Nacionalismo, no diccionario

Autor: Lisardo Bolaños Fletes lisardobolanos@correo.com.gt

Una muy buena crítica a mi columna de la semana pasada viene de un asiduo lector de PzP quien señalaba lo fútil y ridículo de la empresa de impulsar un nuevo nacionalismo. Martin, su alias, comparaba el esfuerzo de impulsar un nuevo nacionalismo a re-definir qué es el amor, algo inútil para aliviar el dolor de aquel que sufre porque una relación terminó.

Mi idea de promover un nuevo nacionalismo no deviene de un intento académico por cambiar el significado de una palabra o de ver hacia el pasado. La idea detrás de este esfuerzo es identificar un discurso que motive a los guatemaltecos a cambiar la situación del país. Especialmente, el discurso debe ayudar a cambiar la forma de actuar de la élite del país, pues son ellos quienes mayores posibilidades tienen de cambiar el rumbo del país. Quien tiene más poder debiera ser el que está en la mejor posición para demostrar su voluntad por el cambio.

Si la élite guatemalteca va a cambiar, es necesario que cuente con un nuevo discurso sobre cómo ve el mundo, cómo ve Guatemala y cómo ve a los distintos guatemaltecos. Si queremos que la élite guatemalteca deje de ver al campesino indígena que vive en el altiplano no es un guerrillero comunista interesado en asesinar a la élite guatemalteca, ¿qué es?, ¿quién es?, ¿por qué debiera pagar impuestos para su beneficio?

A muchos, mis ideas suenan a GuateÁmala. Yo les diría que de hecho es lo contrario. GuateÁmala ha sido caricaturizado como un medio por el cual la élite quiere ganarse la buena voluntad del resto del país: hacer cosas bonitas para que otros me vean como bondadoso y así estén dispuestos a cooperar. Yo creo que lo que necesitamos en Guatemala es lo contrario: nosotros necesitamos convencer a la élite guatemalteca a que esté dispuesta a cooperar con el resto del país. Ellos son quienes debieran creer en GuateÁmala primero y demostrarlo.

Existe otro camino, el cual veo complicado. Abundan los columnistas que creen que van a lograr que la situación guatemalteca cambie a partir de columnas donde tratan a la élite guatemalteca como un grupo de estúpidos egoístas. En lugar de lograr un cambio positivo, estos columnistas sólo logran el efecto contrario: la élite se siente atacada y se protege. “Se monta en su macho” y la cosa sigue igual. Por eso creo que es necesario pensar en un nuevo nacionalismo que le otorgue a la élite un nuevo rol y una nueva forma de actuar de manera responsable.

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