¿Y sigue la historia rimando?

Se ha citado a Mark Twain por haber proferido las palabras “la historia no se repite, sino más bien rima”. Hace once años, vivía en los hogares de compañeros ixiles en las comunidades víctimas de las masacres durante el régimen dictatorial del General Efraín Ríos Montt.

Durante esta época llevaba a cabo una investigación sobre el impacto del conflicto armado interno en la región ixil. Los ixiles describían en detalle las acciones militares y paramilitares que culminaban en la ejecución de los crímenes de genocidio y de lesa humanidad.  Hoy en día, tres décadas después del fin de una de las campañas contrainsurgentes más brutales de la región latinoamericana, como consecuencia de las luchas interminables y valientes de las y los guatemaltecos, por fin el General y su colega, el General José Mauricio Rodríguez, enfrentan los cargos de genocidio. Los ixiles cuentan sus testimonios frente al mundo entero.

La búsqueda de la verdad jurídica impulsada por la Asociación de Justicia y Reconciliación y el Centro para la Acción Legal en los Derechos Humanos representa la primera vez que en las Cortes domésticas de nuestra región un ex-Jefe de Estado es obligado a responder por el crimen de genocidio, un crimen tipificado una vez terminada la segunda guerra mundial en respuesta al holocausto Nazi. Significativamente, el crimen de genocidio representa mucho más que la suma de sus partes jurídicas; más bien, su comisión implica la existencia de un Estado y una sociedad que padecen de profundos dilemas socio-culturales y políticos, y carecen de normas y valores justos y equitativos, de una identidad nacional consensuada e interiorizada.

Dentro de la historia contemporánea que reconoce la comisión del genocidio en Camboya, Ruanda, Bosnia y Darfur, el grito del genocidio guatemalteco ha sido inaudible. Incluso el caso de Guatemala se ha excluido de la categorización de los genocidios proporcionada por la organización británica, The Holocaust Day Memorial Trust, que conmemora este crimen atroz el día 27 de enero. Hasta ahora, entonces, además de haber recibido el apoyo financiero y militar de una serie de países durante la campaña contrainsurgente, el Estado guatemalteco, que sigue negando el genocidio, y por cierto los ciudadanos que comparten esta visión, han gozado de la complicidad de sectores de la comunidad internacional en esconder su historia oscura y macabra.

A pesar de la mención de “actos de genocidio” que aparece en el informe de la Comisión de Esclarecimiento Histórico, no ha habido reconocimiento internacional explícito de la ocurrencia del crimen. ¿A qué se debe la ausencia del caso guatemalteco en la historia de las atrocidades masivas a nivel internacional? La falta de interés geopolítico estratégico en el caso de Guatemala durante la época inmediata de posconflicto, a diferencia de los casos antes mencionados, quizás pudiera representar uno de los factores decisivos en su invisibilización. Sin embargo, el involucramiento internacional en las dinámicas internas relacionadas con el conflicto y su superación ha sido sistemático. El apoyo financiero y militar internacional durante la contrainsurgencia fue celebrado por las élites políticas y económicas, de hecho, fue determinante en el resultado militar del conflicto. En ningún momento fue percibido como violación a la soberanía. Sin embargo, panfletos distribuidos esta semana por organizaciones que se oponen al juicio señalan que la supuesta financiación a organizaciones de derechos humanos representa una violación a la soberanía del país. ¿Jugada estratégica del discurso de soberanía? La historia no se repite, rima.

El proceso de reconstrucción posconflicto se caracteriza por una lucha por descifrar y construir colectivamente los parámetros políticos, económicos, jurídicos y socioculturales del futuro del país en cuestión. A la vez, el comprender y procesar el pasado representa un debate político clave, donde la verdad y la historia no son objetos predeterminados sino más bien narrativas mutables cuya elaboración contribuye a la construcción de la memoria colectiva y el Estado-nación. El trauma y la violencia infligidas por la Fuerza Pública durante el conflicto rompieron intencionalmente las asunciones cognitivas sobre el ser y el mundo e impusieron un estado de acallar las voces. Así, la impunidad jurídica para los victimarios se ha acompañado por la impunidad social: la indiferencia de una sociedad profundamente racista frente al sufrimiento del indígena. Esta sociedad, étnicamente diversa, ha experimentado el impacto del conflicto de manera disyuntiva, edificando verdades contradictorias y acomodadas a los intereses históricos que precipitaron la violencia en sí. El posconflicto ha sido un diálogo de sordos, una mirada de ciegos frente a la verdad incontrovertible del genocidio y la reconciliación fracasada.  La historia rima. ¿A qué le tiene miedo el país?

En abril del 2013, pocos meses después del fin del décimo tercer baktun, las voces serenas y asertivas de las y los testigos ixiles obligaron al mundo entero a que oyera y reflexionara. Guatemala ahora se juzga y se mira en el espejo. Los testigos en general y las mujeres ixiles en particular, testificando frente al Tribunal de Alto Impacto sobre la violencia sexual y las masacres que sufrieron, marcó un antes y un después en la historia latinoamericana, y fracturó la percepción y la realidad de un Estado, de una institución militar intocables e incuestionables. La verdad jurídica que buscan establecer es fundamental para impedir que la historia genocida  se repita o siquiera rime. No obstante, siempre quedará corta frente a las verdaderas dimensiones históricas del genocidio.

Es académico y activista, Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Londres. Actualmente trabaja como Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de St. Andrews, en el Reino Unido. Interesado en la música y la literatura irreverentes. Vivió en América Latina durante 11 años, y sigue siendo latinoamericano, aunque disfrazado de inglés y viviendo en el continente equivocado.

 . 

Autor