Hace una semana se dio el inicio de la campaña electoral en Guatemala.
Rápido algunos candidatos empezaron a salir con sus ofertas políticas, algunas contradictorias como la del señor Amílcar Rivera (que se opone al aborto, pero aboga por la pena de muerte) y otras insensatas como la del señor Roberto Arzú (que ofrece un millón de viviendas).
Aún falta que muchos más partidos políticos le presenten a la ciudadanía sus programas de gobierno. Deben ser muy cautos en establecer las metas a las cuales se van a comprometer, a manera de no pecar de optimistas, ingenuos o insensatos. Hago esta observación considerando el posible escenario político y la administración pública que heredarán.
Primero, respecto al escenario político, la UNE es probablemente el partido que tiene más candidatos para alcaldes a nivel nacional y, consecuentemente, el que tiene más probabilidades de una bancada considerable en el Congreso, ya que en el interior del país es el candidato a alcalde quien mueve a los votantes a efectuar un voto duro alcalde + diputado. No dudo que ese partido logre tener una bancada considerable en la siguiente legislatura. También es de reconocer que quien posee el mayor rechazo a nivel nacional es Sandra Torres. Razonablemente, la apuesta de muchos candidatos a la presidencia es llegar a segunda vuelta con la UNE para ganar la elección.
Imaginen: si la UNE pierde las elecciones y llega a tener una bancada considerable, este partido bloqueará cualquier iniciativa del Ejecutivo (gane quien gane).
Segundo, en cuanto a la aprobación del presupuesto de la nación para 2020, con la UNE derrotada, pero con una bancada numerosa y el ganador sin diputados (en la actual legislatura), a la hora de negociar el proyecto de presupuesto será prácticamente imposible incidir en la introducción de modificaciones que permitan agilizar un plan de gobierno. Lo más probable es que, si se aprueba el presupuesto, tenga muchos candados, lo cual forzaría a que el binomio ganador de la elección presidencial llegue al Congreso de la República en enero o febrero de 2020 a negociar cambios al presupuesto (aprobado o improbado) con un partido derrotado que tendría una bancada numerosa.
Así es imposible avanzar velozmente en la carrera por los ODS, situación que podría ocurrir si la próxima administración primero reconstruye la institucionalidad pública.
Tercero, sobre la administración pública heredada, el BID encontró en su informe Al servicio del ciudadano: una década de reformas del servicio civil en América Latina (2004-13) que, después de Honduras, Guatemala es el país de América Latina con el servicio civil menos desarrollado. No cabe duda de que, en la era democrática, Jimmy Morales es el presidente que más ha destrozado la institucionalidad del Estado. Ejemplos: gracias a Julio Héctor Estrada (candidato de CREO) se destituyó al exsuperintendente de la administración tributaria por llegar al 99.7 % de su meta, y no al 100 %, y gracias a Enrique Degenhart se destruyó la carrera profesional en la Policía Nacional Civil. Y así podríamos mencionar muchos casos más. Entonces, gane quien gane las elecciones (excepto la UNE) deberá encarar una posible oposición fuerte en el Congreso e instituciones totalmente destruidas. ¿Se pueden reconstruir de la noche a la mañana?
Cuarto, respecto al diagnóstico del país y a la toma de decisiones en la planificación pública, los partidos políticos no tienen siquiera los resultados del censo de 2018. La última encuesta de condiciones de vida data de 2014, al igual que la última encuesta de salud materno-infantil. ¿Quién puede asegurar que la pobreza o la desnutrición crónica no se han incrementado desde entonces?
Con estos escenarios, el primer año de gobierno se reduce básicamente a retomar el control de las instituciones para empezar a cosechar logros en los años del segundo al cuarto.
Por último, ¿por qué llamo a esta columna con nombres de escuderías de fórmula uno? Supongo que se habrán dado cuenta de que, cuando uno de estos monoplazas llega a los pit stops (boxes), su equipo de trabajo le cambia las cuatro llantas en diez segundos o menos, de modo que este pueda seguir hasta ganar la carrera. El partido que gane las elecciones (a excepción de la UNE) podrá tener ese equipo capaz de cambiar las cuatro llantas del vehículo en menos de diez segundos. El punto clave es que no se las cambiará a un Ferrari o a un Mercedes, sino a una carcacha. Y así es imposible avanzar velozmente en la carrera por los ODS, situación que podría ocurrir si la próxima administración primero reconstruye la institucionalidad pública para que sean otros los que vengan a cosechar.