, uno de los escenarios más afectados por los constantes desastres que se han vivido en el país. Por ejemplo, tras el huracán Mitch se reubicó a personas que perdieron sus hogares en diversas comunidades, entre ellas Nuevo Xetinamit o Nuevo Pacorral. Tras la tormenta tropical Stan se reubicaron casi tres veces más comunidades, como Xecotoj, Nuevo Chiquisis o Nuevo Xeabaj. Nótese el afán de conservar los nombres de las aldeas destruidas y cómo antes de estos se coloca la palabra nuevo, para recordar siempre lo que se dejó atrás y lo que la lluvia, los deslaves y las inundaciones se llevaron. Vivamos Mejor tuvo que continuar reubicando personas tras la tormenta tropical Agatha y tras la depresión tropical 12-E[10]. El involucramiento institucional en el tema climático, como el caso aquí mencionado, es necesario para que el país mejore en su resiliencia frente al cambio climático.

Sin embargo, estos son casos contados. Y el panorama, lamentablemente, parece desalentador. De todos los candidatos actuales a la presidencia, ninguno ha abordado el tema medioambiental ni mucho menos el de la preparación ante el cambio climático. En Guatemala no nos enfrentamos únicamente a tormentas tropicales y huracanes, sino también a grandes sequías (de lo cual tenemos evidencia en el Corredor Seco, en el centro y el oriente del país), lo que pone aún más en peligro la frágil seguridad alimentaria. El tema da hasta para indignarse al ver cómo algunas instituciones educativas de Guatemala básicamente cuestionan o niegan el cambio climático[11]. El tema de los refugiados climáticos seguramente continuará escuchándose en los próximos años en todo el mundo. Nosotros, en Guatemala, debemos ser conscientes de que seremos un país enormemente afectado por el cambio climático y de que, para poder hacerle frente, varios cambios estructurales son más que necesarios.

 


[1] Lubkemann, S. (2004). «Refugees: Worldwide Displacement and International Response». En Anthropology Explored: The Best Smithsonian AnthroNotes (pp. 369-384), de Ruth Osterweis Selig y otros. Estados Unidos: Smithsonian Books.

[2] Internal Displacement Monitoring Centre (2014). Global Estimates 2014: People Displaced by Disasters. Noruega: Norwegian Refugee Council. Disponible en: http://www.nrc.no/arch/_img/9184209.pdf [Consultado el 31 de mayo de 2015].

[3] 7 jours sur la planète (2011). «Évolution démographique, Gilles Pison» (video en línea). Francia: TV5 Monde. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=vWBl8L6bgXc [Consultado el 31 de mayo de 2015].

[4] Bastié, E. (2014). Les réfugiés climatiques trois fois plus nombreux que les réfugiés de guerre. Francia: Le Figaro.

[5] France 24 (2009). Copenhague J9: Les réfugiés climatiques, victimes du réchauffement (video en línea). Francia. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=AB8dPXxozNU [Consultado el 31 de mayo de 2015].

[6] Kref, S. y otros (2015). Índice de riesgo climático global 2015: ¿Quiénes sufren más con los eventos climáticos extremos? Alemania: Germanwatch, Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo. Disponible en: https://germanwatch.org/de/download/10343.pdf [Consultado el 1 de junio de 2015].

[7] Universidad de Notre Dame (2015). «Country Rankings». Notre Dame Global Adaptation Index. Estados Unidos. Disponible en: http://index.gain.org/ranking/vulnerability/exposure [Consultado el 1 de junio de 2015].

[8] Cepal y PNUD (1998). «Población afectada». En Guatemala: Evaluación de los daños ocasionados por el huracán Mitch, 1998: Sus implicaciones para el desarrollo económico y social y el medio ambiente. Disponible en: http://www.cepal.org/publicaciones/xml/0/15500/l370-2.pdf [Consultado el 1 de junio de 2015].

[9] Segeplán (2006). Plan de reconstrucción, tormenta tropical Stan. Guatemala. Disponible en: http://www.segeplan.gob.gt/stan/Reconst/InformePlanReconst.pdf [Consultado el 1 de junio de 2015].

[10] Girón, I. (2015). Una oportunidad para la adaptación al cambio climático y el desarrollo rural (presentación en formato Power Point). Guatemala: Asociación Vivamos Mejor. Se le agradece al señor Girón por compartir esta información.

[11] Véase: http://newmedia.ufm.edu/salazarcambioclimatico

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