No caben dudas que el mundo ha involucionado hacia posiciones de derecha, cada vez más conservadoras, rayanas ya en el neonazismo. Lo que parecía imposible hace algunas décadas atrás, años 60 y 70 del pasado siglo, con el auge de luchas populares, movimientos sociales, guerrillas y planteamientos marxistas a lo largo del planeta, hoy es una patética realidad: los planteos de izquierda se han ido esfumando y la maquinaria mediático-cultural-ideológica del capitalismo ha instalado nuevamente un pensamiento de ultraderecha. El nazismo, definitivamente, no está muerto, ¡está de regreso!
Con sutiles mecanismos de control social, muchas poblaciones han sido llevadas a optar, en las elecciones generales, por candidatos hiperconservadores que lo único que traen son más penurias a las grandes mayorías populares, ayudando a borrar conquistas sociales que se consiguieron con largas décadas de luchas, con sacrificio y sangre. No puede decirse, en modo alguno, que esas poblaciones son «estúpidas»; mucho menos que «los pueblos tienen los gobiernos que se merecen». Decir eso es una tremenda falta de respeto, pero fundamentalmente es no entender por qué el sentir popular va siendo llevado hacia esos desfiladeros. La falta de opciones políticas alternativas y un sutil, muy bien realizado trabajo de continuo bombardeo ideológico, posibilitan que la gente termine votando por sus propios verdugos.
Eso está pasando en diversas latitudes. En Argentina, quizá el caso más patético de todos, luego del descalabro que trajo un gobierno medianamente progresista como el del peronista Alberto Fernández («progresismo» no significa cambio real, sino gatopardismo cosmético) viene esta reacción conservadora, de ultraderecha: gana las elecciones con amplia mayoría un personaje atípico de la política como Javier Milei.
¿Qué representa este economista ultraneoliberal puesto a presidente ahora? Como voto castigo de una población desesperada (con niveles de empobrecimiento crecientes que eliminaron totalmente la prosperidad de otras épocas, proceso de retracción que comenzó en 1976 con la dictadura de Videla y los planes fondomonetaristas) y como grito de hartazgo ante un proceso incontenible de pauperización, la llegada de este personaje es la demostración del triunfo de la prédica neoliberal. La gente, en vez de reaccionar por izquierda, es llevada a reaccionar por derecha. Pasó ya en varios lugares (Bolsonaro, Piñera, Duque en Latinoamérica, Meloni y Urban en Europa, Trump en Estados Unidos, y un largo etcétera de, muy probablemente, futuros por venir).
¿Será el experimento Milei un virus que se esparcirá por Latinoamérica?
El Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023 de Milei, que establece la desregulación de la economía mediante la modificación y derogación de cientos de leyes, laborales en buena medida, y la ley «Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos», que intenta llevar a extremos el proceso de privatizaciones y ataques contra la clase trabajadora, es el triunfo de los grupos neoliberales que alientan ese tránsito a un capitalismo cada vez más explotador. Milei es el Chirolita de Mr. Chasman. ¿Quién está hablando aquí realmente?
El presidente argentino tiene vínculos con la Fundación Atlas Network, tanque de pensamiento estadounidense, subvencionada por poderosas multinacionales como Exxon-Mobil, Philip Morris o Koch Industries, con un perfil ultrarreaccionario. Este grupo, exponente de un pensamiento neoconservador negacionista del cambio climático y profundamente opuesto a cualquier planteamiento de izquierda, financió en su momento a la Fundación Pensar de Argentina, grupo neoliberal que se fusionó con el partido político que llevara a la presidencia a Mauricio Macri, actualmente hombre fuerte tras el trono.
Estos tanques de pensamiento norteamericanos, manejando jugosos presupuestos, tienen como objetivo subvencionar a grupos promotores del libre mercado, atacando visceralmente cualquier iniciativa que cuestione el sistema capitalista, incluso los planteos feministas o de apoyo a la diversidad sexual.
Un texto de la revista de izquierda estadounidense Intercept (que busca generar un periodismo crítico y confrontativo por medio de una amplia gama de temas) denuncia que la Fundación Atlas Network opera como una extensión de la política exterior de los Estados Unidos y que los tanques de pensamiento que apoya reciben fondos del Departamento de Estado y de la NED.
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