Este viernes se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, popularmente conocido como Día de la Mujer.
Empiezo a imaginarme ya en los medios y redes sociales tarjetas con motivos y alegorías declarándonos que somos bellas, tiernas, imprescindibles, comprensivas y un largo etcétera de felicitaciones por parte de hombres y mujeres que difícilmente saben por qué se celebra este día, o prefieren ignorarlo pues es mejor que todas permanezcamos en esa idílica noción de princesas obedientes y sumisas, sin importunar a ninguno.
En realidad este día se festejan los logros y las luchas constantes de las mujeres por la equidad, desde el derecho al voto, pasando por condiciones y oportunidades de trabajo dignas, respeto en la esfera doméstica, hasta su participación en puestos de decisión política. Esta fecha tiene orígenes en reivindicaciones laborales debido a los cambios en las condiciones de trabajo como resultado de la Revolución Industrial de finales del siglo XIX.
Las primeras celebraciones se fueron dando a partir de 1909 entre los meses de febrero y marzo, pero no es hasta el 8 de marzo de 1917, luego de la abdicación del zar ruso y la concesión del derecho al voto a las mujeres rusas, que aparentemente se selló esta fecha conmemorativa. Con los años, el movimiento creció y las acciones y actividades se internacionalizaron, en especial con las cuatro conferencias mundiales de la mujer desde mediados de los setenta, ligadas a las primeras olas feministas. Naciones Unidas comenzó a celebrar el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo en 1975, Año Internacional de la Mujer.
Este año, el tema de Naciones Unidas se centrará alrededor de la promesa de pasar a la acción para acabar con la violencia contra las mujeres. Esta misma semana, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer que se reúne anualmente, abordará también el tema de la eliminación y prevención de todas las formas de violencia contra las mujeres y niñas. Lo anterior coincide con la noticia la semana pasada cuando finalmente el Congreso estadounidense reautorizó la Ley de la Violencia contra las Mujeres (VAWA por sus siglas en inglés), la cual había sido retenida por un puñado de representantes republicanos debido a que incluye más provisiones y protege a más mujeres que la ley original de 1996.
La VAWA es particularmente relevante para las inmigrantes pues se incluyen provisiones para proteger a aquéllas que carecen de documentos, así como mujeres LGBT, indígenas y quienes hayan sido víctimas de tráfico sexual. Pienso por ejemplo, en cómo esta ley puede prevenir abusos por parte de los convivientes de inmigrantes indocumentadas que muchas veces no se acercan a la policía para denunciar estos hechos, bajo el temor que sus parejas las denuncien con migración y sean deportadas y separadas de sus seres queridos.
Se calcula que 19 millones de inmigrantes son mujeres y niñas, conformando la mitad de la población extranjera. Estudios indican que las mujeres migrantes son más vulnerables de abuso y explotación. Son al igual más proclives a trabajar en el sector informal, en servicios domésticos y menos hábiles e informadas para demandar sus derechos. Después de ver el documental ganador del Oscar de la Academia, Inocente, pienso que esta jovencita y su familia sin hogar permanente hubieran podido obtener mejores protecciones luego de que ella y su madre fueran abusadas por su progenitor.
No es de despreciar las felicitaciones, es informarse mejor por qué se felicita. Se trata de entender que muchas mujeres han dedicado y hasta perdido su vida para que sus madres, hijas, amigas, vecinas y conocidas vivan mejor, garantizando un espacio seguro, libre de discriminación y violencias. Dadas las tendencias observadas en las últimas semanas, incluido el vil asesinato de la abogada Lea de León y la renuncia de la Procuradora Contra el Femicidio por amenazas a su persona, la tarea está todavía lejos de alcanzarse.