Y esto debería permitirnos ser felices. En Guatemala, a diferencia del imaginario racista que tenemos enquistado, la gran mayoría de nosotros sí trabajamos, todo lo que podemos, de sombra a sombra, para que nuestros hijos tengan más oportunidades que nosotros.
En 190 años como República todavía no hemos construido un modelo económico y político que permita que todos los que nacemos aquí tengamos oportunidades para desarrollarnos y ser plenos, pues sólo lo logra más o menos 7 millones de los 14 millones de guatemaltecos. Y de ese cincuenta por ciento, un treinta por ciento está a un accidente de caer bajo el umbral de la pobreza, pues no hemos construido un Estado que nos garantice al menos seguridad social, salud y educación universales, gratuitas y de calidad, que sirva de colchón para asegurar que nos mantendremos con una vida digna.
Y antes era peor. Antes dos tercios de los guatemaltecos eran pobres. Ahora, por el trabajo y el esfuerzo de cada uno, son menos los pobres. Pero todavía son muchos. Y la pobreza es jodida. Porque la pobreza no está acompañada de derechos. Y a las niñas más pobres las explotan sexualmente. Y a los niños más pobres los usa el crimen organizado y la calle.
¿Qué hacemos para que haya menos pobres en menos tiempo? Como el resto de América Latina, las transferencias monetarias condicionadas, a cambio de que las familias envíen a sus hijos a la escuela y vayan al centro de salud, son indispensables. Cuando este gobierno inicie con el programa (vamos ya casi en agosto), sería ideal que no sólo depuren los listados, sino que aumenten los fondos. Q300 no sacan de la extrema pobreza a nadie. Q450 serviría para que una persona deje de vivir con menos de Q15 al día. Y que tenga un poco de dignidad.
Y otra fórmula casi utópica en nuestro país sería la siguiente: Que todas las fincas, digo, grandes empresas agrícolas, casi todas afiliadas a la Cámara del Agro, le paguen a sus trabajadores un salario mínimo mensual, de Q2,040, por 175 horas de trabajo, descansos sábados y domingos, y paguen su cuota patronal de IGSS. ¿Se imaginan al menos un millón de guatemaltecos más con trabajos dignos?
Podríamos también fomentar la empresarialidad con cooperativas y acceso al crédito y al pequeño capital. Podríamos quitar obstáculos para que empresas puedan dinamizar sus ventas y crecer. Podríamos cobrar impuestos a los bancos, a las telefónicas y a las mineras para que en vez de invertir Q10,000 millones en el Ministerio de Educación cada año, invirtamos Q20,000 millones y podamos tener guarderías para que puedan haber más mujeres profesionales, tener preprimarias decentes, diversificados decentes, trilingües y tecnologizados para tener una población más competitiva, más productiva, más culta, con más tiempo para el ocio, más feliz.
Pero para eso, claro, tendríamos que tener una clase media que le exija a los políticos que gobiernen para el pueblo y no para el 1 por ciento. Inshala un día.