En 1990, durante la campaña presidencial, se promovía como el gallo de la contienda. Al igual que Jimmy Morales en 2015, Jorge Serrano Elías explotó publicitariamente el cansancio con la aristocracia política de ese entonces.
Apoyado por Vinicio Cerezo, mediante una jugada audaz, Serrano Elías ganó las elecciones y derrotó a Jorge Carpio Nicolle, a quien arrebató la presidencia en el último minuto. Morales haría lo mismo de la mano de la política que afirmaba detestar y se alzaría con la presidencia en la repetición del fenómeno Serrano.
Tres años y cuatro meses bastaron para que el gallo diera el zopilotazo político y, cual aprendiz de dictador, de un tiro pretendiera hacerse con todo el poder. El auto golpe de Estado, que significó disolver las cortes por decreto y anular la libertad de expresión mediante censura (dirigida por Roxana Baldetti Elías), tenía como fin oculto controlar el negocio de la privatización de la energía eléctrica.
Obligado a dejar el cargo porque el estamento militar le zafó la alfombra cuando las fuerzas contra el golpe superaron las aliadas, Serrano corrió hacia Panamá. Allí compró el derecho de asilo con el invento de ser perseguido político y puso a trabajar la fortuna construida con el robo al erario durante su gobierno.
Dos décadas y un tercio después aparece como mecenas del oportunismo rampante en la política criolla. Con un grupo que repite las siglas de la estructura guerrillera de origen de algunos de sus integrantes, da vida pública al así llamado Frente Amplio de Refundación (FAR), que reúne a viejos, de verdad viejos, integrantes de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), así como a militares retirados. El mismo argumento con el cual la Alianza Nueva Nación (ANN), del excomandante de FAR Pablo Monsanto, justificó el ingreso de exmilitares como Óscar Platero Trabanino a sus filas vuelve a ser esgrimido hoy para mostrar el fiambre.
El discurso del grupo en cuestión intenta repetir la experiencia de Jimmy Morales, pero con el grave defecto de que, si bien el hoy gobernante era un rostro nuevo en la política, el de ellos no lo es tanto. De hecho, más que las arrugas que alisan y las canas que peinan la mayoría de los convocados al lanzamiento del FAR de Serrano, lo anquilosado está en las ideas, las cuales incluyen la manera de hacer política: valerse del oportunismo y apelar al olvido de la historia.
El susodicho frente no es fuerza, no es organización, no es estructura, no es doctrina, no es programa. El frente de marras tan solo es un club de viejos políticos formados en la marrullería, el discurso vacío y la práctica de la mentira.
Hasta ahora, las baterías del rechazo público se han alineado en contra de Serrano Elías, quien, lejos de conseguir simpatías, concita un rechazo social de diversa índole. Pero no hay que dejarse llevar al engaño. Si en 1990 jugó a ser el gallo, ahora con certeza es quien lo tiene listo para el palenque. No será Serrano quien juegue la pelea, pero sí será quien saque los espolones para limpiar el terreno. Su verdadero gallo vendrá después, cuando el terreno esté libre de escollos y cuando pueda, cual poshoroco, presumir de buena figura en un terreno bien adornado.
Por eso hay que ver más allá del escenario. No solo correr el telón, sino también llegar tras bambalinas y desenmascarar al titiritero. Ese es el verdadero artífice de la movida que intenta distraer con la promoción de una figura detestada y desgastada como la de Serrano, pero que se presta a jugar al mascarón de proa del verdadero barco pirata que se prepara para el asalto.