Cada día me sorprendo más de lo desconectados que vivimos dentro de este pedacito de tierra llamado Guatemala.
El país no es grande, en uno, dos o tres días se puede llegar de un extremo a otro, sin embargo, oyendo a la gente pareciera que hay cuatro océanos de por medio.
Como dije hace un par de semanas, lo que pasó en Totonicapán el 4 de octubre fue revelador. Parece ser que en todos lados se venía acumulando desesperación, rabia, impotencia, de todo y lo dejaron salir. Desde ese día, me he estado espantando cada vez más de la manera de pensar de muchos de mis compatriotas. El racismo, clasismo, machismo y casi todos los “ismos” habidos y por haber salieron a relucir. Lo que más me hizo pensar es lo desconectados que estamos unos de otros, la falta de solidaridad, de hablar de los demás como que no fueran personas, como que fueran una especie extraña con la cual no tenemos nada en común.
Para poner un ejemplo, saliendo un poco del contexto de lo sucedido en Totonicapán, está una cosa llamada “Manual del Joven Guatemalteco para salir de Pobre”, publicado recientemente por Gloria Alvarez, conocida figura pública entre los jóvenes. Si uno lee esto y tiene un poquito de conciencia de la realidad, se asusta. Más allá de quién es Gloria Alvarez, de qué trabaje o lo que sea, asusta darse cuenta que muchos (su página tiene más de 20 mil seguidores), piensen de esta manera. Algunas de las frases del dichoso “Manual” son de este tipo: “No hay nada que te impida ser mejor que el alcohólico de tu padre, la sumisa de tu madre, el violento de tu hermano”; “Dejá de estar sentado esperando que el MINEDUC ponga una escuela en tu barrio o que el IGSS te cure. Sal a buscar tus propios medios, edúcate y curate por tu cuenta”; “Hay un café internet cerca que te puede enseñar aún si naciste en una familia de analfabetos”, “la razón número uno por la que los jóvenes no alcanzan sus metas ni salen adelante es porque sus relaciones personales los bloquean.”
A mí, casi se me salían los ojos del asombro, y más de darme cuenta que parece que miles de otras personas piensan igual. No sé si en serio creen que un niño cualquiera puede salir de su casa e ir a “educarse” a un café internet si ni siquiera hay electricidad en su comunidad. Y tampoco entiendo cómo rayos se supone que uno se va a curar a sí mismo. La desconexión de este grupo de personas con la realidad de la mayoría de la población es desconcertante. Es como si fuera otro planeta. La pobreza severa, aquella que afecta a generación tras generación, es producto de una serie de factores estructurales que no se arreglan con salir a buscar una escuela. Sobre todo si la escuela queda a 20 km de la comunidad y no tiene ni siquiera sillas donde sentarse.
Los comentarios de “gente haragana, mejor que se pongan a trabajar, no que todo lo quieren regalado” que se han escuchado tanto últimamente, reflejan el mismo tipo de pensamiento. Y usualmente vienen de personas que han tenido acceso a servicios y oportunidades. Claro, todos tenemos que trabajar, pero cuando las condiciones son tan excluyentes y tan desiguales, no se puede achacar la culpa a las personas, sino al sistema social que ha permitido que estas condiciones existan.
Claro, todos tenemos que buscar mejorar, pero ¿cómo se le dice a alguien que “lo que tenés que hacer es ahorrar”, cuando se le explota, cuando no se le paga ni siquiera el salario mínimo? Creer que todos estamos en las mismas condiciones y que la gente no “sale adelante” porque no se le da la gana, es una ridiculez. La desigualdad está a la orden del día, la pobreza es algo de lo que no se sale en un día, esa es la realidad desafortunadamente, y el vivir con los ojos cerrados a ella, solo la perpetúa. Así que a esas personas, las invito a atravesar esos cuatro océanos y a conectarse.