La Manzana es un reconocimiento de los reporteros al funcionario que haya sido más amable, abierto y colaborador. Hay que ver las que pasan los muchachos y muchachas que deben cubrir la fuente del Ejecutivo. Deben esperar horas y horas, acelerar y desacelerar, aguantar hambre, frio y hasta aguaceros. Ellos solo quieren hacer su trabajo, coronar horas a la espera de una oportunidad para acercarse a algún dios del Olimpo y, si tienen suerte, hacer alguna pregunta. Más suerte tienen si se las responden, a menos que sean de los canales, periódicos y radios que dijimos. Con tanta energía invertida en búsqueda de una oportunidad, lo último que esperan y se merecen es malos tratos.
La Manzana y el Membrillo son dos lados de una misma moneda. Identifican a la persona más accesible y a la más amarga. Para los periodistas es un tema muy serio. Al hacer la elección, premian y castigan. Se desahogan y consiguen mejorar el acceso a la noticia.
Este año, la tradición sufrió un traspié, de aquellos que pueden dejarlo a uno sin dientes.
La decisión fue tomada por unos pocos, los que podría decirse que son “menos independientes”. Para sorpresa de la general, el premio le fue otorgado a la Vicepresidenta. No fue un proceso democrático y participativo, sino una operación rápida. Reporteros de algunos medios no fueron invitados (los que han recibido palizas de colegas, han sufrido empujones de la “seguridad”, han visto sus equipos dañados, han sido bloqueados para que no hagan preguntas incómodas). Con eso, se aseguraba la mayoría de votos. Por si fuera poco, hasta falsificaron la firma del reportero del vespertino, quien ni siquiera estuvo presente pero aparece votando.
¿Qué significa todo esto?
En primer lugar, que la prensa independiente es un ser mitológico. Claro que hay unos pocos medios independientes e imparciales, pero son la excepción.
Luego, es un acto violento de quienes se aseguraron de que saliera del sombrero la boleta ganadora, y que el sombrero solo tuviera una. Aterra pensar que quienes hoy gobiernan se tomen la tremenda molestia de organizar semejante escamoteo. ¿Acaso no tienen algo más que hacer?
Es que ni los centavitos van a dejar a los pobres. Esta es una cosa de tan mínima trascendencia que hace arquear la ceja a lo Ancelotti al ver que mereció el trazo de un plan para que quedara en las manos de quien quedó. Con arrogante impunidad, por lo de la firma. ¡Sí y qué! Es el mantra de esta logia.
¿Puede representar algo más profundo? Necesitamos ayuda de los sicólogos. Pareciera que hay una necesidad existencial de tener aceptación, de caer bien a como dé lugar. Cirugías, manejo de escenario, campechanadas para divertir al honorable, aunque sea acarreado. Hay que montar la fantasía. ¿Tenemos caso, doctores?
Hablando en general, ¿hasta dónde puede llevar a una persona su deseo de aceptación social, de tener estatus y estilo aunque sea impostado? Da pánico pensarlo.
Entre tanto, la Manzana ha perdido su valor, y hay que cambiar de fruta a partir del próximo año, si es que esta tradición tan medio en chiste y medio en serio habrá de mantener credibilidad.
Mientras se discute la moción, es el momento de despedir el año 2014. El estado de cosas en el país es deprimente, doloroso. Al menos para quien les escribe, desear feliz año 2015 solo puede llevar tono burlón. Encontrar temas edificantes sin esconderse en una burbuja se hace cada día más difícil. No, el 2015 no será un año feliz para la mayoría. Esperemos que, al menos, aprendamos algo de la lucha contra el infortunio, que crezca la compasión, que el desastre sea un buen motivo para la solidaridad.
Mejor si no toma, pero si lo hace, ni se le ocurra manejar. Las imprudencias no son accidentes. Hasta el próximo año.