Nariz con nariz

Para mí ha sido suficiente hablar de polarización. Es un hecho. Estamos divididos. ¿Podemos estar de acuerdo en eso?

Continuemos, pues. Hablemos ahora de la proximidad. A eso se refiere el título.

Los puentes los hemos quemado todos entre todos. Han ardido hasta las cenizas, y ya no los podemos cruzar. Ahora es momento del acercamiento. Paso a paso. No es una tarea fácil porque debemos hacer el esfuerzo solos. Individualmente. Y debe ser voluntario.

Eso cuesta. Porque, para que los integrantes de equipos contrincantes se acerquen pacíficamente nariz a nariz, hay que aceptar que no se tiene la única ruta para llegar a la verdad (de haber una). Utilicemos la creatividad para querer ver cómo el otro arribó a su puerto. ¿Qué opiniones lo definen? ¿Qué creencias tiene? ¿Cuáles son sus no negociables?

Para iniciar ese viaje debo dejar mis provisiones en casa. Vaciar la alacena de pensamientos sólidos, criterios cristalizados, creencias rígidas y discursos del ego. Esa mochila emocional, llena de recuerdos y creencias, habrá de ser botada para iniciar la aventura y arribar al destino indeseado: el acuerdo. Es decir, ser capaces de solicitar el encuentro y coincidir a pesar del antagonismo. Esto requiere no solo de cierta magia y esfuerzo, sino de meticulosas coordenadas o mapas con atajos capaces de visibilizar las avenidas alternas. No solo debemos estar dispuestos a desactivar nuestra soberbia, postura y orgullo, sino que la tarea también incluye investigar, de lleno, quién soy yo.

¿Quién soy yo verdaderamente?

¿Sabés quién sos?

Yo aún estoy aprendiéndolo. Sé que en muchas áreas estoy fragmentada e identificada con conceptos e ideas de quién debo ser o cómo debe ser mi país. Pero ¿no creen que esa narrativa interior impide ver quiénes somos en realidad e incluso nos lleva a un hermetismo absoluto? Tomamos actitudes que contribuyen a más polarización, como, por ejemplo, dejar de seguir en redes sociales a quienes piensan distinto, cerrar cuentas de amistad con quienes jamás lograríamos coincidir, obstruir a quienes critican, descartar por completo a la oposición. Yo he tomado todas esas vías y, a pesar de ello, continúa el sentimiento de querer encontrar la integración. Aclaro que no invito a la integración de posturas enfermizas, sino todo lo contrario: a integrarnos en salud y a definir respetuosamente nuestros límites.

Reconozcamos la paradoja de que a través de la aceptación de la diversidad será como logremos integrarnos.

El peligro de no adentrarnos en el autoconocimiento (genuino y profundo) podría llevarnos al fanatismo. A identificarnos con una única postura o con un sistema económico considerándolo superior o mejor que los demás. Verdaderamente, no creo que el objetivo colectivo (me refiero al de la especie humana) sea llegar a ver quién hace o tiene más. ¿No les parece miope esa visión? Burda y pobre, a mi criterio. Porque destruye, divide, separa, aliena y acaba con los pocos recursos que aún tenemos.

¿Y qué tal si trascendemos los sistemas económicos absolutistas, las ideologías excluyentes y las posturas inflexibles? ¿Cuál es el peligro inminente para nuestra especie?

No digo que en todas las áreas de nuestra vida debamos coincidir. Sé lo idealista, utópico e irreal que eso suena. Pero ¿no creen que valdría la pena intentarlo en algunas áreas?

Admiro a quien tiene su postura bien definida, pero admiro también a quien se atreve a cuestionarse, y más aún celebro la victoria del encuentro, ese momento cuando posturas antes opuestas comprenden que superar las diferencias es más grande y más valioso que mantenerse incompatibles.

Entonces, ¿cómo se hace?, ¿por dónde se empieza? En mi opinión, por el amor. Amor por el conocimiento: personal y colectivo. Seamos curiosos, intercuriosos, intracuriosos, metacuriosos. Respetuosos de los distintos estilos de vida. Reconciliémonos desde lo interno con lo externo. Reconozcamos la paradoja de que a través de la aceptación de la diversidad será como logremos integrarnos.

¿Quién quiere unirse al viaje? El destino es la nariz del otro. Para mí, ese es el camino, aunque habrá que atravesar valles de exterminio de algunas de nuestras creencias y propiciar la desidentificación, reconocer el caos interno y nuestras incongruencias, imperfecciones, carencias, ausencias y errores. El resultado del trayecto es valioso en sí mismo. Podría regalarnos la oportunidad de cambiar partes obsoletas de nuestro sistema interno de creencias y de reforzar el camino hacia el autoconocimiento.

Que la intención colectiva sea llegar a ese destino que llamamos acuerdo.

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