¿Votar por Jimmy?

Estamos a 15 días de la segunda vuelta electoral, y el panorama pareciera ser cada vez más claro. En ciertos sectores el voto ya está decidido. «Jimmy», dicen algunos con tanta ferocidad y entusiasmo como en su momento aclamaron «Otto».

Para mí, sin embargo, en esta contienda existe una gran diferencia entre ambos candidatos. Una que es más fuerte que cualesquier otras, que también las hay.

Y es que, a pesar de lo que muchos puedan sentir y pensar al respecto, a mí sí me conmovió y convenció hasta lo más profundo la lectura de documentos sobre el conflicto armado interno. Uno de los que más impacto me causaron fue el que se realizó bajo la dirección de la Iglesia católica, Guatemala, nunca más, el informe del Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica publicado en 1998. En este se describen —con testimonios y pruebas— las atrocidades que, en su mayoría (casi un 90 %), realizó el Ejército guatemalteco, sobre todo en contra de la población civil, especialmente en el área rural y contra algunos grupos específicos de las áreas urbanas.

Quienes tengan el deseo de informarse sobre este tema pueden consultar cualquier página en la Red, pues estos son textos bastante difundidos, aunque lamentablemente hayan sido poco leídos y discutidos entre la mayoría de la población, que recuerda la guerra interna solo a través de la propaganda del mismo Ejército y de su gobierno de turno.

Pues bien, además de muchos otros argumentos que pudieran esgrimirse a favor o en contra de la personalidad de Jimmy Morales, como sus chistes burlándose de las mujeres, de los homosexuales o de los indígenas o sus desatinados comentarios en varias áreas, entre otros, lo que más rechazo me provoca de su candidatura es el grupo de militares que lo financian y apoyan. En muchos casos, estos militares ya han sido señalados como responsables de actos corruptos y/o de asesinatos tanto durante el conflicto armado interno como después de este. Y tan simple hecho, comprobable si se quiere conocer la verdad, me hace no solo desconfiar y temer, sino de plano rechazar la idea de la elección de Jimmy como presidente.

Y si la actuación de los militares durante el conflicto armado interno no es argumento suficiente para convencer a algunos de reflexionar seriamente sobre su voto, debería bastar con recordar los actuales casos de corrupción (La Línea o el caso IGSS-Pisa), en los que varios militares están involucrados, encabezados nada más y nada menos que por el expresidente de la república, general Otto Pérez Molina, y personajes como el expresidente del IGSS, el militar Juan de Dios Rodríguez.

Dice la cultura popular que «al que con miel se junta algo se le pega». Y debemos reconocer que, aunque Jimmy sea honorable como dice y tenga buenas intenciones, él solo no podría detener la avalancha de podredumbre a su alrededor porque es demasiada. Se necesita una gran dosis de ingenuidad para creer que, como si fuera algún espíritu etéreo o una especie de dios, Jimmy pasaría entre su grupo sin mancharse ni un cabello. Además, hay que tener presente que, entre las palabras y los hechos, «el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones».

Lo cierto es que quien llegue a la presidencia se las verá difícil. Pero la elección actual puede provocar que el país se hunda más o que nos sostengamos un poco para ver si al fin nos animamos a participar más activamente en la refundación de un nuevo Estado.

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