Existen posturas tan arcaicas que aseguran que tener acceso a la educación sexual altera la moral, promueve la violencia sexual y la violencia de género y eleva los índices de prevalencia de VIH y de enfermedades de transmisión sexual.
Dicha postura me resulta nefasta e irresponsable porque, en un país donde miles de niñas hoy están por dar a luz, lo único que queda muy claro es que la moral está desviada y que la violencia de género está en su apogeo.
Crecí en una familia relativamente tradicional. Y aunque siempre se manejó una dosis de doble moral, la información en temas sexuales siempre estuvo disponible. Mi papá tenía un libro de la época de Mamá Camota que detallaba con fotos sepia todas las enfermedades de transmisión sexual. Pasaba yo horas ojeando las imágenes, sorprendida por los efectos que ocasionaba un virus o una bacteria en el cuerpo humano, en especial la que causa la flor de Vietnam. Sin embargo, no recibí de su parte mayor información sobre el acto sexual, a pesar de que a mis hermanos, con mucho orgullo, les entregaba un paquete de condones. A mí solo me decía: «Si te metes a cosas de grande, me respondes como grande». Mi mamá, por el contrario, hablaba de más. Le gustaba inventar historias románticas alrededor del sexo, una mezcla de cursilería de Hollywood y de una película porno. Mientras tanto, en el colegio tuvimos varias intervenciones valiosas por parte del profesor Sex, como le decíamos. Además, había una constante retroalimentación que entre todos generábamos con respecto al sexo y a la manera como lo entendíamos.
Después de muchos años de tener acceso a información veraz y consistente, entiendo que la educación sexual es un peldaño en la construcción de nuestra sexualidad. Por esto me resulta incomprensible que algunos afirmen que abrir espacios para esta enseñanza incita a la promiscuidad. Sería como decir que recibir clases de mecánica me acredita como piloto de fórmula uno. Lo cierto es que, aunque recibí ambas clases (de mecánica y de educación sexual), al día de hoy no sé cambiar una llanta ni poner un condón.