Señor presidente, respétese, por favor

Y de colofón, respete a la nación, al Estado y al pueblo que lo eligió. Guatemala, señor presidente, no es un escenario para lucir excentricidades ni una carpa de circo para hacer gala de comicidades.

No está de más recordarle que el artículo 182 de nuestra Constitución Política establece: «El presidente de la república es el jefe del Estado de Guatemala y ejerce las funciones del Organismo Ejecutivo por mandato del pueblo». Y ese mandato, señor Jimmy Morales, debe honrarse y enaltecerse incesantemente.

Nunca como hoy se había visto tanta vulgaridad, tanto chiste, tanta adjetivación insana vertida sobre un mandatario. Ni qué decirle sobre su génesis: «Y si alguien está haciendo actos de corrupción, que se persiga el delito, pero que no se persigan personas. Porque la justicia es para perseguir los delitos, pero no a las personas». ¡Ah, señor presidente, cuánto daño se hizo con semejante frase! Su diatriba y sus consecuencias ya le dieron la vuelta al mundo.

Recién espetada su invectiva, tres jóvenes estudiantes se acercaron a mi persona para discernir en conjunto acerca de las posibles causas. Entre otras surgieron «el presidente no tiene asesores» (la descartamos de inmediato), «el presidente hace caso omiso de sus asesores» (nos quedó como posibilidad) y «el presidente no lee los discursos que le preparan sus asesores» (nos quedó como posibilidad). Y la última, realmente abrasiva, provino de alguien que nos escuchaba. Nos dijo: «Ese hombre ni se respeta ni nos respeta». Y expresada su opinión, que, dicho sea, no se la habíamos pedido, se alejó con las manos entre los bolsillos caminando «a modo de decepción», como lo describió uno de los jóvenes que dialogaba conmigo.

Señor presidente, no voy a hacer acopio de todo lo que se le ha dicho en redes sociales. No es mi propósito. Empero, sí quiero hacer llegar a su sano juicio la siguiente cuestión: ¿ya se dio cuenta de que perdió toda su base popular? Señor presidente, muchos (hasta hace pocos días) fanáticos suyos, de esos que llaman jimmyliebers, son ahora sus más enconados críticos. Y con la vehemencia (entiéndase insultos) con que lo defendían, ahora lo atacan groseramente.

Hace ocho días exactamente publiqué en este mismo medio un artículo llamado El colmo de la estulticia. Uno de los párrafos dice: «Cuando Federico terminó su incomparable narrativa […], nos preguntó: “La palabra estulticia, ¿les recuerda algo o alguien?” […] Yo respondí: “¡A ciertos personajes del gobierno actual!”». Horas después, señor presidente, tan solo horas después, usted y su vicepresidente me daban la razón. Y bien sabe su persona que yo nada sabía de las arengas que se dispararían.

El problema, señor Morales, es que usted es nuestro presidente. Usted está al mando del Ejecutivo. Usted es la persona que lidera o debiera liderar la unidad nacional. Y sus irrespetuosas proclamas carcomen la solemnidad del puesto que ostenta.

Si el 27 de agosto se abrió un frente innecesario declarando no grato al señor Iván Velásquez, casi dos meses después, el día 23 de octubre, averió las pocas defensas que le quedaban. Ni qué decir que algunas quedarán, que unos pocos despotricarán (aún) a favor suyo, pero bien sabe, señor presidente, que no son más que veletas a las cuales se les señala el rumbo. Y, como ratas de barco, saltarán al menor atisbo de tempestad.

Señor presidente, por el amor de Dios, recobre el respeto. Queramos o no, es nuestro presidente, y los guatemaltecos merecemos que se respete a nuestro líder.

Aún es tiempo, señor Morales. Aún es tiempo. ¿De qué? Pues de que no pase a la historia como el Abdalá Bucaram de Guatemala.

¿Es mucho pedirle?

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