Te imagino leyendo esta nota y todas las que seguramente recibirás estos días. Sentirás curiosidad, normal a la edad en que te congelaste en la memoria. Quizá sientas nostalgia, tristeza y pena, pero también, estoy segura, sonreirás. Y después de recibir todas las noticias empezarás a escribir en el aire una vez más.
Este año ha sido diferente a los otros en que te conmemoramos en días especiales. Este año, amado niño, hay noticias diferentes. Tengo que contarte que esas cuatro columnas de dignidad que representan tus tres hermanas y tu mamá han alcanzado una etapa más en el camino de la justicia.
Durante años, muchos años, ellas caminaron con su angustia y su dolor, si no a solas, escasamente acompañadas. Pocas voces y brazos solidarios pudieron llevarles siempre el ritmo durante el caminar de décadas. Sin embargo, cuando el camino se tornó como cielo encapotado anunciando tormenta, esas miradas de dignidad de las columnas de tu familia lograron convocar un bosque enorme de árboles que abrazaron su causa, tu causa, para ofrecerles abrigo.
Durante los casi dos años que duró esta etapa, cada vez que debían comparecer ante los jueces, había generalmente un abrazo sororario que las arropaba. Las cuidaba y apoyaba en cada necesidad, como no pudieron experimentarlo antes, cuando llegaban en solitario a seguir en el camino que marcaba su necesidad de encontrarte.
Audiencia tras audiencia soportaron con entereza, con una dignidad ejemplar e inquebrantable, el acoso de la mentira y la perfidia que intentaban minar su valor. Sin gritar ni alardear, muchas veces en silencio, sin necesitar proferir palabra alguna, imponían su verdad. Tu mamá, esa mujer que se alza como un roble sobre tus verdugos, ha sido ejemplo de decoro ante la ignominia y la mentira.
Por eso, una a una, conforme avanzaron las diligencias, más y más gente conoció tu historia y la de tu familia. Supo que, un fatídico 6 de octubre, hombres miembros del Ejército de Guatemala te arrancaron de los brazos del amor y te sumieron en la sombra. Esos hombres cobraron así lo que sintieron como afrenta porque tu hermana, una mujer revolucionaria, se había escapado de sus garras luego de que la habían secuestrado y torturado cruelmente.
A ellos, poderosos porque tenían las armas y el poder y la estructura y la disposición de secuestrar, torturar y asesinar, tu mamá y tus hermanas los pintaron como lo que son: criminales que han sido condenados.
Este 6 de octubre se cumplirán 37 años desde ese septiembre y ese octubre terribles y dolorosos. Han sido 37 años en que tu familia ha enfrentado el dolor que representa tu ausencia. Han vivido y llorado, amado y sufrido, crecido y luchado. Ni un solo día, mi niño, han dejado de buscarte. Su energía ha estado puesta en ello.
Y esa energía inagotable tuvo, como te conté, un punto culminante con el cierre de una etapa. En mayo de este año, después de las horas de espera en la tiniebla, la justicia llegó con la luz de la madrugada. En esa ocasión, por fin, un tribunal en Guatemala les dio la razón. Un tribunal les dijo que sí, que estaba probado que te habían secuestrado, que a tu hermana la habían capturado ilegalmente, que la habían violentado sexualmente y torturado por buscar una sociedad mejor. Que ella había logrado escapar y que ellos, los perversos, no perdonaron esa afrenta y buscaron venganza al arrebatarte y desaparecerte. Así de cobardes y criminales son, pues su conducta no la han dejado en el pasado.
A ellos, poderosos porque tenían las armas y el poder y la estructura y la disposición de secuestrar, torturar y asesinar, tu mamá y tus hermanas los pintaron como lo que son: criminales que han sido condenados. Y una vez más, como en 1981, sacaron a relucir su mala entraña. De la mano de una abogada de la impunidad, cuya credibilidad está al mismo nivel que la del sinvergüenza que gobierna, se inventaron una patraña. Con el descaro del que solo los criminales son capaces, han denunciado a tu familia porque, aseguran, estabas presente en la sala cuando el tribunal dictó sentencia. Una mentira del tamaño de su odio y de su culpa. Una mentira que estallará en sus faces como la verdad que tu familia ha probado a plenitud en los tribunales.
Por eso, niño amado, ahora vuelve a escribir en el aire y dibuja sonriente, junto a la justicia, la otra palabra que con su esfuerzo y dignidad han tejido tus hermanas y tu madre: esperanza.