¿Y cómo es el hombre de octubre?

Hoy se necesita que el docente sea revolucionario y que el revolucionario sea docente.

Esta Patria que aún no nace necesita mujeres y hombres que se adueñen de sí mismos, de su historia personal y colectiva, que enseñen a otros con la acción, sin guardarse nada.

Hace 67 años hubo en Guatemala una Revolución Nacional y Democrática. Única en América. Fue durante un octubre glorioso. Y en el octubre del presente, que nos trajo una lluvia calamitosa y algún cielo azul y aire frio de alivio; me di a la tarea de encontrarme con las historias de algunos revolucionarios extranjeros y nacionales que han pasado por Guatemala. Guatemala es tierra que los atrae.

Yo conocí a Carlos González Orellana, Viceministro de Educación del Gobierno Revolucionario durante una conferencia que dio el año pasado en la Universidad Landívar. Nos regalaron un libro suyo, y con este planifico mis futuras cátedras. Y el cubano José Martí, que se enamoró en el siglo XIX de una mujer criolla guatemalteca oligarca y del liberalismo del momento, pero con su “Nuestra América” hoy inspiró mi artículo y me inviste del germen de la Patria Grande Nacional, que justo un fin de semana compartía con dos jovencitos preuniversitarios, uno nacional y el otro de Costa Rica, lo cual me debatían y lo mismo anotaban su bibliografía en un cuaderno, para luego buscarla en el ciberespacio. Hablamos más de una hora en el pasillo landivariano de Martí, desconocidos dialogamos por casualidad. Aquel tiene muchos años de muerto y de que diera cátedra de historia de la filosofía en la Escuela Normal Central. Y el Dr. Juan José Arévalo, pedagogo guatemalteco, hoy modelo vigente de estadista, cuyo recuerdo colectivo inspira marchas con claveles de universitarios de la USAC y de la Central Obrera, pero que se limitan por estados excepcionales constitucionales como respuesta a la emergencia impuesta por la tragedia del “desastre natural”, y que los políticos y los medios irrespetan impunes en los debates que organizan juntos, porque es inaceptable perder su inversión. El Dr. Ernesto Guevara, que aquí conoció a los cubanos del Moncada y trabajó junto al PGT de Arbenz y los sindicatos,  y que hoy sigue siendo símbolo de la Revolución universal. Y el filósofo guatemalteco Mario Payeras, que con su propuesta de una Patria Multinacional en su Diálogo sobre  la cuestión étnico nacional, hoy vigoriza y robustece los trabajos de eminencias nuestras de las ciencias sociales guatemaltecas como Marta Elena Casaús Arzú, base de sus esfuerzos por articular una política pública para superar el impacto del racismo como ordenador social del País.

Se necesitan mujeres y hombres que presuman siempre ignorancia y humildad, que como dice Martí, estimen y defiendan lo noble, e inspiren a otros a estimarlo y defenderlo también. Que rechacen y desprecien lo vil, y que siempre lo resistan. Que no enseñen egoísmo. Este hombre y esta mujer deben tener conciencia plena de su realidad y de la de los otros (semejantes o distintos), conocimiento de su historia, personal y colectiva, autoaceptación y autorrespeto. Debe abandonar la asimilación de otras culturas para asumir la suya, y que cuando se vea al espejo se vea a él, no a lo que su colonizador quiere que vea. Y que tenga amor por sí mismo, su Patria y el mundo. Porque sin amor por ello, nunca será Revolucionario. Cualquier persona puede y debe enseñar aunque no sea en una clase.  

Un docente tiene muchos papeles en su vida. El de Revolucionario es el más importante.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

         

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