Aunque en Guatemala no hay mes libre de memorias, septiembre tiene su particularidad. En 1973, el 11 de septiembre, el hermano pueblo de Chile enfrentó el embate del golpismo fascista. El ejército, bajo el mando del criminal Augusto Pinochet, utilizó las armas compradas con recursos del pueblo chileno para derrocar al presidente Salvador Allende.
Ahora, hace más de medio siglo, 51 años, precisamente, de ese trágico septiembre. La frase que 19 años antes acuñó el pueblo chileno se modificó desde el movimiento social de Guatemala. En 1954, tras el golpe de la mal llamada liberación que derrocó al gobierno legítimo de Jacobo Árbenz, resonaba la frase: «En la buena y en la mala, Chile está con Guatemala». Como una muestra de la hermandad entre pueblos, ante el golpe criminal de Pinochet, desde estas tierras se gritaba: «En la buena y en la mala, con Chile está Guatemala». Era una forma sencilla, pero fraternal, de mostrar solidaridad ante la tragedia.
En 1990, septiembre volvía a roturar la memoria. Al final de la tarde, ese martes 11, la antropóloga Myrna Elizabeth Mack Chang fue ejecutada. Myrna, cuya vida fue dedicada a la investigación social, murió apuñalada en un operativo de inteligencia militar, perpetrado desde el tenebroso Estado Mayor Presidencial. Llevar a los responsables, materiales e intelectuales de dicho crimen, significó también contribuir a la reforma del anquilosado sistema de justicia en Guatemala.
Tres décadas y tres años después, un seis de septiembre, Lucrecia Hernández Mack, diputada, exministra de Salud y dirigente política reconocida, falleció en Guatemala. Además de su labor social y política, Hernández Mack también era hija de Myrna. Como ella, se guiaba por la brújula de la ética en el desempeño profesional.
En realidad, incluso con décadas de distancia entre los hechos ocurridos en distintas partes del mundo, septiembre regresa cada año para agudizar nuestra memoria.
El apego a la decencia llevó a Lucrecia a buscar la depuración de la cartera de Salud, enferma de la corrupción que le impide funcionar a cabalidad. Ese empeño terminó por hacerla dejar la cartera cuando el presidente Jimmy Morales dio paso a la expulsión de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), lo que marcó el inicio de la entronización de la impunidad. Habiendo llegado al Congreso en 2020, Lucrecia marcó un camino distinto desde su curul, destacando la importancia de la conducta ética en la política como brújula esencial en el quehacer público.
En 2001, también un martes 11 de septiembre, el mundo fue sacudido por un atentado terrorista, no totalmente esclarecido, en la ciudad de Nueva York. Dos aviones pilotados por presuntos integrantes de la red Al-Qaeda se estrellaron contra las llamadas Torres Gemelas, en el World Trade Center de esa ciudad. Un avión más se habría estrellado contra el edificio del Pentágono (sede militar de Estados Unidos) y otro fue derribado en el aire.
Miles de personas murieron en esos hechos. La mayoría, producto del derrumbamiento de las Torres Gemelas. Muchas personas permanecen desaparecidas, y otras tantas nunca serán siquiera contabilizadas, ya que formaban parte de esa enorme población de indocumentados que trabajaban sin registro, en busca de una vida mejor. La respuesta a dicho ataque significó profundizar la confrontación bélica en medio oriente y el derrocamiento de varios gobiernos incómodos a Washington. Hay diversidad de teorías sobre el origen real de los hechos. Quizá nunca se llegue a conocer la verdad sobre el origen real y la responsabilidad absoluta de estos ataques.
En realidad, incluso con décadas de distancia entre los hechos ocurridos en distintas partes del mundo, septiembre regresa cada año para agudizar nuestra memoria. Para insistirnos en decirle no al olvido, sí a la memoria y sí a la justicia.