Hace ya 21 años y 11 meses, Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti Elías se encontraron en las esferas de Gobierno. En esa ocasión, Pérez Molina llegaba como nuevo jefe del desaparecido Estado Mayor Presidencial (EMP). Baldetti Elías, en cambio, salía por la puerta de atrás como funcionaria de relaciones públicas del golpista Jorge Serrano Elías. Pérez se convirtió en perseguidor porque a la entonces exfuncionaria del golpismo se le pasó por alto devolver cámaras de video propiedad del EMP. Una demanda judicial luego desestimada fue toda la acción que el jefe militar inició en contra de la defraudadora de bienes públicos en una oportunidad en la que eran prácticamente adversarios.
Ligada al exjefe militar por razón de procrear un partido político, el autollamado Partido Patriota (PP), volvieron a unir sus destinos. Una cosa llevó a la otra y, de asesora de imagen pública, Baldetti Elías pasó a convertirse en la segunda de Pérez Molina en la Presidencia. Baldetti experimentó un ascenso meteórico en la política. De asesora pasó a líder nacional de su partido y llegó a ser diputada y luego vicemandataria. Con su estilo coloquial-chabacano ganó espacio mediático desde la oposición. Jornadas de exposición ante la prensa la catapultaron como una figura nacional en la política local.
En la Vicepresidencia, la notoriedad llegó por otras vías. Un refranero de su autoría se convirtió en la diversión social-política por excelencia. Pero este aspecto no encubrió el otro factor por el que empezó a destacar: su cada vez más evidente amor por los recursos públicos. Más de un escándalo destapado en la prensa puso de relieve su relación con acciones encaminadas a engordar su monedero, el de su familia y el de miembros de su círculo inmediato.
De esa manera, el desvelado de la red de evasión fiscal denominada La Línea no es sorpresa en cuanto a los vínculos con Baldetti e incluso con Pérez Molina. La verdad jurídica aún no los señala directamente. Tan solo hay deducciones públicas de lo que significan las claves utilizadas por los miembros del grupo criminal. Sin embargo, la cercanía administrativa, política y social del grupo con la vicemandataria y la de esta con el gobernante no dejan lugar a dudas sobre su rol en el esquema delictivo y en el disfrute de los beneficios que representó.
Dos décadas después de la persecución para que devolviera las cámaras, Pérez Molina vuelve a estar junto con Baldetti en un escándalo por sustracción de bienes públicos. Solo que ahora no va detrás de la señalada, sino compartiendo honores con ella, merced a la estrecha relación que los enlaza. Si cuando aparecían como adversarios o casi enemigos políticos Pérez Molina declinó en la acusación, ahora que comparten escenario es casi seguro que moverá todas las piezas a su alcance para proteger a su segunda.
Para ello cuenta con el control del Organismo Judicial (OJ), en particular con las salas de apelaciones y con la mismísima Corte Suprema de Justicia (CSJ). No en balde unió fuerzas con su aliado Manuel Baldizón, de Libertad Democrática Renovada (Líder), para tener control del sistema en prevención de futuras investigaciones. Estas, las investigaciones, se adelantaron, pero ya cuentan con el control que podría permitirles salir inmunes de la crisis.
De esa manera, como sociedad, debemos requerir mucho más que la renovación del mandato de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). Además de esta acción, que habrá de realizarla el gobernante porque es un reclamo social generalizado, procede también el juicio político a quienes sean responsables en la Presidencia del saqueo de los bienes públicos y de las consecuencias que esto representó para los sistemas de salud, educación y comunicación vial. Si Dios los cría y corrupción los junta, que la sociedad los destituya y enjuicie y que los bienes robados retornen al servicio de la sociedad.