Oración para la cena diaria

Señor,
gracias por la comida
que vamos a probar.

¡Benditas sean las manos, / que dieron vida y cuidados / a estos manjares!

¡Sagrado y respetado por todos /  sea el maravilloso oficio de sembrar!

 

Bendita sea la vida de aquellos / que se levantan de madrugada,

que abrazan el sol y la lluvia / y que dejan en la tierra su sudor

para que estos frutos, / de su ternura y de su esfuerzo, / alimenten nuestra existencia.

 

¡Benditos sean sus hogares!

¡Qué nunca falte en ellos / ni la comida, ni el estudio,

ni la salud, ni el abrazo, / ni la alegría!

 

Padre, / que estos alimentos / no solo fortifiquen nuestro cuerpo.

Te pedimos que cada bocado / nos dé las fuerzas para luchar

porque nadie en esta tierra / padezca hambre.

¡Porque nuestra saciedad de hoy / no sea jamás

a costa del hambre / de otras personas!

 

Señor, / ¡Conviértenos en abono, levadura

y alimento para la Justica y la Igualdad!

¡Para que se haga Tu voluntad, Padre!

 

¡Danos el coraje para  construir / un país

en donde la tierra sea de quién / le abra los surcos y la germine,

en donde no encuentre espacio / el insaciable apetito del minero,

del hidroelectricista y del latifundista!

 

Para nunca olvidar, / a las mujeres y los hombres campesinos,

permítenos sentir, / como en carne propia, los llagados pies de aquellos

que caminaron durante días, / exigiendo sus derechos.

 

Y el rostro quemado del que / sobrevive en la zafra…

Y las lágrimas de quienes / ven morir de hambre

                        a su simiente,

y las manos encrespadas / y la voz tozuda que,

desde hace tantos siglos, / está gritando ¡Basta!

 

¡No nos dejes olvidar, Padre, / no permitas que volteemos / nuestra mirada,

no toleres oídos sordos / al clamor campesino, / ni bocas mudas ante el atropello!

 

¡Para que se haga Tu voluntad, Padre!

¡Amén!

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