Una agenda, por favor

Las discusiones electorales se centran hoy en quién votar: si por Jimmy Morales y un partido sin programa claro, pero sí con varios nombres de militares que han desempeñado un papel importante —no por bueno— en el país, o bien por Sandra Torres, más cercana a una élite económica que desde el gobierno de su exesposo no se ha desprendido totalmente de la dinámica política común en Guatemala.

Es cierto que no es lo mismo, pero tampoco es que estemos frente a una elección ideológicamente diferenciada, o bien ante proyectos de país radicalmente opuestos. Pareciera que tuviéramos que elegir a quien queremos que siga mandándonos en este país, sin la posibilidad de que sea la ciudadanía la que ostente el poder y de que sea la voluntad de esta la que guíe la política estatal. Nada nuevo.

Estos cuatro meses, con nuevo binomio presidencial y un nuevo gabinete en el Ejecutivo, serán un momento decisivo para demostrar qué tipo de gobierno queremos. La presión no debe desistir, sino todo lo contrario: debe dar cuenta de lo que queremos y esperamos del Estado de Guatemala. De esa cuenta, algunos funcionarios podrán convertirse en referente de la política redefinida o en miras de serlo, sobre todo para el gobierno que será electo en las próximas semanas. Que la medida no sea chica. La ciudadanía también debe estar pendiente de los políticos que asumirán cargos por estos cuatro meses y mandar un mensaje claro para el gobierno elector: no se tolerarán ni la corrupción ni la política de mañosos y mentirosos.

Es por eso que creo que nuestra perspectiva del futuro debe trascender el corto plazo y no perder de vista en los próximos cuatro años que el nuevo gobierno estará al frente de una sociedad. Es necesario, más allá de la coyuntura, intentar priorizar las demandas que tenemos y dirigirlas a crear nuevas relaciones de poder, unas mucho más democráticas. Algunas de esas prioridades son la corrupción, mecanismos de control a los políticos que lograron mantenerse en el poder legislativo y cuyas acciones conocemos y reformas a las leyes importantes, tanto las de transparencia como las que aseguren la participación política en igualdad de condiciones, sin necesidad de tener un cheque y una cifra con muchos ceros a la derecha.

No es de hacer una lista de Navidad, pero sí de obligarnos a tener claridad política luego de meses de manifestaciones. No podemos perder el sentido que nos motivó a ir, sábado tras sábado, a la plaza. Deberíamos exigir compromisos políticos que luego, al no ser acatados o respetados, nos permitan volver a las calles. El voto de muchos guatemaltecos en estas elecciones no fue un voto convencido. Fue un voto en contra de otras opciones, un voto estratégico. Es por eso que una agenda de compromisos irrenunciables es la respuesta de una ciudadanía que no votó convencida y a la que el voto no le basta. En otras palabras, que la plaza, que las organizaciones sociales, que los estudiantes puedan decir: «No voté por usted porque me convenciera o porque esté segura de que usted me representa, y por lo mismo pido que se trabaje por estas demandas».

Toca puntear con precisión estas demandas y apoyarlas en una articulación amplia de organizaciones sociales, políticas y aun académicas que han estado presentes en las movilizaciones de una u otra manera.

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