Adriana Ruiz Muñiz era la típica mujer del norte de México: No menos de 1,75 de estatura, de caderas anchas pero delgada de cintura, piernas largas, cabellera larga, piel blanca y rasgos faciales agradables.
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A diferencia de las misses venezolanas, no había bisturí de por medio. Como tantas mujeres bellas de Sonora, Sinaloa, Aguascalientes y Guadalajara, su medio de vida era la pasarela y los eventos públicos. Era edecán del equipo de futbol soccer Xoloitzcuintles del Estado de Tijuana. Al momento de su muerte, tenía 30 años y un hijo de 4. Una célula del crimen organizado bajo la responsabilidad del Teo o el Tres Letras dio muerte a Adriana en una forma bestial: La torturaron, le rompieron los dedos de manos y pies (pero antes le sacaron las uñas), la golpearon, la nalguearon con tablas de madera y luego la hicieron sentarse sobre un palo de escoba hasta desgarrarle el ano. Por su propia voz y palabra, Adriana pidió que la mataran. Y fue decapitada.
¿Su pecado? Haber sido novia de un militar encubierto que seguía los pasos a la estructura del Teo.
Aquí un poco de historiografía del narco mexicano.
El Clan Arellano Félix, si bien sinaloense de origen, fue comandado en la repartición de rutas para encargarse de Tijuana. Así surgió el que sería el cártel más poderoso y violento durante la década de 1980. Joaquín Guzmán Loera, cabeza del Cártel de Sinaloa entró al territorio tijuanense y de a poco, librando una violenta guerra se apoderó de la plaza. Hoy, nada se dice del desaparecido Cártel de Tijuana. Uno de los lugartenientes del Cártel de Tijuana pasado al bando sinaloense fue Teodoro García Simental, conocido en el bajo mundo como el Teo o el Tres Letras.
El caso de Adriana Ruiz le mostró a la sociedad narca que el viejo código de no matar mujeres era historia vieja. Pero también nos muestra –y refuerza– la tesis que he venido sosteniendo: Que la espiral de violencia que vive México hoy tiene su inicio previo a la militarización. La invasión de los ¨ejércitos sinaloenses¨ en Tijuana y la escisión en filas de Sinaloa del clan Beltrán-Leyva (estos últimos primos de Guzmán Loera y de hecho, fueron quienes le introdujeron en la Empresa) son elementos que comenzaron a producir el primer daño colateral. Y siendo Joaquín Guzmán Loera el capo protegido del Panismo, no es de extrañar que las primeras unidades militares desplegadas por el Presidente Calderón hayan sido enviadas precisamente a los territorios del ¨Jefe de Jefes, el Barbas o el Botas Blancas¨ (Arturo Beltrán Leyva). Fue él, por cierto, el autor las primeras narco-mantas en terreno mexicano.
En un interesante ensayo sobre las peleas de gallos, Clifford Geertz cree encontrar el elemento que representa la identidad total en Bali. (Geertz realizaba trabajo de campo en Indonesia y notó que el acto en el cual, musulmanes, cristianos y demás minorías del país estaban juntas sin recelos era la pelea de gallos).
Desde esta perspectiva, ¿Qué nos dice la sociedad narca en escenas como la de Adriana Ruiz?
Según Geertz, la cultura es ¨decir algo de algo”. Lo que la sociedad narca nos dice es que su violencia tan característica es propia de una sociedad y códigos capaces de suplantar los Estados Nacionales. En el México de hoy hay 60 millones de personas cuyas opciones son la migración o el narco. Y frente a un Estado Federal Mexicano corrupto, que concentra la riqueza, cuya Policía Federal tortura, secuestra y cuyo Ejército abusa de los ciudadanos pues entonces resulta que el narco, su cultura y sus formas son ya elementos simbólicos de resistencia legítima frente a una forma de Estado y capitalismo que solo piensa en unos pocos. La mafia es sobre todo una forma en la que los pobres adquieren los cojones para acceder a una tajada del pastel al que ni les invitan, ni convidan e históricamente les han negado.
Por lo general es fácil voltear a ver al lavador de dinero (el constructor, el ¨empresario¨, el ¨consultor¨) pero se nos olvida el campesino que carga la droga en la sierra, el pobre cuida coches que ¨wachea ¨ las trocas con la mercancía; el sicario o gatillero (por lo general ex-policías mal pagados) que son la verdadera estructura de a pie (the foot soldiers) de los Cárteles. Todos ellos llevan pan a su mesa gracias al Cártel. Por lo tanto, si no se resuelve la pobreza no se resuelve el problema del narco.
Es el dilema del prisionero aplicado a la siguiente decisión: ¿El ingreso al Contrato Social o el ingreso a la Maña?