En el artículo anterior señalé que la ideología del colonialismo reside en el carácter ladino del sistema educativo, que atrapa voluntaria o involuntariamente tanto a mestizos como a indígenas.
Es el diseño de dominación clasista, cultural y pigmentocrática de las élites que desde 1524 construyeron el Estado para sus beneficios e intereses, un Estado anclado en el racismo, la corrupción y la impunidad. El actual modelo educativo no es una desviación o fallo ocasional. Así ha sido construido y mantenido intencionalmente. Es un sistema que confunde escolarización con aprendizaje.
Decía que tanto las autoridades educativas como los padres de familia han sido, por diversas razones, motivaciones u omisiones, cómplices de la perversión educativa en perjuicio de la sociedad. Se salva la clase dominante porque tiene su propio sistema, en el cual aprende a mandar, en tanto en el sistema nacional (público y privado) aprendemos a obedecer.
El tercer elemento del sistema son los maestros y las dirigencias sindicales. El magisterio y el sindicalismo son parte fundamental de las sociedades democráticas, pero en Guatemala, por la lógica ladina de su estructura y actuación, han minimizado, en favor del sistema dominante, sus funciones y responsabilidades fundamentales. No existe mejor aliado de la colonialidad que la relación maestros-dirigencias-Estado-sociedad, caracterizada por la evasión de responsabilidades ante el fracaso educativo, por la orientación economicista de sus demandas, por la precaria capacidad y calidad pedagógica del gremio («… la mayor parte de maestros no tiene mejores resultados porque su preparación es precaria») y por la antidemocracia de las eternas dirigencias sindicales.
Reconozco el importante aporte de maestros que ofrendaron su vida por la libertad y la calidad educativa en luchas de liberación de la opresión y del colonialismo. Sin embargo, la mayor parte de ellos acuerpa luchas reclamando más presupuesto, más calidad educativa y mejores condiciones salariales. Los gobiernos, en vez de invertir los recursos democráticamente, ceden a las presiones intransigentes de las dirigencias, que, logrados los aumentos salariales, se olvidan de las otras demandas. Incluso, muchos maestros indígenas no demandan la educación bilingüe. Con el aumento salarial o los pactos colectivos se apacha el clavo. El resultado: la educación como estafa.
Los medios documentan el problema: 3,000 escuelas sin refacción ni valija didáctica, 389 millones de quetzales para el bono que otorgó el Ministerio de Educación en 2017, 1,000 millones para cumplir con el aumento salarial del 15 % de 2018 a 2020. Y encima, «prefiero ser un tramposo, y no un corrupto», dice Joviel Acevedo.
El colonialismo instituyó una franja social de intermediarios para controlar a la población, imponer injustos tributos a favor de la Corona, proveer mano de obra indígena forzada, realizar la labor burocrática del Estado, controlar mercados y circuitos de producción y comercialización, ejercer la intermediación religiosa, política, militar, cultural, y controlar el sistema educativo. Espacios convertidos en núcleos de poder y de acceso a beneficios personales, vigentes aún. Estos se heredan consolidando el nepotismo de las redes familiares. El intermediario colonial es ladino, sagaz y tramposo (que es corrupción también). Por esa ideología, los pobres y los indígenas han sido los paganos de la precariedad educativa.
Las dirigencias sindicales cumplen esa lógica de intermediación irracional y antidemocrática. Difícil de erradicar porque media el interés económico del gremio, que critica y descalifica a dirigentes como Joviel Acevedo, pero no rechaza el aumento salarial y los privilegios que logra chantajeando a los gobiernos de turno y acudiendo a los llamados para salir a la calle en cualquier momento. Mientras, la educación se desmorona. Algunos confían en que estos dirigentes se retiren. Sin embargo, no son las personas el problema. Es la actitud ladina que se comparte y reproduce. Puede faltar Joviel, pero habrá cientos detrás para continuar esa dinámica perversa de relacionamiento con el Estado y la sociedad.
La propuesta es construir un sistema alternativo, participativo y autónomo, basado en comunidades y municipios mancomunados que puedan desarrollar un sistema de mayor calidad, pertinente y propio, que sea parte del diseño y la estructuración del sistema educativo nacional. Porque está comprobado que aumentos salariales, pactos colectivos y cambios en los procesos (por ejemplo, más escuelas, menos alumnos por aula, más días de clases, incentivos por eficacia y calidad, valijas pedagógicas, implementación tecnológica, transferencias condicionadas, más asignación a la refacción escolar, etcétera) no han logrado mejorar la educación a causa de su raigambre y esencia colonial.
La educación debe responder a la diversidad cultural y de pueblos. Por lo tanto, es imperativo diversificar, descentralizar y desmonopolizar el sistema educativo colonial y ladino.