¿Ya hizo la cama?

Solo hay una persona en el mundo que en cada visita va a revisar si mi cama está tendida. Cuando llega a mi casa, sin decir mucho va directo a mi cuarto a ver si está ordenado.

Si esa mañana me levanté tarde y sin ganas de hacer la cama me arrepiento de mis pecados, porque inmediatamente me cae un sermón; para muchos son gritos aislados difíciles de entender, pero para mí es una muestra genuina de cariño de mi tío favorito, mi tío Juan.

Juan Carlos nació un 3 de febrero 1963. En el hospital, recién nacido, por descuido de una enfermera le dio meningitis por neumococo. Esta enfermedad lo dejó con la edad mental de un niño de cuatro años, afectó de forma terminal su cerebro. En esa época era muy difícil tener asesoría médica y psicológica para los niños especiales y sus familias. Mi abuela cuenta que en alguno de los centros a los que fue le dieron migas de loro para ver si así hablaba. No fue una bruja, fue una psicóloga- cuenta ahora riéndose. El Instituto Neurológico fue para mi abuelita una bendición, un espacio donde aprendió y compartió con otras mamás a sobrellevar los retos que implica educar a un joven con capacidades especiales.  

Cuando mi tío cumplió 18, no había ya más que hacer, por la edad no podía seguir asistiendo al Instituto. Mi tío no era el único, las familias en Guatemala por vergüenza, desconocimiento, escasos recursos y por falta de espacios tienden a encerrar a los miembros de su familia que tienen capacidades especiales. Fue entonces cuando mis abuelos y María Marta Colomer de Solís decidieron, con el apoyo de muchas otras personas, crear el Centro Aurora Passarelli.

El centro buscaba preparar a estos adultos a aprender a valerse por sí solos, a aprender oficios. Recuerdo las galletas de Navidad, las empanadas chilenas y el pan semanal que dignamente horneó mi tío por años. Esa cocina era impecable, y el producto del trabajo de estos adultos tan digno como el de cualquiera.

Esta formación le ha permitido a Juan poder tener un trabajo ordinario. Todos los días se levanta temprano y trabaja para Mister Huevo, una empresa que, como parte de su programa de responsabilidad social empresarial, contrató a mi tío. En un horario de medio tiempo, Juan se siente contento, perfecto ejemplo de que el trabajo dignifica. La adaptación en el centro laboral no ha sido fácil, sobre todo para muchos de sus compañeros de trabajo, quienes no entienden por qué se le contrató.

Juan dice que tiene 30, pero en realidad el próximo año cumple 50, no parece. Fue ganador de Olimpiadas Especiales, el deporte fue siempre parte de su rutina. Un excelente atleta, sin duda guarda esos recuerdos en su memoria y de vez en cuando te enseña sus fotos y medallas.

El pasado lunes 3 de diciembre, se celebró el día mundial de las capacidades diferentes, este es un término relativamente nuevo que busca quitar las etiquetas negativas de retrasado, incapaz, inútil, tarado, etc. Pareciera que decir ‘capacidades diferentes’ es una forma amable o complaciente de tratar a estas personas. Pero mi historia me confirma que efectivamente estas personas tienen capacidades diferentes. Mi tío Juan es una persona tenaz, cariñosa y exigente, a quien admiro inmensamente. 

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