Al presidente Jimmy Morales no debería condenárselo por cometer errores, que es de humanos. Se lo condenará si no los rectifica, que es de necios.
En noviembre pasado, en el Congreso se intensificó la discusión sobre recortar o no el presupuesto que el Ejecutivo había presentado para 2016. Entonces escribí quejándome de la actitud distraída y laxa de los miembros del equipo de transición de Jimmy Morales, el cual participaba en las audiencias de la Comisión de Finanzas Públicas y Moneda (CFPM) del Congreso. Se los veía sonrientes, desatendiendo las presentaciones y explicaciones técnicas sobre la crisis fiscal que les tocaría enfrentar desde este enero de 2016, como si la cosa no fuera con ellos.
En contraste, por un lado, entidades como el Icefi, el Oxfam o el Sistema de Naciones Unidas advirtieron la inconveniencia de recortar el presupuesto y de alterar el delicado equilibrio entre gastos asignados y fuentes de financiamiento, por lo que recomendaron aprobar el presupuesto sin recortes. Por otro lado, algunos pregonaban un discurso que pedía el recorte presupuestario como una «medida anticorrupción». Jimmy Morales y sus delegados no solo se plegaron a ese discurso equivocado, sino además ¡presentaron su propia propuesta de recorte presupuestario! Al final, los delegados de Morales terminaron abandonando la discusión y la CFPM aplicó un recorte de 1 633.7 millones de quetzales, además de que alteraron las fuentes de financiamiento, con lo cual tornaron inejecutables varias asignaciones de gasto.
Hoy el nuevo ministro de Finanzas enfrenta la realidad cruda de la situación de las cuentas fiscales y, tal como se advirtió, está verificando que no había que recortar el presupuesto y que el manoseo que propusieron en noviembre Jimmy Morales y sus delegados efectivamente hace inejecutables algunas de las fuentes de financiamiento. El nuevo ministro (que no integró el tristemente recordado equipo de transición de Morales) enfrenta una grave crisis fiscal y dice que para corregir esos errores debe solicitársele al Congreso endeudamiento público adicional por 1 600 millones de quetzales. ¡Justo lo que Jimmy y su gente pidieron recortar en noviembre ahora piensan pedirlo de vuelta!
Torpes el presidente y sus asesores.
Esto demuestra que el presidente quizá tenga en sus propios asesores a sus enemigos más peligrosos. Pero, bien, ¿se puede condenar a Jimmy Morales por esta torpeza en el presupuesto? Sin duda fue un error, pero lo importante es que lo enmiende y que ahora sí haga caso a las advertencias sensatas, técnicamente sustentadas, pero sobre todo serias.
Sin embargo, parece que el presidente y su equipo no son amigos de la sensatez y de la sabiduría de rectificar errores. Casi en una actitud necia, o por lo menos muy insensata, el presidente ha evadido la responsabilidad de destituir a Sherry Ordóñez, pese a que ella mintió en los medios sobre su situación, como antes defendió a un miembro de su equipo de transición luego de que se le denunció por plagio académico.
A Jimmy Morales no se lo juzgará por sus errores al integrar su equipo de transición o el gabinete de Gobierno. O por la metida de pata en el presupuesto. Se lo va a juzgar si no rectifica esos errores con valentía y humildad, si no se comporta como un presidente que atiende la demanda enérgica de la ciudadanía.
Si continúa necio al mantener en el cargo a Sherry Ordóñez y sin rectificar sus errores, Jimmy Morales perderá su único capital político: la confianza y el apoyo de la ciudadanía que lo eligió. Capital político que será crítico ahora que le toca ir de rodillas al Congreso a pedir plata.
¿O acaso cree que en el Congreso lo recibirán en un lecho de rosas sus jimmylievers?