Poder político, organización social y tiempo largo en «Sololá: justicia, memoria e identidad en imágenes» (2017)

Este libro fue publicado por la Municipalidad Indígena de Sololá en el año 2017.

Fue un esfuerzo de Josué Chavajay como compilador y de Gustavo Palma Murga en el texto introductorio a las imágenes históricas de los kaqchikel y tz’utujil del área del lago de Atitlán entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. La mayoría, si no todas las fotografías, proceden de archivos privados que se encuentran en el Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (Cirma), en la Antigua Guatemala, verdadero santuario de la memoria visual del país.

La sección de fotografías del libro muestra a diferentes autoridades mayas, casi todos hombres, en sus vestimentas ceremoniales y en poses estudiadas por los fotógrafos del momento. Se buscaba hacer retratos individuales o grupales siguiendo las convenciones de la época, y solo algunas de estas fotografías muestran también al foráneo que las comisionó. Algunas de ellas, como la de la página 67 («Cofrades Maya K’aqchiqueles [sic] de Sololá deliberando sobre sus costumbres») tomada entre 1900 y 1940, muestra muchos paralelismos con la forma como se sigue ejerciendo el poder político en el municipio de Asunción Sololá, donde los cofrades siguen resolviendo muchos de los problemas cotidianos de los habitantes del lugar por sobre las mismas autoridades comunales de las más de 70 concentraciones. También es evidente en otras (páginas 57, 64 y 66, por ejemplo) que la vestimenta se ha modificado durante el último siglo, aunque siguiendo las pautas antiguas, que heredaron de aquellos esquemas prehispánicos, pero añadiendo elementos europeos y de otras latitudes.

Diferentes y similares, los mayas diseñaron sus sociedades para durar siglos y cambiar manteniendo su identidad y su memoria frente a cualquier obstáculo.

Lo que me interesa de esas fotografías es, sobre todo, el poder político y económico que expresan. A diferencia de los k’iche’ occidentales —una región con mayor densidad demográfica y mayor riqueza económica— los kaqchikel y tz’utujil del lago de Atitlán vivieron con mayor dureza los rigores finqueros del largo régimen liberal (1871-1944). Incluso, la tasa de gente empleada en las fincas llegó al 80 % en algunos lugares como Santiago Atitlán. A pesar de que las fotografías son básicamente del período liberal, no se ven indicios de empobrecimiento o de sumisión ante el poder ladino y estatal, como sí se documenta en la amplia variedad de trabajo etnográfico que se llevó a cabo en la región. Esto puede deberse a que las autoridades mayas de cada pueblo eran muchas veces personas acomodadas que podían costear de los gastos de su cargo sin endeudarse demasiado. Nos hablan de que, en ese momento y a pesar de la generalizada desestructuración del poder político maya local, en la práctica el Estado liberal tuvo que recurrir a ellos para sostenerse en los contextos municipales.

Esto último lo pude documentar para los casos de Santiago Atitlán (tz’utujil) y Asunción Sololá (kaqchikel), donde trabajé entre 2013 y 2017 en diferentes investigaciones. Lo que es posible determinar con la evidencia histórica y etnográfica es que lo que aparece documentado en Sololá: justicia, memoria e identidad en imágenes es un crisol de trayectorias diferenciadas en las comunidades alrededor del lago de Atitlán: desde aquellas más fuertes y que, disminuidas, supieron adaptarse y volverse indispensables para el poder liberal (como los casos mencionados de Santiago Atitlán y Asunción Sololá) hasta aquellas que fueron más fácilmente desarticuladas, como las de Palopó o Panajachel, hasta llegar a la subordinación de unas mayas frente a otras, como comúnmente se dice del caso de San Pedro La Laguna frente a Santiago Atitlán.

Las autoridades retratadas aparecen siempre con toda la dignidad de su cargo. En cierto modo, son un recordatorio de la larga duración de las formas de organización mayas y de cómo sus instituciones pueden resistir más allá de lo evidente, incluso mimetizarse completamente al orden dominante, pero sin perder su horizonte cultural, histórico y local, que les indica que al final de cuentas cada momento —de liberación o de opresión— es uno más en una larga secuencia de ciclos sin fin. Diferentes y similares, los mayas diseñaron sus sociedades para durar siglos y cambiar manteniendo su identidad y su memoria frente a cualquier obstáculo.

Otra cosa que podemos aprender de ellos. ¡Matyox!

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