Las mujeres y los niños primero

Autor: Bernardo López bernardo@plazapublica.com

El grito antiguo a la hora de un naufragio siempre fue «las mujeres y los niños primero» para que pudieran subirse a las lanchas salvavidas. Llevaba implícita la intención de preservar la especie como rito antropológico antes que una mera fórmula de cortesía. Los niños tenían la vida por delante, por lo cual debían ser salvados antes que los ancianos y los mayores, e igualmente las mujeres podían dar vida y cuidar a los infantes, situación que no se daba con los hombres. Por ello no era necesaria la presencia de estos últimos en mayor número.

Luego, cuando hemos entrado en campos de discusión sobre cómo deberían diseñarse las políticas públicas y sus instrumentos a la hora de querer resolver los enormes abismos que nuestra sociedad tiene en materia de desarrollo, se ha pedido igualmente que demos preferencia a acciones afirmativas que permitan, en horizontes generacionales, salvar este país privilegiando en ese período de tiempo a los niños y a las mujeres.

Pero esta sociedad es sorda e inconsciente. Sigue ignorando a los niños y a las mujeres. En su inmensa miopía e idiotez, no genera condiciones para que pueda darse una oportunidad a sí misma protegiendo ahora su futuro.

En una cínica y ridícula danza suicida circular, esta sociedad está deshumanizada cuando no quiere o no puede ayudar a los más débiles de su medio y al mismo tiempo renuncia a ayudarse a sí misma.

Pero ahora, luego de un inicio de año en el que nos encontramos con que las mujeres y los niños han pasado a ser la nota roja diaria, que ahora son asesinados sin miramientos y con toda impunidad, en grupo familiar, madres e hijos juntos, uno ya no sabe qué es lo que le pasa a esta sociedad.

Tal vez el naufragio de esta sociedad sucedió ya hace tiempo. Pareciera ser esto la causal de que no se cuide ni quiera el futuro, que se asesine la esencia misma de lo que podría hacernos trascender por jodidos que estemos. Quizá en momentos como estos se justifica  pensar que hace rato estamos haciendo gárgaras en un fondo oscuro, resultado de un naufragio social atroz, del que no nos salvamos ninguno, ni como víctimas ni como responsables.

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