«Médico, cúrate a ti mismo» reza un antiguo dicho latino. No fue escrito para escarnecer al personal sanitario sino para que se vean como son, con sus fortalezas, sus virtudes y sus debilidades a fin de servir mejor a la humanidad.
El 20 de junio recién pasado, después de dos días de sintomatología en aumento, una prueba para detectar COVID-19 mediante hisopado nasofaríngeo me indicó que era ya un paciente en condición de riesgo (debido a mi edad). Inicié entonces un proceso de enfermedad-convalecencia que todavía está en proceso de evolución.
Cuando se está ante la posibilidad de enfrentar la propia eternidad los pensamientos sobrevienen a manera de paradoja. Son vertiginosos, pero a la vez se detienen lo suficiente como para profundizar en ellos. Devenido de esos momentos hice un acopio de algunas experiencias que comienzo a compartir en este artículo.
La primera se refiere al riesgo por edad. Las personas mayores tenemos más probabilidades de ser hospitalizados o morir a causa de la enfermedad. En mi caso, hubo dos días terribles sufridos entre las veinticuatro y las cuarenta y ochos horas después de haberse hecho el diagnóstico. Estamos seguros (mi familia, los médicos tratantes y yo) que de no haber tenido en mi economía corporal las cuatro dosis de vacuna recomendadas, no habría sobrevivido.
La segunda corresponde al estado de salud de la persona cuando adquiere la enfermedad. Yo fui deportista entre mi adolescencia y mi juventud. Después pasé un lapso de unos veinte años sin ejercitarme físicamente. Fue a los 45 años cuando retomé la actividad deportiva, misma que me evitó comorbilidades como la obesidad, la hipertensión, la diabetes y otras. Ello fue determinante para que saliera bien librado de la enfermedad. Los pacientes mayores que no han tenido una vida activa con relación al deporte y que además tienen comorbilidades están en riesgo máximo.
La tercera se trata de la relación con el entorno. Todos los miembros de la familia fuimos acometidos. Durante ese tiempo no faltó la solidaridad de las personas cercanas. Desde el personal de salud que nos monitoreó a distancia hasta aquellas personas que se ofrecieron a llevarnos alimentos y medicinas. No fue necesario. Como si hubiera sido avisado, pocos días antes había hecho acopio de lo suficiente para soportar dos semanas sin acudir a un mercado. Dicho sea, un amigo teólogo me advirtió que ello no fue una casualidad. Pero lo más importante fue sentirnos acompañados y estar seguros que detrás nuestro había una comunidad orante.
La cuarta es atinente a las voces de la naturaleza o de los signos de los tiempos. Arguyo acerca de esos acontecimientos significativos que no solo marcan a un individuo, sino que también le señalan rumbo y camino. Se trata de sucesos inexplicables que parecieran premonitorios. Unos meses antes experimentamos uno (relacionado con un ave) que le compartí a un amigo Aj Kamolbé, un guía espiritual maya q’eqchi’. Esa vez estaba con nosotros otro amigo, sacerdote católico. La respuesta del Aj Kamolbé fue: «No hay mucho por dónde perderse. La pandemia los alcanzará a todos, pero ninguno de los casos será fatal». Así ha sido. Los siete miembros de mi familia nuclear hemos padecido COVID-19 y todos hemos salido indemnes.
La quinta es acerca de las mascotas que nos consideran su manada. Merlina es una gata que llegó a la casa al principio de la pandemia. Su arribo no estuvo exento de conflictos. Su adaptación fue difícil. Pues, para mi coleto, durante las peores horas se logró meter al área de mi confinamiento (no sabemos cómo) y no se separó de mí. De manera furtiva se colocaba sobre las frazadas que cubrían mis pies y trataba de darme calor cuando yo me dormía. ¿Otra voz de la naturaleza? Quizá. Las pandemias nos enseñan mucho.
Amigo lector: en este momento ya se habrá percatado que usted también rememoró algunas de sus propias experiencias. Ese es el propósito principal de mi artículo, que cada quién recuerde lo importante y trascendente de lo vivido y sufrido en esta pandemia. Ahora, le sugiero que comience a escribirlas para que tengan un resguardo histórico y quizá puedan servirle para escribir su primera, segunda o tercera obra literaria.
Finalizo compartiéndoles que a mi juicio la pandemia va de salida, se está volviendo endémica. Ello no implica que bajemos la guardia. Las medidas de prevención y la vacunación son necesarias para minimizar su impacto y apresurar su final.