Penas más severas para la corrupción en emergencias

Con el huracán Iota, a Centroamérica le llueve sobre mojado. Sin embargo, los corruptos ya están celebrando lo mucho que se enriquecerán con la tragedia.

Por su compleja y enorme vulnerabilidad, el golpe de un huracán en Centroamérica generalmente se traduce en desastre y tragedia. Por ello el impacto de dos huracanes en menos de dos semanas, Eta y Iota, seguramente incrementará la magnitud de los desastres y la tragedia humana más allá de lo que se ha observado. A esto se suma el golpe profundo de la pandemia del covid-19, la cual aún está lejos de terminar.

Ante la carencia de estadísticas y de datos confiables, no es posible cuantificar la magnitud real de las pérdidas y de los daños desde todas las perspectivas, el sufrimiento humano, el daño social y las pérdidas económicas. No se necesita ser un experto para temer que en un país como Guatemala, en el que la mayoría de los indicadores económicos y sociales ya mostraban una realidad muy precaria antes de la pandemia, están empeorando la pobreza en sus manifestaciones multidimensionales, la desnutrición crónica, la migración y el desplazamiento forzados y muchos otros fenómenos.

Los Estados son los primeros obligados a asumir responsabilidades para prevenir y reducir el impacto desastroso y trágico de estos fenómenos naturales. Sin embargo, precisamente porque la necesidad de la intervención estatal en los momentos de emergencia es indiscutible, es bien sabido que las acciones de emergencia son uno de los blancos predilectos de estructuras como el denominado Pacto de Corruptos de Guatemala. Cuando, con el fin legítimo de agilizar las acciones del Gobierno para atender una emergencia, se autoriza temporalmente realizar adquisiciones públicas sin los controles anticorrupción usuales, los corruptos aprovechan para lucrar con la tragedia y el dolor de los damnificados.

Penalizar de manera más severa la corrupción en las acciones gubernamentales para atender emergencias y desastres sería solo un primer paso para frenar que los corruptos celebren los fenómenos naturales.

En la legislación vigente de Guatemala están tipificados delitos asociados con la corrupción, cuya comisión está penalizada. Sin embargo, creo que debe revisarse el Código Penal y discutirse la posibilidad de modificarlo para considerar como agravante que los delitos vinculados con actos de corrupción se perpetren abusando de los recursos para financiar las compras y las contrataciones que se realizan con el relajamiento y las excepciones a los controles anticorrupción establecidos en los estados de excepción decretados para atender desastres y emergencias. Además de reconocer el agravante, esta reforma al Código Penal debería contemplar también penas más severas para estos casos.

Este enfoque sería consistente con las tipologías de la corrupción que han trabajado entidades como Transparencia Internacional. En estas tipologías se distinguen, por ejemplo, la corrupción grande, pequeña, sistémica o política, a la que entonces habría que agregar la corrupción perpetrada en las respuestas gubernamentales ante desastres y emergencias. Esta adición estaría justificada por las evidencias y experiencias de la agresividad de la corrupción que plaga las respuestas de los Gobiernos centroamericanos.

En el caso de Guatemala, esto es evidente porque los fenómenos naturales que han impactado con desastres, como los terremotos de 1976 o de San Marcos en 2012, las erupciones de los volcanes Pacaya de 2010 y Fuego de 2018, la pandemia del covid-19, los huracanes o tormentas Mitch de 1998, Stan de 2005, Agatha de 2010 y Eta y lamentablemente también Iota de 2020, entre otros, son casi sinónimos de episodios de corrupción vergonzosamente agresivos y escandalosos prácticamente en todos los gobiernos.

Penalizar de manera más severa la corrupción en las acciones gubernamentales para atender emergencias y desastres sería solo un primer paso para frenar que los corruptos celebren los fenómenos naturales que nos impactan de manera desastrosa. Hay que empezar a frenar su vicio asqueroso y repugnante de lucrar con la tragedia y el dolor de los damnificados.

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