Me topé con Cantinflas, y sonreí

Las personas podemos aprender en todos lados, en un libro, en una universidad, en una discusión “epistémica” con colegas… Pero hay espacios que muchas veces dejamos de lado al tratar de comprender algunas lógicas de acción social que por parecer tan obvias y cotidianas, suelen pasar desapercibidas en nuestro constante aprendizaje.

Dentro de los genios de la comicidad latinoamericana, Mario Moreno “Cantinflas”, brinda precisamente varios elementos interesantes para comprender a ese personaje tan común, e incluso para algunos más copetones, “vulgar», pero que retrata en mucho al nuevo habitante urbano que llegaba por allá del siglo XX a las grandes ciudades de América Latina, provenientes de las áreas rurales, buscando suerte en algún oficio o simplemente viviendo de manera pícara, más no villana, el día a día.

Tengo la oportunidad de conocer a varios “Cantinflas” del siglo XXI, que tienen algunos elementos en común: son en su mayoría hombres provenientes de migraciones internas, aunque algunos otros provienen de México y Centroamérica; su rango de edad oscila entre los 25 y 50 años; como dato interesante étnicamente son mestizos; suelen estar asociados al alcoholismo en diferentes grados y se desempeñan, casi siempre, como ayudantes de diversos oficios, aunque difícilmente lleven a cabo alguno bien, además hay un sello propio en su manera de vestir que los diferencia de los demás.

Hay algo que rodea el accionar de estos nuevos “Cantinflas”, hay historias sumamente duras detrás de cada uno de ellos y que muchas veces pasamos por alto cuando los conocemos de manera simple y llana. Recuerdo el caso de “El hombre lobo”, un nicaragüense con melena y barba canosa abundante, que creció huérfano y tuvo la suerte momentánea de ser acogido en una familia pudiente, misma que lo echó a la calle debido a su grosero alcoholismo. También se me viene a la mente el caso del “Mexican”, un coyote venido a menos, tipo proveniente del vecino país, alto, fuerte y mal encarado que provocaba miedo a todo mundo, de no ser por el detalle de que pese a su contextura física no sabía pelear y hasta el más debilucho era capaz de nockearlo. El Mexican, sufría constantemente por el abandono de su esposa e hijos, debido siempre al vicio del alcohol, aunque sumado al de la marihuana. Este último personaje tenía la cualidad de componer un “corrido” para casi cualquier persona, en casi cualquier situación. Hoy está de regreso en alguna calle de Cancún, ofreciéndose como trabajador de la construcción.

Hay también “Cantinflas” chapines, recuerdo el caso de “Polo”, un muchacho cegatón, hijo de una prostituta, que no triunfó en ningún oficio, era capaz de sacarle la risa al más enfurecido jefe o encargado porque literalmente no sabía hacer nada, y lo que hacía lo hacía mal, pero resultaba que cada tontería la hacía tan bien que te alegraba el día.

Estos personajes de barrio se vuelven una fuente de conocimiento permanente, que cuando te haces amigo de ellos se descubren mundos muy distintos al que normalmente habitamos, donde uno ha creído que es chilero ser “underground” porque vas a un bar de mala muerte de vez en cuando. Cuando se entra en las dinámicas de sus vidas, ves lo difícil que es vivir en sus condiciones, con limitado acceso a la educación, viviendo únicamente estas 24 horas, no pudiendo generar ningún plan a futuro, conociendo la pobreza, el hambre, la discriminación, viviendo la violencia y los abusos en forma descarada porque es la “ley de la calle”; y resulta tan interesante ver cómo pese a que son moldeados en este contexto, siempre tienen un momento del día para sonreír, para desafiar ese futuro que parece incierto y oscuro, para generar incluso dinámicas de acción colectiva que permita ir sorteando los infortunios de la vida, porque como me decía uno de ellos “la pobreza es algo que se aprende a superar”.   

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