La razón es sencilla: la imagen busca construir un enemigo contra el cual no se siente compasión o remordimiento. La construcción de dichas imágenes puede ser explícita, casi artística, como los posters con propaganda soviética contra el nazismo, contra Occidente y contra el capitalismo. Al mismo tiempo, la construcción de imágenes del enemigo puede ser más sutil, como las historias que se cuentan en la mesa del comedor. Este último elemento creo que aún sigue teniendo impacto en Guatemala.
Creo que uno de los problemas que tenemos para consolidar un proyecto de nación es que la élite guatemalteca sigue empleando la imagen que construyó de sus enemigos durante la guerra interna. La élite sigue viendo al campesino indígena como un bastión de la izquierda radical, así que cualquier concesión a ellos es una concesión al enemigo. Un enemigo que con el tiempo crecería en fuerza política para luego atacarlos. A cierto nivel inconsciente, ese pequeño niño desnutrido es una potencial amenaza futura, así que prefieren cerrar sus ojos. A cierto nivel inconsciente, ese campesino pobre es una potencial amenaza futura, así que prefieren cerrar sus ojos. Claro, el ala más progresista de la élite guatemalteca ha promovido programas en desarrollo y empleo. Sin embargo, el resto de la élite guatemalteca no ha salido a rescatar dichos proyectos cuando se han puesto en peligro. Y, cuando la izquierda propone proyectos en dichas líneas, la élite entra en pánico y lucha por tumbarlos.
Muchos insisten que la solución al campesinado indígena en Guatemala es el desarrollo rural. La respuesta de la élite ha sido, básicamente, tirar por la borda el tema y oponerse (a menos que pueda vender sus tierras improductivas al Estado, u otro mecanismo que les beneficie). Es una lástima que la élite no haya acuerpado propuestas alternativas que se han generado en la “periferia” y que tienen mucho más sentido técnico. Por ejemplo, SEGEPLAN, bajo el mando de Fernando Carrera, promovía la necesidad de una política de desarrollo urbano, para generar economías de escala en la provisión de servicios públicos y facilitar la atracción de inversión. Por su parte, la Asociación de la Industria de Vestuario y Textiles, VESTEX, ha insistido en la necesidad de promover la descentralización productiva en el país, así como el impulso a la manufactura ligera para generar empleo formal en cantidades masivas.
Trabajar en la imagen que tiene la élite del resto del país es importante para poder construir un proyecto de nación. La razón de mi insistencia es que es posible crearla sin caer en conflictos sangrientos. El desarrollo político de las naciones no depende sólo de los conflictos violentos para poder desarrollarse. Por ejemplo, Guatemala derramó mucha menos sangre para la Revolución de 1944 que para el conflicto armado interno. Y, si juzgamos por los resultados, parece que la relación es inversa. En todo caso, el desarrollo político de las naciones también depende de la competencia pacífica entre distintas facciones. Por lo mismo, para Guatemala, es necesario que la élite actual supere su imagen inconsciente de su enemigo del pasado.
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Para quienes estén interesados en la importancia de la construcción de imágenes sobre quién es el enemigo, les recomiendo el documental de San Keen, “Faces of the Enemy”. Yo lo vi hace unos años como preámbulo a una clase donde platicamos con uno de los involucrados en los procesos de consolidación de la paz en Ruanda.