¿Pica? ¡Pica papa!

A través del Programa Liderazgo Joven Construyendo Democracia –una iniciativa del Instituto Demos, la Fundación Propaz y la Universidad Rafael Landívar–, he conocido a muchos jóvenes que como yo tienen inquietudes y se dan a la tarea de encontrar las respuestas.

El programa reúne a jóvenes en 50 municipios de 15 departamentos, con el afán de re-significar la democracia y la práctica política. A través de un diplomado de formación en el que se puede compartir las dudas y los sueños, pero también asirse de un pensamiento crítico en nuestra juventud, de una experiencia artística desde las tablas del teatro que no se aleja de los problemas de sus comunidades y de actividades de sensibilización como cafés ciudadanos y foros donde el diálogo y el respeto son indispensables.

He hablado con jóvenes en Totonicapán, en Zacapa, en Palín y en la Ciudad de Guatemala. He visto realidades diferentes, desde el idioma que hablamos hasta la manera en cómo nos tratamos. He aprendido que cuando una joven quiché me trata de usted no es por desconfianza sino por respeto pero que preferimos en todo caso el “vos”. He escuchado cómo en la Ciudad se preguntan por qué se sienten seguros cuando a principios de este actual gobierno se vieron rodeados de soldados armados. Mujeres poqomam decían estar interesadas en conocer cómo transformar la vida de su municipio, de su realidad inmediata que no tiene que ver solo con ellas o con la concepción conservadora del rol de la mujer en la sociedad.

Mientras los escuchaba, siempre pensaba en cómo es más fácil escuchar de los jóvenes en las elecciones. Están involucrados en observaciones electorales, en foros con candidatos a puestos públicos, están en las secretarías o comisiones juveniles de los partidos… Pero al apagar la luz de los centros de votación y al desmontar todo en Tikal Futura, ¿qué significa la política para los jóvenes? ¿Dónde están nuestros espacios prometidos? ¿Dónde se escucha nuestra voz? No hay que olvidar que las promesas se las lleva el viento pronto, pero el trabajo debe ser constante.

El ánimo más. En nuestro último viaje, a Zacapa, me impresionó la cantidad de figuras, de reveses que los jóvenes tenían al hablar. Me enseñaron que cuando alguien está desanimado se le pregunta: “¿Pica?” Y que la respuesta debe ser un enérgico “¡Pica papa!”. Es decir: ¡El ánimo siempre arriba, siempre se puede subir! Me encantó porque creo que es una expresión que queda como anillo al dedo para los jóvenes que pensamos que lo que toca hacer, luego de las elecciones del año pasado, es no bajar los brazos, no pensar que la oportunidad de los jóvenes se da cada cuatro años. ¡Pica papa! Hoy es tiempo de jugárnosla por un país diferente, y sobre todo de decir como todos lo hicieron en cada uno de los lugares a los que fui, de servir. Eso es precisamente lo que no he dejado de escuchar, que queremos servir.  

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