Un legado de amor

La comunidad global de derechos humanos fue tocada por la vida de cuatro personas que esta semana fallecieron en una tragedia automovilística en la sierra de los Cuchumatanes.

Ana Paula Hernández, Ana Velásquez Ordóñez, Sally O’Neill y Daniel Tuc Yol perdieron la vida cuando, el domingo 7 de abril por la tarde, el vehículo en el cual volvían a Huehuetenango se precipitó por un despeñadero de 300 metros.

Ana Paula, de origen mexicano, trabajaba para el Fondo Global de Derechos Humanos y era oficial de programas para América Latina. Más de la mitad de su vida la dedicó a la causa de los derechos humanos. Laboró, entre otras organizaciones, con el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez (Centro PRODH), así como con el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan. A lo largo de su vida acompañó a organizaciones y comunidades en México y Centroamérica cuyos derechos han sido violentados.

Sally, nacida en Irlanda, estaba radicada en Honduras y representaba al Fondo Global de Derechos Humanos en ese país. Había pasado dos tercios de su vida laborando para la agencia de desarrollo de la Iglesia católica irlandesa, Trócaire, ya que parte de dicha institución estuvo en Centroamérica durante los años 80. También laboró en África. A su retiro de Trócaire, en 2015, siguió viviendo en Honduras, donde continuó con su labor humanitaria.

Ana Velásquez era originaria de San Ildefonso Ixtahuacán y una joven integrante del Consejo de Pueblos Wuxhtaj (hermanos), la articulación de los pueblos chuj, popti’, acateco, aguacateco, q’anjob’al, tectiteco, chalchiteco y mestizo del norte de Huehuetenango. Como integrante de la juventud de Wuxhtaj, Ana fue una activa organizadora comunitaria de base, así como una articuladora en movimientos de resistencia a proyectos extractivos.

Ana Paula, Sally, Ana y Daniel se entregaron con pasión al cumplimiento de sus tareas en cada espacio en el cual las ejercieron. Ese es su legado.

Daniel Tuc Yol, nacido en Patzún, Chimaltenango, era un experimentado conductor y piloto en el cual confiaban muchas organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos. Una confianza construida a pulso por medio de un trabajo responsable, profesional y totalmente sensible a las necesidades de la causa por los derechos humanos y de quienes los defienden.

Cuando la muerte sorprende de manera trágica a personas tan ligadas a la lucha por un mundo justo, la tristeza y el dolor dejan de ser privados para convertirse en luto social. En este caso, un luto que trasciende fronteras, como la labor de quienes se despidieron desde los Cuchumatanes, un sitio de alto riesgo para el desplazamiento tanto por la altura como por lo sinuoso de la carretera y los precipicios que la bordean. Habrá que esperar el dictamen forense para saber cuáles pudieron ser las causas de la tragedia.

Una verdad indispensable de conocer, pues se trata de cuatro vidas llenas de valor y de expresión plena del sentido de humanidad. Ana Paula, Sally, Ana y Daniel se entregaron con pasión al cumplimiento de sus tareas en cada espacio en el cual las ejercieron. Ese es su legado, lo que constituye el recuerdo de su vida y reconforta en el dolor que su pérdida significa.

La comunidad global de derechos humanos (en particular las de México, Honduras y Guatemala) está de luto por esta pérdida: una pérdida que llega en momentos en los que aumentan las agresiones contra quienes defienden derechos humanos. Por ello, acompañar a sus familias, mantener su ejemplo vivo y continuar su causa son las mejores maneras de rendir homenaje a sus trayectorias.

Autor