Durante estas últimas semanas he visto bastantes opiniones referentes al vacío de las celebraciones con motivos de la independencia, las cuales comparto.
Y es que el hecho que tantos niños, niñas, jóvenes y adultos se entusiasmen tanto frente a estas actividades que se realizan en septiembre, pone en evidencia ciertas fallas: la ausencia de otras formas de participación activa a lo largo del año, de espacios que nos hagan sentir parte de la sociedad y nos den identidad.
Ver a tantos jóvenes entusiasmados por salir a las calles, a los espacios públicos y participar en una banda de guerra, marcial o latina con un uniforme especial y marchar al tiempo que tocan un instrumento musical o bailar como batonista con un traje “sexy”, o bien, recorrer largas distancias con una antorcha para terminar con fiestas en algunas colonias, me hace dudar seriamente de esas celebraciones patrias.
Estas mismas manifestaciones de supuesta identidad -superficial y vacía- son en sí mismas una muestra del vacío y falta de identidad que tenemos. Esa supuesta alegría y emoción -momentánea y pasajera- me muestran qué poco tenemos realmente para celebrar en una sociedad heterogénea y desigual. Y es que aquí, NO somos como sociedad, en el sentido de ser colectivamente. En este país se es, pero individualmente.
En Guatemala, según el INE (2011), de los casi 15 millones de habitantes en el país, 10.2 millones (70%) son menores de 30 años, de los cuales, 4.2 millones (28%) son jóvenes entre 15 y 29 años. Muchos de estos niños, niñas y jóvenes son quienes salen a las calles con gran entusiasmo a participar, a ser parte de algo, a intentar demostrar una identidad.
Son muchos los que esperan con ansias estas fechas para ser parte de estas actividades, pero ¿por qué?
A mí parecer, porque como Estado y sociedad estamos fallando en ofrecer espacios dónde participar activamente, dónde desarrollarnos integralmente como personas, dónde aportar al desarrollo de la localidad, dónde construir comunidad, solidarizarnos y unirnos con los vecinos para alcanzar objetivos comunes… en fin, opciones y oportunidades fundamentales para el desarrollo humano y construir ciudadanía.
Existen pocos programas a nivel comunitario dirigidos a la niñez y juventud, y los existentes no tienen mucho apoyo. Tampoco hay espacios públicos adecuados, así como lugares suficientes para la recreación, el deporte y la socialización. Muchos recorren a lo único que les queda, calles llenas de riesgos y peligros o centros comerciales. En ocasiones, las iglesias son espacios para llenar estos vacíos, aunque no siempre de la mejor forma.
La mayoría de la población joven del país pertenece a los niveles socioeconómicos más bajos de la sociedad (Encuesta Nacional de la Juventud, 2011), y es ahí donde la criminalización juvenil se hace presente y hacia donde apuntan las políticas represivas, “atentando contra el propio desarrollo de los mismos jóvenes, puesto que ellos se convierten en el blanco de persecución en el proceso de ‘combate’ a la violencia”, como lo afirma Antonio Rodríguez Tercero,[1] Director del Servicio Social Pasionista.
Según el PNUD (2007), la mayoría de hechos ilícitos son cometidos por jóvenes entre 18 y 26 años, pero también es este segmento poblacional el más afectado por la violencia, especialmente niños, niñas y jóvenes que habitan en áreas urbanas marginalizadas y algunas zonas rurales empobrecidas: en el 37% de los hechos de violencia, las víctimas fueron jóvenes entre 18 y 26 años.
Y es que para desarrollarnos como sociedad, hace falta poner más atención a la niñez y la juventud, garantizar derechos y oportunidades básicas, hacerles parte fundamental de la vida social activa, que dejen de ser vistos como el problema y se conviertan en protagonistas en sus comunidades para aportar a la convivencia pacífica a través de la participación.
[1] Así lo expresa en su artículo titulado “Promover opciones alternativas de desarrollo para jóvenes” como contribución al libro Picar piedra. Iniciativas ciudadanas frente a la violencia, de la Fundación Heinrch Böll Stiftung del presente año.