Ayn Rand va a la secundaria

Autor: Jorge Mario Rodríguez Martínez jorgerodriguez.guat@gmail.com

Uno de los aspectos más preocupantes en el ambiente político de los Estados Unidos es el surgimiento de movimientos sociales de derecha extrema fomentados por el poder corporativo —las denominadas organizaciones astroturf.

Varios de estos grupos han estado vinculados al famoso Tea Party que despliega una actitud de rechazo absoluto hacia el gobierno, al cual se culpa, ante todo, de la crisis que golpeó desde 2008.

Dentro de estas influencias, no siempre reconciliables, destacan las ideas de Ayn Rand, uno de cuyos simpatizantes, Paul Ryan —favorito del Tea Party— ha ganado la nominación vicepresidencial por el Partido Republicano. La periodista Anne C. Heller refiere que Ryan obligaba a los que trabajaban en su oficina del Congreso a leer Atlas Shrugged (traducida al español como La rebelión de Atlas). Ryan, desde luego, se ha apresurado a marcar distancia del movimiento randiano; sin embargo, es evidente que su entusiasmo anterior ha dejado huellas (véase el artículo de Heller).

En este espacio no se puede discutir en detalle el pensamiento de Ayn Rand. Considero, sin embargo, que las ideas de esta autora no constituyen, ni de lejos, un sistema filosófico, aun cuando se pretenda integrar un conjunto de tesis metafísicas, epistemológicas, éticas y políticas, que a mi juicio, carecen de la elaboración que se espera de las ideas filosóficas fecundas. Para mencionar un solo aspecto: el egoísmo extremo de Rand es francamente grotesco e indigerible y su opinión de que el altruismo es el peor de los vicios supone tirar por la borda siglos de reflexión filosófica. Por lo demás, ninguna persona crítica se encontrará a gusto dentro de un movimiento en que las palabras de Rand constituyen artículos de fe.

Cabe recalcar que el énfasis unilateral en el egoísmo—cuya versión randiana no parece ser tan racional como lo pretenden sus seguidores— fomenta una visión distorsionada del mundo. A poco que aceptemos una idea tan simple todo empieza a confirmar dicha idea. Un crítico de Ayn Rand recuerda a Abraham Maslow cuando decía que si la única herramienta de que se dispone es un martillo, entonces todo va a empezar a aparecer como un clavo.

Dicha falta de atención hacia Rand  ha tenido sus consecuencias negativas. Recordemos a Alan Greenspan, otrora miembro del círculo íntimo de Ayn Rand, quien a cargo de la Federal Reserve fomentó la desregulación financiera que contribuyó a la crisis de 2008.

Ahora bien, no sorprende que algunos adolescentes, en el proceso conflictivo que supone el encuentro de la propia personalidad, sean vulnerables a la influencia de una pensadora tan radical. Desde hace algún tiempo, los randianos, a nivel nacional e internacional, han obsequiado generosamente Atlas Shrugged y The Fountainhead para que sean leídos y discutidos por grupos de estudiantes de escuelas secundarias. Invito al lector a que se de una vuelta por la página de internet del Centro de Estudios del Capitalismo de la Universidad Francisco Marroquín o consulte el libro de Gary Weiss, Ayn Rand Nation: The Hidden Struggle for America’s Soul (St. Martin’s Press, 2012).

Las cejas de nadie se levantarán por el hecho de que la Universidad Francisco Marroquín tenga un movimiento randiano sólido. Pero no deja de ser preocupante que dicha influencia pretenda ejercerse, desde la adolescencia, en aquellos que por su extracción social, van a ocupar puestos influyentes.

Los colegios que envían a sus estudiantes a estudiar las obras de Ayn Rand en el Centro para el Estudio del Capitalismo de la UFM deben estar conscientes de cuáles piedras trae el río. Por  lo menos deben informar a los padres o a los interesados de la naturaleza de las ideas a ser promocionadas en supuestos diálogos “socráticos”. Estoy seguro que convencer a los alumnos que el altruismo es el peor de los males es algo que no resulta agradable para muchas personas que esperan de las nuevas generaciones un esfuerzo genuino por construir una Guatemala más justa.

 

*Consultor y docente, obtuvo su doctorado en filosofía en York University (Toronto, Canadá). Se especializa en filosofía política y jurídica, principalmente en derechos humanos y temas relacionados. Sus trabajos han sido publicados en revistas y libros académicos en inglés y español. Es autor de Derechos humanos: Una aproximación ética (F&G Editores, 2010). 

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