Santa Rosa de Lima es un pueblo fronterizo cualquiera; caliente, bullicioso y comercial, con una sede de Alcohólicos Anónimos en cada esquina. Esta noche cenamos sardinas de lata sentados en las escalinatas de la iglesia. La misa del domingo en la tarde se escucha de fondo. Tratamos de hacer balance de estas semanas pedaleando por El Salvador.
Este país tenía el potencial de ser como la ciudad de Escuintla, en Guatemala, pero con la dimensión de un país. Y por momentos así fue. Caliente hasta el sopor; con carreteras por las que truenan tráileres de doble remolque rebosantes de caña de azúcar; lleno de vendedores ambulantes, ríos de aguas negras y basura en descomposición botada por una sociedad que se hunde en su abundancia. El Salvador, y más aún en el final de la época seca, cuando hace seis meses que no llueve, fue así de desolador.
Pero si algo nos ha sorprendido es la belleza de sus pueblos chiquitos. Lugares como Ataco, San Matías, San Francisco Lempa, Suchitoto, Nombre de Jesús, Jocoro. Lugares a los que volveríamos con mucho gusto a tomar pilseners y cenar pupusas. Nunca vimos lugares así en Guatemala.
Aquí aún hay pueblos que no se han dejado invadir por los vendedores y los autobuses; que no decidieron borrar su pasado y cualquier aspiración estética. El Salvador conserva una belleza simple y antigua que no logramos explicar. Quizás la preservación de sus pueblos solo ha sido posible por su abandono. Porque si hay algo que diferencia a El Salvador de Guatemala es que aquí el campo está poco poblado.
El Salvador ha apostado todo por el sueño americano. Y eso se hace evidente en todas partes en el país. Casi todos los hombres que conocimos vivieron en algún momento en los Estados Unidos. Casi todas las mujeres que conocimos nos hablaron de sus hijos en los Estados Unidos. El turismo en El Salvador, de hecho, está enfocado en los emigrantes que regresan de vacaciones, ya como turistas, con shorts y cámara de fotos.
Los ricos han seguido el mismo principio. Dolarizaron el país y vendieron sus principales negocios; los bancos, el cemento, la cerveza.
El Salvador es en realidad una nación que existe desde Canadá hasta el Golfo de Fonseca. Existe en los que están allá, en los que están acá y viven de los de allá, y en los que están tratando de llegar allá. Nosotros solo conocimos una parte de esta realidad.
Por cierto, los salvadoreños tienen que afrontar ya un problema. ¿Existe algún sistema para garantizar que te sirven las pupusas que pediste?