Llamado a la acción, llamado a la persistencia

Autor: Félix Alvarado felix@plazapublica.com

El 27 de mayo, Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos, lanzó un «llamado a la acción» para profundizar la inversión privada en el territorio que su gobierno denomina el «Triángulo Norte» de Centroamérica.

Afirma el comunicado de la Casa Blanca que 12 entidades —empresas, ONG y academia— respondieron a la vicepresidenta. Invertirán en Guatemala, Honduras y El Salvador y agregarán a los fondos del Gobierno de Estados Unidos «los recursos y la pericia únicos del sector privado para hacer compromisos que apoyen el crecimiento económico inclusivo» [1] en la región. La estrategia, dice, permitirá que «los esfuerzos gubernamentales sostenidos se refuercen mutuamente con los compromisos de corto plazo de las empresas para fomentar un entorno habilitador de los negocios, el incremento de la inversión del sector privado y unas oportunidades y un crecimiento económicos sostenidos».

Buscarán, sigue el comunicado, apoyar a poblaciones vulnerables, incluyendo jóvenes y mujeres. Se concentrarán en seis áreas: reformas del ambiente de negocios (licencias, permisos, compras y contrataciones, regulación e impuestos), inclusión digital y financiera, seguridad alimentaria y agricultura inteligente, adaptación al cambio climático y energía limpia, educación y desarrollo de la fuerza laboral, y acceso a la salud pública.

Detrás de la iniciativa, explica la vicepresidenta, está el supuesto de que «la mayoría de gente no quiere partir de casa», sino que lo hace «por huir o por no encontrar las necesidades básicas para la vida». La intervención busca dar un «sentido de esperanza: si se quedan, hay ayuda en el camino» [2].

El dato es cierto: la mayoría de gente no migra. Pero siempre y en todas partes una minoría sustancial de humanos escoge o se ve forzada a migrar. El buró del censo en Estados Unidos reporta que, en 2018, 10.1 % de los estadounidenses migraron en su propio territorio y entre 3 y 10 % lo hicieron a otros países [3]. Ese año, señala el Pew Research Center, el 13.7 % de la población de dicho país eran inmigrantes, 23 % de ellos con estatus «no autorizado», cuya mayoría escoge la naturalización si tiene la oportunidad. Insisto aunque irrite: el problema nunca es la migración, sino los peligros que enfrenta el migrante.

Donde tambalea la teoría de cambio de la vicepresidenta es cuando entra al territorio de la esperanza: «Si se quedan, vendrá ayuda». Los mismos padres de Harris, ambos profesionales, emigraron a Estados Unidos: una de la India y el otro de Jamaica. ¿Fue huida, falta de recursos básicos o ausencia de esperanzas? El compacto entre gobierno y empresas del Norte tendrá que pisar con enorme cuidado para no hacer más daño que bien. Porque el comunicado habla de «esfuerzos gubernamentales sostenidos», pero la montaña rusa de los últimos ocho años subraya que la realidad es precisamente al revés: los políticos tienen dificultad para ver más allá de la siguiente elección, que para el Legislativo de Estados Unidos significa menos de dos años. Más pronto que tarde Centroamérica puede dejar de estar de moda.

Ante el poder casi infinito que da el tener mucho dinero, aprendan de la profesión médica: «primum non nocere» (primero, no hagas daño).

Y el comunicado habla de «compromisos de corto plazo de las empresas», pero la experiencia sugiere que esto también es precisamente al revés, aunque solo porque la consigna es sencilla: una empresa debe vender, vender siempre, vender hasta que se acabe el mundo. Vender aunque se acabe con el mundo. Y los más vulnerables del llamado Triángulo Norte lo saben mejor que cualquiera cuando enfrentan una inerradicable presencia de empresas internacionales en áreas de altísimo impacto ambiental y social, como la minería y la energía: la esperanza muere mucho antes por desempoderamiento que por hambre.

Así que parabienes a la Partnership for Central America. Su persistencia deberá durar mucho más que la desesperanza profunda de los pobres en Centroamérica. Ante el poder casi infinito que da el tener mucho dinero, aprendan de la profesión médica: primum non nocere (primero, no hagas daño). Antes de decir qué hacer, pregunten qué está haciendo la gente ya. Antes de hacer ustedes, apoyen al que ya hace. Entiendan que nada de lo que cambien en el corto plazo será irreversible. Y —sobre todo— recuerden una realidad ineludible: que la esperanza nace del poder. Dar esperanza a los más pobres en Centroamérica (que en Guatemala es en buena medida decir indígenas) exige darles poder para mandar y cambiar sus propias circunstancias. El éxito en crear esperanza en Guatemala depende de dos cosas, solo distantemente relacionadas con maras, migración y tecnología, pero tejidas a fondo en la madeja del poder perverso de su economía y su política: no confíen en las intenciones del Gobierno nacional y no alimenten al Cacif.

 

* * *

Léelo también en inglés.

 

* * *

[1] Todas son traducciones propias del original en inglés.

[2] Segundos 0:28 y 1:12 del video, respectivamente (en inglés).

[3] Estados Unidos lleva una cuenta cuidadosa de cuánta gente entra a su territorio, pero no de cuánta gente exporta.

scroll to top