Superman, nadie te necesita

Al final los planes de ir a ver “Piratas del Caribe 4: ahora más Johnny Depp”, quedaron empantanados por el sopor que provocan en una tarde de verano las costillas en barbacoa y la cerveza helada

Las energías alcanzaron nomás para poder ir hasta la gasolinera y rentar una película en una de esas máquinas que tienen acá donde echás un dólar y te tira un DVD. Mataron al video club. Se acabó eso de ir a pararse frente a la sección de películas extranjeras (es decir, no de Hollywood) para darse el paquete de intelectual. Ahora, más bien, es cuestión de pararse frente a una máquina que bien podría estar despachando cocacolas o doritos.

Estaba entre Black Swan y The King´s Speech, pero mi sobrina decidió y terminamos llevándo “I am number 4″.

Después de un cuarto de hora de haber comenzado,  me dormí. Una hora y diez minutos más tarde desperté para descubrir que no me había perdido de nada. Un extraterrestre superguapo con superpoderes que llegó a Estados Unidos procedente de un planeta lejano y hace de este su país. Durante la película, el traidito huye, luego enfrenta y por último vence a otros extraterrestres que son más malos que Ríos Montt en sus años mozos.

La trama es harto similar a Superman, ese inmigrante desagradecido que renunció a su ciudadanía estadounidense.  Después que Estados Unidos se quedó sin superhéroe de planta, ya hacía falta alguien que dijera, como dijo el traidito de “I am Number 4″, eso de que nací lejos, pero América es mi hogar.

Como en Superman, los personajes de la película eran dolorosamente planos. Para gente complicada, ya está la vida real. Lo digo yo que vengo de pasar tres días con mi familia.

No me quejo. La gente es compleja y no deja de sorprendernos todos los días. Por ejemplo, el cambio que ha tenido mi madre. A sus 75 años, está en un proceso de profunda transformación.  Desde sus convicciones políticas hasta su acercamiento a la diversidad, la mujer se nos ha vuelto liberal.

MadreLa gente no cambia, es cierto. Las cosas que los hacen quienes son, permanecen. Pero hay quienes que, como yo, vivimos en un constante estado de duda y confusión, no sobre quienes somos, sino sobre la realidad que nos rodea.

No todos estamos tan seguros de las cosas como Superman.

Puede que sea el estar expuesta a otras formas de ver la vida, o su recién descubierta pasión por el internet. No sé. Puede que sean las dificultades de la vida en otro país. Puede que sea la vejez.  A veces la juventud y el éxito hacen que la gente se vuelva intransigente e intolerante.

Sea lo que sea, es un cambio que además de ser grato, llena de esperanza que siempre se puede cambiar. A diferencia del otro 50% de mis progenitores, la vieja está convencida que siempre hay algo que uno puede cambiar a mejor.

Indiana, esa si no que cambia. Sometida a la servidumbre de las estaciones, Indiana está ya en modo de verano. Calor, humedad y un verdor imposible que cubre las inmensas planicies del centro de Estados Unidos.

Es un cambio agradable llegar desde el desierto a las planicies regadas por cientos de ríos y miles de lagos y lagunas. Justo frente a donde vive mi hermana en una zona que hasta hace un par de años era campo y que recién comienza a tener casas, hay un terreno donde siembran soya un año y maíz el otro. Y todos los años se inunda y, todos los años, llegan los patos a graznar sobre las aguas estancadas.

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Por lo demás, bien. Mi hermana y su marido abrieron un negocio y ha sido un éxito desde el primer día. Mi otra hermana está descubriendo los placeres del trabajo no académico y mis sobrinos van bien en la escuela y cada día están más grandes.

Viendo las costillas asándose en la parrilla, el calor que provoca refrescar el cuerpo con cerveza fría, fría, fría y el verdor de todas las cosas que nos rodean, es casi imposible pensar en que hace poco esto estaba cubierto todo de nieve y hielo.

Indiana en verano invita a pensar que la vida puede ser buena. Al menos a mí, entre los patos, la familia, la barbacoa y la cerveza esa es la impresión que siempre me ha dado. Es un lugar y una época del año donde uno puede mandar a paseo al hombre este de las mallas azul y rojo y pensar que Americano o no, no necesitamos de Superman en este momento.

Indiana, un silo.

 

 

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