Entre avergonzada y humillada, no supe qué responder, tratando de mantener un mínimo decoro aunque dentro de mí tenía ganas de replicar con un insulto tan grande como su altivez. Cuando le dije que no sabía a qué se refería, me lanzó otro comentario: “Soy más alta que tú.” Frente a tan banal observación sólo alcancé a preguntarle “y eso, qué diferencia hace” ante lo cual fulminó con voz melcochosa “Qué dulce eres”.
Debo decir que en los casi diez años que tengo de vivir en un Estado donde prácticamente toda la gente es de tez blanca y rubia natural o teñida (apenas el 15 por ciento de la población es considerada “de color” o “minoritaria”), nunca antes me habían tratado con tanta condescendencia. No soy inocente y sabía que ese día llegaría, pero estaba poco preparada para descubrir que la discriminación puede disfrazarse de micro-agresiones que van desde la sutileza hasta la franca idiotez.
No, la señora no estaba “chochando”; estaba sana y en el uso completo de sus sentidos, efectuando una transacción que a toda luz necesitaba una mínima destreza y capacidad cognitiva. Es evidente pues que estaba confundida o irritada al ver a su lado a alguien visiblemente diferente, ya sea por razón de tamaño, origen nacional, color de piel, o edad. Seguramente proveniente de un ambiente homogéneamente blanco (¡y por lo visto entre gigantes!) su comprensión estereotipada del mundo le dictaba que ese salón, medianamente de renombre, no era mi lugar.
Efectivamente, existe cierto consenso tácito de que uno de los últimos bastiones de segregación racial aceptados son los salones de belleza, especialmente los especializados en la clientela afro-estadounidense. Si bien la crisis económica fue encaminando el negocio hacia la integración, tradicionalmente, estos espacios son considerados no solamente lugares seguros donde las estilistas se especializan en toda una gama de cabellos y estilos que son parte intrínseca de la identidad afro-estadounidense, sino que constituyen una parte importante de la economía de los pequeños empresarios negros.
Traigo esta anécdota a colación pues como es sabido, la sociedad estadounidense está cambiando dramáticamente en términos demográficos. En poco menos de dos generaciones, el país será mitad blanco y mitad mestizo, si bien ya existen ciudades estadounidenses donde “los minoritarios” son ya mayoría. Creo por tanto que hay mucha ansiedad por parte de la cultura dominante y que no existe tal cosa como sociedad “post-racial”. Muestra de ello son las recientes aseveraciones racistas de un ranchero de Nevada y del ahora ex dueño de un equipo de básquetbol de Los Angeles. Ambos arremetieron públicamente toda una serie de disparates contra los afro-estadounidenses, esperando que su privilegio les blindara de inmunidad.
Pero amén de las micro-agresiones, los discursos racistas o discriminadores, el resultado más perverso de esa ansiedad se da a nivel de las políticas públicas y que de consolidarse, sí se constituirían en retrocesos estructurales. Por un lado se encuentran los esfuerzos de varios estados por restringir el derecho al voto agregando más obstáculos que afectarían desproporcionalmente a las minorías; por el otro, revisiones jurídicas que desalentarían acciones afirmativas que les permitan mayor acceso a la educación superior.
Restricciones en la representación política y limitado acceso a la educación inciden negativamente en la creación de ciudadanía con efectos devastadores en la democracia y la economía. Por ejemplo, ¿sabían que un hombre negro sin diploma de bachiller tiene 70 por ciento de probabilidades de estar encarcelado cuando cumpla 30 años? Aunque el tema de la diversidad, la tolerancia y la inclusión son temas de derechos humanos y civiles, existen también estudios que prueban que el racismo tiene un alto costo económico. En Estados Unidos, la pérdida podría ser de $2 trillones anuales, mientras que en Guatemala, se estima que en 2012 le costaba al país 3.3% del PIB.
Lejos andamos de sociedades post-raciales, pero el riesgo de comprometer la convivencia civil está siempre latente. Apuesto a que el tema da para establecer paralelismos con Guatemala.