Al igual que la forma de emplearse, la forma común de las familias y otros fenómenos y categorías sociales, la forma de protestar ha variado y discurre por nuevos canales de comunicación que en un momento pueden hacerlos más susceptibles a la manipulación.
Y es que si el comportamiento de la masa de por sí es errático y manipulable, el uso de las redes sociales no sólo puede magnificarlo sino que también incorporar al público en los movimientos, que a menos que se tengan enormes capacidades de control, seguro terminarían en el conocido “todos saben cuándo y dónde empieza pero nadie sabe cuándo y dónde termina”.
Ahora bien, quizá las anteriores características sean lo único que comparten los más conocidos de estos movimientos, porque en realidad son parecidos pero no iguales; hay diferencias entre la llamada “Primavera árabe”, con los “Indignados”, los “Ocupemos Wall Street” y las recientes protestas en Brasil.
La primavera árabe parece ser un movimiento de los que terminarán en un lugar muy distinto al que se había imaginado, lo que se pensó sería una fulgurante carrera hacia la democratización de los países en el norte de África es más probable que mute en un ascenso de gobiernos extremistas de corte religioso. Los indignados como se han visto en España son un movimiento que si algunos señalan de “no saber qué es lo que quieren”, puede decirse en contrario que tienen muy claro “qué es lo que no quieren”, particularmente cuando son un movimiento pacífico que reconociendo y sosteniendo los avances del sistema político español, señalan a los responsables de las acciones que han llevado a la crisis económica a niveles de intensidad no esperados.
Los ocupas de Wall Street manifestaban claramente contra el orden económico y financiero mundial, y de la misma manera, claramente y sin miramientos el Imperio y ese mismo “orden” los reprimieron, usando incluso fuerza excesiva e innecesaria y en muchos casos contando con el silencio cómplice de los medios de comunicación. En Brasil también los movimientos de protesta tienen un reclamo claro: la baja calidad de los servicios estatales tomando como bandera el transporte público y la relación directa que hacen de estas deficiencias con los eventos de corrupción tanto gubernamentales como empresariales.
Los movimientos de protesta actuales pueden ser parecidos en forma pero no iguales en contenido, un rasgo común a destacar es que la típica diferencia o línea que separa a la masa del público es difusa para estos casos, las protestas son efectuadas por personas que tienen satisfechos y garantizados (aunque los vean en peligro) sus satisfactores básicos, no son grupos de gente transportados y con un viático más alimentación; lo están haciendo con plena conciencia, conocimiento y convencimiento.
He podido presenciar las manifestaciones antiglobalización en Reuniones Ministeriales de la OMC como Seattle y Hong Kong, el año pasado las movilizaciones en Madrid frente al Parlamento y en la Plaza del Sol; el sistema deberá preparar respuestas porque los cuestionamientos en estos casos son contundentes. Hace dos semanas pude constatar en Brasil que las causas anunciadas de las protestas no son en balde, los aeropuertos de Rio de Janeiro y Brasilia se ven bien construidos pero pésimamente mantenidos, el transporte público es obviamente malo y las regulaciones para atención al público dispuestas por los Sindicatos de Empleados Públicos desesperantes. Nada es en balde, pero todo puede ser manipulado.