Mi artículo del lunes pasado estuvo dirigido particularmente a los jóvenes que se inician en la política teniendo enfrente el monstruo de la vieja política partidista, que se resiste a morir.
Puse en el tapete cuatro posturas —tan simuladas como perversas— de los mandamases antediluvianos: la del que sabe más, la del falso humilde, la facha de la incoherencia de vida y la postura del criminal recurrente.
Hoy quiero prevenir a los jóvenes sobre el cuidado que deben tener de no comprar los tickets de las falsas amistades. Porque todos esos mandamases tienen en común padecer del síndrome de hubris, llamado también síndrome de adicción al poder. Y en su soberbia y arrogancia (síntomas preponderantes) creen que con ofrecer su amistad o tender la mano la plebe (así consideran ellos a sus seguidores) debe cuando menos sentirse agradecida.
De acuerdo con la cita anterior, las personas que padecen del síndrome de hubris «se sienten capaces de realizar grandes tareas [y] creen saberlo todo y que de ellos se esperan grandes cosas, por lo que actúan yendo un poco más allá de la moral ordinaria».
Otros autores, que también llaman hybris a este componente, caracterizan a los sujetos que lo padecen como «prepotentes, con ideas fijas preconcebidas, [que] rechazan posturas que no sean afines a sus ideas, [con] conducta narcisista (amor propio), incapaces de cambiar de conducta y con un ego desmedido».
¿Cómo reconocerlos? Veamos algunos rasgos:
- Conforman grupos selectos que se reúnen a espaldas de sus seguidores.
- Se reparten puestos antes de que haya alguna consulta general: «Vos vas a ser el diputado. Vos, el alcalde. Aquel o aquella va en la segunda casilla. A vos te ofrezco el puesto de encargado de relaciones públicas. A ti, el de director de recursos humanos». Y así, en un sinfín de ofrecimientos, conforman su propio cielo, que termina siendo un verdadero infierno. Porque, como bien reza el dicho, «en política jamás se hacen verdaderos amigos, pero sí se logran verdaderos enemigos».
- Usualmente, en sociedad son personas que generan alergias o que ya las han provocado. Y los anticuerpos que generan o han generado pueden alcanzar a los jóvenes que están comenzando a rescatar el Estado y la nación.
- Sus frases recurrentes son «vos sos mi amigo [o] vas a ser mi amiga», «a vos te tengo confianza», «nos conocemos desde hace mucho tiempo» y «somos como hermanos». Jóvenes, cuidado. Esas expresiones no son más que voces de una hipocresía putrefacta proveniente de almas terriblemente fracturadas. ¡No compren ese ticket!
- A quienes padecen del síndrome de hubris les reitero que ofrecer su amistad ya es demasiado. La juventud que la acepte debe sentirse agradecida, pero a la vez obligada a bailar al son que le toquen, porque, si no obedece, ¡oh desdicha!, pierde el favor del señor o de la señora.
- Exageran o inventan sucesos en los que supuestamente actuaron como héroes. Ahora, a 20 años de la firma del Acuerdo de Paz Firme y Duradera, aparecen muchos Rambos y otros tantos personajes al mejor estilo de Chuck Norris, cuando, en la realidad, al primer cohetillo que escucharon (durante la guerra interna) pusieron pies en polvorosa.
- Dicen una cosa y hacen otra. Pero usualmente son sus voceros quienes quedan mal. Halagan el oído de unos y de otros y se desdicen con mucha facilidad. Y a la persona que quedó mal simplemente le echan la culpa: «Es que vos no me entendiste».
- Calumnian con mucha facilidad. Son patológicamente mentirosos y muy fácilmente mancillan a las personas que les hablan frontalmente.
Lo verdaderamente urgente es sacar a a los pseudolíderes de la vieja política, que han llevado el Estado a una condición de ruina total desde los diversos partidos políticos existentes.
Reafirmo que este artículo tiene como destinatario el conglomerado de jóvenes que está participando en grupos políticos ya formados o en formación. He visto mucha actividad en el occidente, en el norte y en el oriente de Guatemala. Indudablemente, así debe de estar sucediendo en todo el país. Eso es bueno. Y, ojo, únanse, consensúen, dialoguen entre ustedes, sean del grupo que sean. Lo verdaderamente urgente es sacar a los pseudolíderes de la vieja política, que han llevado el Estado a una condición de ruina total desde los diversos partidos políticos existentes. Pero recuerden: esos trogloditas, listos ellos, ya han puesto sus larvas en diferentes bebederos. He allí una de las razones para que ustedes, jóvenes de mucha conciencia, se empoderen en esos bebederos.
Concluyo: no se dejen manipular. Dialoguen, sí. Aprendan, sí. Aprovechen las experiencias de líderes honestos (que se pueden contar con los dedos de una mano), sí. Pero no se dejen manipular porque, como bien previno el papa Francisco, «con el diablo no se dialoga».