Hoy no hablaré de las bocas silenciadas, de las censuras a metales duros, del despilfarro de esperanza, del hambre y de la reclusión.
No me apetece revolcarme en la basura de los argumentos mentirosos y manipulados, llenos de pecados y de rencor. No.
No me joderán mi octubre frío de revoluciones infinitas nunca nacidas, de abortos de nación renacida, de una nación consagrada a vírgenes suicidas por un amor desquiciado, armadas de balas de salva y perdición.
Hoy no me importarán las borracheras de quimera, de solitario líder corrompido en laberintos de callejones con zanjas malvividas y muchachas asustadas por lascivas lenguas metidas en su oído con aliento de chicharrón cansino.
Hoy veré pasar la caravana de la muerte lenta con sirenas y grandes motos tapando vías, sabiendo que detrás del vidrio oscuro hay más noches sin lunas, vidas negras, miradas negras, conciencias negras, y no me tocarán el corazón.
Hoy tomaré un respiro de los espectros sobre las tarimas abriendo la boca, agrediendo al tiempo, con quietud amenazante de armas cortas, con multitudes expectantes a los berrinches del dictador en pañales sucios.
Hoy me importará contar hasta diez, esquivar a lo Matrix cualquier noticia harapienta de poder, cualquier escupitajo del funcionario de turno invocando al maligno dios pequeño del poder.
Hoy no me importarán los extranjeros para ellos perversos a la sinrazón de la patria del criollo con polio, sin camino andado, de fortuna guardada, acumulada, almacenada, recogida, a las buenas o a las malas, atrás de patronales y asociaciones de siglos de vergüenza.
Hoy me importarán las cosas pequeñas y grandes a la vez, como mi hija y sus buenos días, la calma en la madrugada o tu pubis brindándose apacible y ciego de olores y texturas.
Hoy me importará el tiempo a destiempo, maldito espejo que me escupe la verdad sin indulgencias plenarias. Tal vez no podré comprar el cielo de tu boca, pero podré imaginarlo.
Hoy me importará contar hasta diez, esquivar a lo Matrix cualquier noticia harapienta de poder, cualquier escupitajo del funcionario de turno invocando al maligno dios pequeño del poder.
Hoy me importará descansar de lo otro que también me importa. Alguien me cubrirá la espalda y esperará a mañana, que será otro día para desandar el oprobio, para pedir cuentas, para gritar: «Malditos, no se burlarán de mí».